12.

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Thara

La suave tela de seda resbaló por las yemas de mis dedos. El color blanco impoluto y la textura parecían sacados de alguna nube en el cielo.

—No, eso es ordinario —escuché que decía con desaprobación la señora Violet. Estos últimos días me había visto orillada a pasar con ella la mayor parte del día. —La futura señora del clan no puede lucir prendas vulgares.

Miré los alrededores de la sofisticada boutique en la que nos habían concertado una cita. Elegante... y fría, como todo lo concerniente a mi fiesta de matrimonio.

—Es seda china, mi señora —contrataco aireada la mujer que confeccionaría el vestido que mi suegra había elegido. —No es ordinaria, quizá la modelo lo haga lucir así.

Zaz, justo en el blanco.

Violet entrecerró sus ojos. Una macabra sonrisa se abrió paso en su expresión. No que yo fuese dramática, incluso estaba por casarme con el señor de hielo – comentarios oídos a sus espaldas- pero la señora Violet tenía algo que me ponía los nervios de punta y que nadie más parecía notar. Algunas veces la encontraba mirándome con un extraño brillo en sus ojos, que luego desaparecía cuando ella notaba mi mirada.

—Tomaré esa opinión como una crítica directa a las elecciones del señor del clan. Supongo que una pequeña traba a las exportaciones de tus productos deslucirá también las prendas...

Si, la situación no podría ser más incómoda.

La mujer palideció y todo rastro de soberbia, y porque no orgullo por su trabajo, desapareció.

—No es necesario llegar a esos extremos —la mujer me observó de reojo, —lamento si mi comentario ha sido considerado con tintes negativos.

Me probé cinco distintos vestidos para que la mujer, y la señora Violet dieran con el diseño adecuado; que la talla, la sisa o el escote fuesen perfectos... todo a gusto de mi suegrita.

Uno de sus súbditos entró a la sala V.I.P donde nos encontrábamos tomando un horrendo té de hierbas. Después de una pasmosa reverencia, y con el permiso de Violet pudo susurrarle algo al oído.

—Tenemos que irnos —ordenó. —Vamos Thara. Tenemos una reunión a la que asistir.

El joven que fue a buscarnos nos escoltó hasta la salida donde sus hermanos nos esperaban. Los tres vestían elegante y pulcramente. Ellos viajaban a todas partes con su señora y servían de guardaespaldas, mensajeros, choferes e incluso muchachos de los mandados. Lo que fuese que su señora pedía, ellos cumplían.

—¿Gal? —preguntó Violet deteniéndose, uno de los trillizos atendió rápidamente a su pedido. —Ves el hippie roñoso de allí —señaló a un joven que vendía fotografías es una esquina en diagonal a nosotras, — toma esa cámara que tiene y rómpela.

Me quedé anonadada con su petición, pero no me moví o protesté. El trillizo asintió y luego subimos al auto. La primera camioneta de las dos que nos escoltaban salió, luego nosotros y por último el segundo vehículo.

¿A qué se debía tanta protección? No alcanzaba a dilucidarlo aún. Sí, Violet se veía importante y delicada. Sí, los Sneider eran gente de cuidado. Sin embargo, me parecía exagerado el nivel de seguridad que manejaban para una simple salida.

—¿Po... por que hizo eso? —pregunté saliendo del estupor que me había provocado oírla ordenar eso. Ella sonrió. —¿Le parece divertido?

Silencio. Intimidador y gélido silencio en el auto.

—Debes moldear ese carácter, Thara —respondió con dureza. Todo rastro de simpatía desapareciendo. —Serás la futura señora del clan, no puedes dejar que alguien tan insignificante como una mugrosa diseñadora de vestidos te rebaje.

HIELO [en tu mirar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora