11.

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Thara

Mente en blanco. Mente en blanco.

Llevaba casi diez minutos mentalizándome para no pensar en absolutamente nada que no fuese una blanca pared. Mis ojos permanecían fijos en el cuero del asiento frente a mi.

"-Puedo oír todo lo que dices... o piensas."

Me tragué un chillido de indignación. Maldito infeliz. Todo este tiempo sabiendo lo que pensaba de él y no habérmelo dicho.

¿Y qué quería que dijera? Ni yo sabía, algo como "hey, idiota, ten cuidado con lo que piensas porque es lo mismo que estuvieses hablando conmigo..."

-¿Qué te sucede? -oí que Darius preguntaba, me giré a mirar a Märco que iba a mi lado. -Te hablo a ti Thara. ¿Sucedió algo en la Torre?

¿Y a ti que te importa? Quise responderle. Märco, en su lugar dejó salir una risilla nasal, lo que provocó aun más mi mal humor. Sin embargo, Darius no era Märco y yo, no podía pagar con él mis cambios de humor.

-No, pero no quiero regresar allí.

Tampoco estar a solas con el señor del clan. Pensé sin "pensar" realmente, evidenciándome de nuevo.

-Pues no podremos cumplir con tus deseos, princesa -respondió Märco sin siquiera despegar la vista de su teléfono celular.

Al llegar a la casa intenté por todos mis medios huir del lado de esos dos hombres. La vergüenza era una sensación horrible que pensaba que habia superado.

Cerré la puerta de la habitación y casi corrí al baño. La duda me asaltó de nuevo, ¿Märco sabría cuando me tirase un gas? ¿O peor aún, cuando estuviese...?

Dos golpes suaves en la puerta del baño me exaltaron. Con un suave y temeroso "qué" supe que mi adorado prometido estaba del otro lado.

-Cenaré fuera esta noche.

El sonido de su voz se distanció con la ultima palabra.

-¿Y yo? - abrí la puerta rápidamente. Buscándolo.

Me encontré con su silueta siendo despachada de sus ropas. Mi libidinosa lengua tuvo el descaro de relamer mis labios al percibir sus músculos marcándose debajo de su camisa.

Un botón de su manga fuera y luego los de su pecho. Exquisito.

-¿Tu qué? -él se giró a mirarme entrecerrando sus ojos al notar mi escrutinio. -Te quedas aquí, puedes pedir lo que desees a nuestro cocinero. Lo tendrán en el horario que desees.

-No quiero -rezongué. -No puedes dejarme encerrada aquí mientras tu sales vete tú a saber dónde. No me quedare aquí... ¿Vas a verte con Livet?

Su expresión se volvió esquiva. Me sorprendí al notar el cambio en la coloración de sus ojos.

-No.

Mis ideas racionales y la poca colaboración de mis neuronas se vieron mermadas, incluso más, al verlo desnudarse frente a mi. Bueno, quitarse la camisa y caminar hacia el gran armario.

Como un fiel cachorrito con su amo lo seguí y noté los tatuajes que cubrían su espalda. Märco murmuraba algo a lo que yo no prestaba atención. Cuando se giró a mirarme su lampiño pecho, que solo había visto en sueños, me seco la garganta.

No lo había soñado.

Yo, de veras me había apretujado a consciencia contra ese fornido pecho.

Debía distraerme. Ahora.

-¿Puedes... puedes seguir hablándome de tu don?

Lo vi comenzar a desabrocharse su cinturón y el botón de su pantalón de vestir, dejando a la vista el elástico de su calzoncillo tipo bóxer. Descaradamente me quede muy quietecita a la espera del show.

-No tengo vocación de stripper -terminó de desabrocharse el pantalón. La odiosa cremallera no dejó que estos se bajaran por sus muslos. -¿O necesitas algo?

Mi atontado cerebro con sobredosis de hormonas le indicó a mis manos que señalaran el bulto entre sus piernas.

Pude ver a todos mis antepasados revolcándose en su tumba por mi descaro.

Pensé que el líder alemán tendría un poco de sentido común y terminaría por echarme a patadas de allí.

Él se acercó, sí. Pero a alterar aun más mis hormonas.

-Deja. De. Provocarme -mascullo frente a mi rostro. Tomó mis hombros con delicadeza y cuando pensé que me iba a besar e ilusamente estiré mis labios, él me giró sacándome del cambiador.

¡Zap! Cerró de un portazo dejándome afuera.

-¡Hey! -le grité aún perdida en su aroma. -Quiero que cumplas con sus deberes maritales en el futuro, señor Märco -dije en medio de un frustrado jadeo.

El muy desgraciado pensaba matarte de la frustración.

La puerta volvió a abrirse y con la expresión más helada que había visto hasta el momento, me habló;

-Te dije que no. No me atraes de esa manera, y esa será la única parte del papel de señora del clan con el que no tendrás que cumplir.

Si me hubiese escupido al rostro creo que me hubiese sentido menos humillada.

Recordé la promesa auto impuesta esa misma mañana.

Nadie me humillaría. Nadie.

-Dame una oportunidad. Solo una - respondí tragándome con fuerza el nudo de vergüenza y tristeza. Estaba claro que yo no formaba parte de esa promesa; allí estaba. Rogando.

Un sorprendido ¿Qué? Fue toda su respuesta.

-Podemos al menos intentarlo. Has decidido casarte conmigo le pese a quien le pese. Me elegiste... -continué sorpresivamente envalentonada. ¿De qué me servirla guardar apariencias si él podía saber lo que yo pensaba en todo momento? -Dime, ¿hay algún otro de tus lazos que hayas elegido tú y no que tengas por obligación?

Silencio de su parte.

Suspiré derrotada, allí iba de nuevo intentando conseguir algo que no era para mi...

-Esta bien -respondió en su lugar. Abrió del todo la puerta del cambiador y me enfrentó. -Tienes razón. Te elegí. Vamos a intentarlo... no, mejor vamos a hacer que funcione.

Hubiese saltado de la alegría por su respuesta. ¿Era eso lo que esperaba no? Pero, ¿Por qué sentía que lo había herido a muerte en lugar de conseguirlo?

Märco me tomó de la cintura pegándome con fuerza a su cuerpo. El oxígeno huyó de mi cuerpo. No fue un jadeo, fue el aire escapando con temor de mis pulmones. Su mano izquierda tomó la parte posterior de mi cuello con exceso de fuerza, fijándolo en esa postura y cuando sus labios descendieron a mi boca supe que no seria suave o romántico.

-Yo te elegí -repitió.

Y yo lo había provocado.

Me encontré muy a gusto siendo apresada y dominada por el cuerpo del líder alemán a quien tal parecía, había ofendido. En mi interior no pude sino darle toda la razón a Melissa, mi futuro maridito era todo pasión puertas para adentro.

Un cosquilleo se extendió desde mi abdomen a la zona baja de mi vientre. La expectación pegándome fuerte. Casi tanto como los brazos que me apretujaban contra ese cuerpo caliente.

Märco se detuvo, mirándome fijamente a los ojos. Su respiración agitada.

-¿No estas asustada?

Negué, de mas entusiasmada en que siguiera besándome.


Parte 1/2

HIELO [en tu mirar]Where stories live. Discover now