Capítulo ocho || Mejor ella.

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- ¡Ya estoy harto! -se quejó Richard, jalando su cabello, cuando Christopher se alejó de nuevo para ir por pastel- Ni siquiera nos ha traído.

Johann miró al chico atentamente, y notó que corría empujando a todos, para ganarles la comida.

- Se va a acabar solo ese pastel.

Richard asintió, bufando fuertemente.

Christopher había estado dando vueltas con comida, cada vez que terminaba de comer un plato y le animaban a acercarse al rubio, que seguía mirándolo con interés, él decía aceptar, pero antes iba por más comida y al volver, no hacía nada.

Así lo hizo varias veces, y ya estaban frustrados, porque ni siquiera estaban logrando un acercamiento con ellos.

Hasta que por fin, vieron al castaño regresar con su plato vacío, chocolate en las mejillas y la barbilla y un gran puchero, además que sus ojos se encontraban más redonditos de lo normal.

Johann abrió sus brazos al verlo acercándose y Christopher, sin cuidado al engancharse a su cuerpo, escondió la cara en el pecho del más alto.

- ¿Qué pasó? -preguntó Richard a un lado, intentando no reír por los gestos de Johann, que quería hacer una rabieta, sabiendo que su playera seguro quedaría manchada con chocolate.

- Alguien se acabó la última rebanada de pastel que dejé.

Chilló y entonces, sus amigos se miraron divertidos.

- Christopher, ¿No te cansas de comer?

- ¿Ustedes no se cansan de molestarme? -preguntó alejándose de Johann, quien suspiró aliviado al notar que estaba limpio.

Pero no por mucho.

Antes que alguno le respondiera, con el tema del lindo rubio frente a ellos, Christopher tomó el borde de la playera de Johann y la pasó por su rostro, quitando el resto de pastel de su cara.

- ¡Ay, puerco, es mi favorita! -chilló dando brinquitos de frustración.

Richard comenzó a carcajear y Christopher, como el bebé que era, comenzó a sacar su labio inferior y moverlo, mientras sus ojos se ponían brillosos y redondos, queriendo llorar.

Johann lo miró y negó rápidamente, acercándose para abrazarlo de nuevo.

Era algo bastante común en Christopher, buscar un pretexto para llorar cuando alguno de sus amigos estaba molestándose con él, para así librarse del problema.

- No Chris, lo siento, no quise decirte así.

- Está bien, sólo no me grites.

Johann asintió con una sonrisa y besó su frente, para luego alejarse.

- Chicos -habló Richard señalando discretamente al rubio-, al parecer esa demostración de afecto amistoso no ha sido tomada muy bien.

- ¿Qué? -preguntó Christopher mirando al chico.

Sí, parecía incómodo, lo miraba de reojo mientras negaba, escuchando a su amigo hablar.

El contacto visual llegó rápidamente, y al instante el rubio se volteó para no mirarlo.

- No debí hacerlo -susurró Johann.

Christopher se encogió de hombros y se giró, comenzando a caminar de nuevo.

- Bueno, mientras se va la tensión, voy a buscar una bebida porque el chocolate ya me dió sed.

Ambos chicos lo miraron serios.

No podía ser, que ni viendo que realmente el rubio se había interesado en él, quisiera acercarse a hablarle.

No era nada agradable verlo así de esquivo.

Pero eso era exactamente por lo que Christopher no quería acercarse al rubio, quizá después de todo le había gustado y si se acercaba, el chico podría cambiar su destino.

«Ni loco voy allá», pensaba.

Sí, quizá el chico era la cosa más bella que había visto en mucho tiempo, pero eso no cambiaría en hecho de que debía cuidar su futura felicidad.

Regresó con algo que ninguno de sus amigos esperaban. Cerveza, y sonrió bebiendo frente a ellos.

- ¿Y ahora de dónde sacaste cerveza? -preguntó Richard preocupado.

- Ah, unos chicos por allá me la dieron.

- ¡Es que eres tonto! -le reprendió- ¿Qué tal si le pusieron algo a esto para drogarte?

Christopher lo miró en silencio unos segundos, y encogiéndose de hombros con un gesto despreocupado, le dió un gran trago a su vaso.

- De algo me voy a morir -habló al ver el rostro de desaprobación del moreno-. Ya cállate y mejor díganme con quién voy a bailar.

Johann soltó un chillido, emocionado, porque el castaño al fin iría a ver al rubio.

- ¿Ya piensas ir?

- Si no ¿Para qué preguntaría?

- Vale -señaló al rubio-, es él, ve a hablarle.

Iba a comenzar a caminar, pero Richard lo detuvo rápidamente.

En sólo un instante que había intentado buscar a los chicos que la habían dado cerveza a su amigo, los ojos de Richard habían encontrado a una morena sumamente bonita, de cabello castaño.

La chica tenía un buen cuerpo y unos ojos encantadores, además de que la sonrisa que apareció en su rostro al notar que la observaba, era pura perfección.

Pero además de que creía conocerla de algún lugar, algo en ella llamaba demasiado su atención.

- ¿Qué sucede? Ya voy a verlo.

- He encontrado algo mejor.

- ¿Dónde?

Richard señaló a la chica y luego de observarla, y hacerlo con Richard, el castaño negó.

- Voy a hablarle al chico de allá.

- ¿Por qué? -preguntó el moreno confundido, pues para él, la chica era más bella que el rubio- Mejor ella.

- Richi, ya te ví -sonrió orgulloso-. ¿Por qué mejor no vas tú a hablarle? Se nota que le gustas.

- Es verdad -apoyó Johann-. Te mira como si fueras un unicornio.

Christopher comenzó a reír y empujó al moreno para que fuera con la chica, cuando lo vió seguir solo, miró a Johann.

- Y tú vete a buscar a alguien si no te quieres quedar solo.

- Bueno -apenas vió pasar a su amiga, Oriana y se pegó a ella-. Suerte.

El que se había quedado solo entonces, era Christopher, así que decidió cumplir con su palabra e ir a hablar con el rubio.

Al final, nada perdía con bailar y conversar un rato.

Cuando estuvo frente a él, sonrió al ver que levantaba la mirada y nuevamente, el chico correspondió.

- Hola, me preguntaba si estás solo, ya sabes... Sin pareja -el rubio lo miró de arriba a abajo y sonrió coqueto, asintiendo- B-bueno, ¿Te gustaría bailar?

Preguntó un tanto nervioso por su mirada.

- Claro bonito.

Se levantó y tomó con delicadeza su mano, entrelazando sus dedos y lo llevó a la pista. Ahí sonaba una canción, para su mala suerte muy lento, así triunfante, el rubio rodeó su cintura con un brazo y lo pegó a él.

Christopher, sin soltar la mano del chico, se enganchó con la otra a su cuello y, sin saber por qué lo hacía, recostó su cabeza en el pecho del más alto.

- Eres muy bonito.

Susurró el chico, recargando el mentón en su cabeza.

- Tú lo eres.

Respondió sintiendo sus mejillas arder, y sonrió con dulzura.

El TIC TAC de tu amor || Chrisdiel.Where stories live. Discover now