Capítulo cuatro || Mernes me enoja.

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Le habían quitado a su Yoandri.

Por más que lloró y rogó porque no lo apartaran de su lado, los padres del chico no quisieron escuchar. Para ellos, Joel había perdido todo derecho sobre el corazón de Yoandri, porque lo había lastimado.

El chico también deseaba quedarse, y lo hizo saber a sus padres, pero estos no cedieron antes sus súplicas acompañadas de lágrimas, que sólo fueron las gotas saladas que cayeron al suelo, como prueba de que en verdad se habían amado.

Joel regresó del aeropuerto con el corazón destrozado, en su nuevo departamento se encontraban Johann, Richard, Oriana y otra chica...

—¿Y Chris? —preguntó con tristeza, realmente le hacía falta su amigo.

Sabía que el castaño había visitado esos días en el hospital a su novio, y a él sólo lo visitó antes de que despertara.

Era su culpa, por haberlo tratado de tal forma cuando sólo quería hacer algo bueno.

Pero ahora mismo, no tenía los pantalones ni la cara para ir a pedirle disculpas, y tampoco tenía ganas de hablar sobre lo sucedido, aunque sí que lo necesitaba.

Extrañaba a su mejor amigo.

—No está —respondió Richard en tono bajo—. ¿Por?

—¿Vendrá?

El moreno negó y un suspiro salió de los labios del rizado.

—¿Todo bien, Joel? —se acercó Johann— Es Yoandri, ¿No?

Abrió sus brazos cuando lo vió asentir, y Joel no lo dudó, se aferró al cuerpo de su amigo.

—Ellos dices que no lo merezco, que soy muy poco para él y que no tengo corazón.

—Pero el destino jamás se equivoca —susurró mientras acariciaba sus rulos—. Amigo, verás que volverán a estar juntos, tú sabes que vales mucho y mereces estar con él. Nadie te puede decir lo contrario.

—Se ha ido.

Sus palabras se quedaron en el silencio de aquella habitación y de pronto, abrió los ojos, sobre el hombro de Johann vió a la chica desconocida y se alejó con una leve sonrisa del chico.

—Joel, hola... —saludó Oriana levantándose, pues había esperado a que hablara con Johann.

—Oriana —la abrazó—. ¿Es tu amiga?

Preguntó señalando a la ojiverde y la morena asintió con una gran sonrisa.

—Su nombre es Emilia Mernes —con una señal, le indicó a la chica que debía acercarse y está llegó a su lado—. Emilia, él es mi amigo Joel.

—Es un gusto, Joel —saludó sonriendo la chica, estirando la mano mara estrechar la del rizado, y éste se la dió—. Puedes decirme Emi.

—El gusto es mío, Emi.

Por cortesía sonrió, pero no sabía ni para qué la habían llevado. El día era para llorar y escuchar canciones depresivas en su cama, mientras se llenaba la boca de muchos tipos de chatarra, totalmente arropado y con un gorro de lana.

Pero, al parecer sus amigos no tenían los mismos planes, y él no quería estar feliz, pues ese día acababa de perder al amor de su vida.

Caminó a la cocina, disculpándose por no quedarse más tiempo con ellos y comenzó a sacar comida empaquetada de la alacena.

Tomó una bolsa de Doritos ∆ diablo grande, salsa búfalo, Valentina negra, un sobre de piquín y papas fritas fuego, era hora de matar a las mariposas de su estómago, y ¿qué mejor que con mucho picante?

Abrió las bolsas y comenzó a combinar todo, entonces metió el primer Dorito a su boca y sus ojos expresaron sufrimiento.

Alguien se sentó a su lado, y frente a él dejó un vaso de leche.

—Te dolerá el estómago después —escuchó la vocesita más rara que había escuchado ese día, y su acento—. ¿No crees que está muy picoso?

Emilia era argentina.

Asintió, llevaba apenas tres papas y ya comenzaba a arderle la lengua.

—Bueno —volvió a hablar la chica—. La leche es muy buena para quitar el ardor del picante, sobre todo a temperatura normal.

—¿En serio? —preguntó tomando el vaso y la chica sonrió, asintiendo— Que bueno, gracias.

Ella sólo lo miró de forma completamente extraña, y Joel frunció el ceño, bajando el vaso y dejando una marca de leche sobre sus labios.

Emilia comenzó a reír y tomó una servilleta para limpiar los rastros de la bebida láctea, pero entonces su mirada volvió a confundir a Joel.

—¿Qué pasa?

—No es nada, es sólo que... —suspiró con una sonrisa nostálgica— Nada.

Finalmente se arrepintió y no lo dijo.

La conversación tomó un rumbo agradable, pero poco a poco la chica hizo que Joel se sintiera incómodo, porque comenzaba a hacer chistes malos sobre su cabello o cosas que veía.

—Eres muy linda —mencionó con sarcásmo cuando ella se refirió a sus ojos como algo irrelevante, porque eran cafés.

Ella se confundió por el tono de su respuesta, no sabía por qué sentía que no le agradaba al rizado, si estaba haciendo todo lo posible por ser buena y divertida.

Pero quizás, ese seguía siendo su defecto, que cuando algo más le atrae no puede tenerlo. Era una maldición que todo lo que llamada su atención, era alejado por ella misma, aunque ni siquiera se daba cuenta cómo sucedía.

Pero ella debía admitir, que había quedado encantada con los ojos de Joel, que a pesar de ser muy comunes, en él resaltaban de forma preciosa, y eso era lo que no había sabido explicar.

Joel se levantó molesto luego de algunos comentarios más, dejándola intranquila en la cocina, procesando lo que sucedía.

El rizado llegó a la sala con los demás y se tiró frustrado entre los dos varones.

—¿Qué pasa ahora? —interrogó Richard, mirando su molestia y Joel bufó.

—Mernes me molesta —alegó mirando mal a su amiga Oriana, como una forma de reproche.

—¿Emilia? —el chico asintió.

Emilia se había levantado de la cocina, basta triste, resignada a que debía irse de ahí si no quería empeorar las cosas.

Caminó hacia la sala, y todos miraron su rostro, a decir verdad estaba decepcionada por no haber logrado hacer sentir bien a Joel.

—Hey, me tengo que ir —avisó y los chicos negaron, era bastante noche para que se fuera así—. Joel, lamento si hice algo hiriente, a veces suelo ser muy tonta.

—¿Tonta? —preguntó confundido.

—Sí, mis palabras no son muy claras en expresar lo que mi mente piensa, cuando hay algo que me gusta.

Oriana miró a la chica muy sonriente, sabía lo que intentaba decirle a su amigo.

—No, está bien —sonrió—. ¿Sabes? Deberías quedarte esta noche, por seguridad.

—No creo que sea correcto.

—Vamos, ayúdame a relajarme un poco, aún estoy triste.

Se levantó nuevamente del sofá y tomó la mano de la chica, para llevarla a su habitación, entonces ella sonrió y se dejó llevar.

Oriana daba saltitos en su lugar, feliz de haber conseguido su objetivo de calmar el daño que había en su amiga, y el dolor de Joel.

Pero Johann y Richard, la miraban con desacuerdo. Si Joel hubiese perdido completamente a Yoandri, estaría bien que intentara emparejarlo con alguien más, pero no era justo, sabiendo que algún día el chico podía volver y buscar el amor que se había quedado en pausa con el moreno.

Así que sólo la miraron molestos, y cruzando miradas entre ellos, comenzaron a negar sin saber qué hacer.

El TIC TAC de tu amor || Chrisdiel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora