Rana

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Daba vueltas de un lado a otro en la cama, no podía conciliar el sueño. En lo único que pensaba era en Charlotte. Me regañé severamente un par de veces por provocarle el llanto, por no intentar ser otra persona y corresponderle, y por no hacerla feliz. Ella estaba como siempre. Sin embargo, yo no. La culpa ocasionada por mis palabras resonaban en mi cabeza, como si hubiera hecho mal. Me reclamaba a mí mismo constantemente. La escena, en el momento justo cuando la rechazaba, me acosaba en mis pensamientos como un espectro enojado. No tocaba bien la guitarra, fallaba demasiado. El trabajo lo hacía aún con más desgano y cuando convivía con Saúl y Charlotte les respondía similar a un autómata. Estaba un tanto distante, como fuera de mi cuerpo, flotando lejos de todos y manipulando mi podrida vasija desde la distancia, igual que un títere sin voluntad.

—¿No puedes dormir? —me preguntó Saúl al verme dar vueltas—. Como que últimamente te cuesta conciliar el sueño. Desde que regresamos del evento estás diferente. ¿Pasó algo? —indagó.

Como era de costumbre, Saúl se encontraba en el otro extremo de la cama, apartado de mí por una muralla de cojines. El gato yacía encima de su cabeza, fingiendo ser una almohada más del lugar.

—¿Qué haces cuando algo te da culpa? —pregunté entre susurros.

—Lloró y escribo sobre eso —respondió despreocupado.

Su vozarrón resonó en mi cabeza y en la penumbra de la habitación.

—¿De verdad eres un escritor? —Entrecerré mis ojos.

—Mi querido Renatus, tienes un concepto erróneo de los escritores. Qué más da, vamos. Estoy seguro de que hoy tampoco dormirás bien, será mejor aprovechar ese insomnio. —Saúl se levantó de la cama.

Fui detrás de él, terminamos en la cocina. Saúl preparó té y recorrió las cortinas de la ventana de la sala. Vi las espesas nubes que se alumbraban robando la luz de la luna llena. Me encontraba igual de inquieto que esas nubes. Me senté en el sillón, bebí lentamente el té que Saúl me preparó.

—Tienes días que no tocas la guitarra bien —comentó—. Y tu mirada es extraña, como la de alguien confundido y perdido. ¿Qué te sucede? —inquirió un tanto preocupado.

—Ya no me entiendo... es lo que pasa. No sé en qué pensar, no sé qué hacer, no sé qué hay en mi futuro. No soy la persona que creía ser, o eso creo. No lo sé. —Miré confundido a Saúl. Contenía la tristeza que me ahogaba.

—Con el tiempo todo se aclarará, mi niño —habló fingiendo mal la voz de una anciana—. Disfruta de los momentos que te ofrece la vida y concéntrate en lo que tienes qué hacer. —Saúl se acercó a mí y me rodeó el cuello con su brazo.

—Tengo que dormir para ir mañana a trabajar.

—Eso. Piensa en tu monotonía, es tu burbuja —comentó burlón.

—¿Entonces en qué pienso? —Fruncí el ceño—. Llegué a pensar que estaba muerto en vida, que no era capaz de amar...

—¿Y lo eres, un muerto en vida? ¿Cómo llegaste a esa conclusión? ¿Por qué estarías muerto en vida?

—Muchas preguntas. —Me recargué en el hombro de Saúl—. ¿No será que me volví loco y ustedes son parte de mi imaginación? ¿Por qué están en mi vida y por qué soy tan dichoso de conocerles?

—Haces muchas preguntas. Pero te aseguro que no somos parte de tu locura. —Saúl acarició mi cabeza como si fuera la de un cachorro—. Me preocupas, tú no eres así.

—¿Cómo soy? —Me deslicé en el regazo de Saúl y ahí me quedé.

Tenerle tanta confianza era muy cómodo. Estaba tan acostumbrado a él y a Charlotte. Mi peor temor era perderlos por mi imprudencia.

En mi melancólica soledad con ellos ( Completa y disponible en papel)Where stories live. Discover now