Capítulo 19 : Mal Venida a la Jungla

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Harry, hace unos segundos, estaba al borde de las lágrimas de tanta emoción ante la idea de ver a Josephine regresar. Eso sin mencionar que conforme la temporada decembrina se aproxima, hasta una cínica como ella siente ocasionalmente el calor en su corazón de un momento del año de alegría y disfrutar a lado de aquellos que uno ama y atesora.

Todo sin una onza de sarcasmo o mala actitud en su organismo respecto a tal idea.

¿Era tan extraño el entender eso? Al verla bajar de su tren, con sus ojos un poco cansados, pero igual de resplandecientes, con ropas más cómodas que estéticas para soportar el largo viaje al oeste del país, y a lado de una completa desconocida que le sostenía la mano en casi todo momento y...

...y en ese momento, el sentimiento de Harry transmutó, de la dicha de verla volver, a una frialdad ártica intolerable que para su "buena" fortuna, congeló la expresión de su rostro en una de simpatía forzada, como aquella que uno pone al recibir parientes desagradables o empleados del fisco.

—¡Oh, ahí estás! —Josephine expresó con esa chispa jubilosa y corrió en su dirección.

Y por un segundo, los hielos en el corazón de Harry comenzaron a derretirse con cada paso que su amiga daba acortando la distancia entre las dos.

Al siguiente segundo, no obstante, sintió el frío de una tundra al verse rebasada e ignorada.

—¡Hija! —la madre de Jo exclamó al acudir a su abrazo.

—Oh... sí... eso tiene sentido —Harry pensó asintiendo, tratando de no mostrarse tan herida como se sentía—. Olvidé que algunas personas no odian por completo a su familia.

Y con un poco de paciencia de su parte, al final, Jo sí le otorgó la atención que (sentía que) merecía.

—¡Harry! —la rubia exclamó en un tono tan dulce como muestra de sangre en una clínica de tratamientos para pacientes diabéticos y se abalanzó a abrazarla.

—Bienvenida perra —Harry le replicó al oído, sin esperar encontrarse al borde de las lágrimas.

Y tenía tanto que mostrarle; tanto por compartir, tanto por comentar: no fueron tantos días, pero bien pudo ser una condena perpetua: una tortura constante y dura el verse tan separada de su mejor amiga, y apenas podía contener su emoción el imaginar todo lo que podían hacer en aquellos días libres de sus vacaciones de invierno: finalmente juntas, finalmente en plena libertad. 

—No ganamos —Jo resopló con desanimo.

—¿A quién carajos le importa? —comentó Harry—. Son estudiantes de Hopewell: el puto milagro es que consiguieran un puñado de alumnos que supieran escribir sus nombres en las formas de inscripción. 

—¿Tú no sabes escribir tu nombre?

—...en fin, ¿y qué tienes qué contar? ¿Cómo te fue? ¿Muy solitario tu tiempo en el viejo pueblo? ¿De seguro que sí, no? Pero eso es lo de menos —Harry prosiguió su verborrea tras colocar su brazo alrededor de los hombres de la rubia—, porque ahora estamos de vuelta juntas; el dúo dinámico, pan con mermelada, papas con catsup, el ejemplo perfecto de "nombra un dúo más icónico" y...

—Josie, amiga —una voz en un notorio acento campirano, no muy diferente al que se le salía ocasionalmente a Jo cuando perdía la paciencia comentó—. ¿No me vas a presentar?

Harry casi pierde el paso ante aquel llamado sorpresa, pero más todavía por la forma en la que su amiga se liberó de su contacto.

—¡Claro que sí! —Jo comentó con gusto, interponiéndose entre ambas de sus amigas—. Gail, te presento a mi amiga Harriet, de Toronto; Harry, ella es mi mejor amiga de Calgary: Abigail.

¿Cómo Te Lo Digo Querida Jo?Where stories live. Discover now