Festival

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Seguimos el paso apresurado de Charlotte. Éramos tres almas enmascaradas que andaban por las congeladas calles empedradas de un pueblo dormido por el invierno. No importaba donde mirara, todo era blanco: el suelo, los árboles, las casas, las farolas, las nubes y hasta el mismo sonido. Saúl sacó de su gabardina una libreta y bolígrafo, hacía apuntes, emocionado. Miré las cabañas de la zona por donde andábamos. Eran modestas, pero muy vistosas. Recordé a Dafne. Ella vivía en una cabaña con sus dos hermanas pequeñas, su familia era muy pobre. Entendí, tarde, su deseo y sueño de salir a toda costa de la pobreza donde nació. No pasé mucho tiempo en su casa, no le gustaba que fuera ahí. Solíamos pasar el tiempo en la mansión de mi padre, en el jardín de la escuela y en los parques. Al recordarla y estar en el pueblo, la extrañé un poco.

Charlotte se detuvo, una de las vistosas cabañas estaba consumida por completo, sólo quedaban las vigas carbonizadas.

—¿Qué pasó? ¡No puede ser! —dijo exaltada.

Corrió y dio vueltas por el lugar. Levantó algo que sobrevivió del fuego, era un marco de metal.

—¿Qué sucede Charlotte? —preguntó Saúl.

—Aquí vivía con mis cuidadores... quería verlos, hacerles preguntas, pero ya no existen... —Miró atónita las cruces dejadas en el centro del lugar.

Me acerqué, eran tres cruces de madera tapizadas ligeramente por la nieve. Tenían los nombres de los seres que cuidaron y maltrataron en el pasado a Charlotte. Recordé que mencionó haber sido criada junto con otra niña. Una de las cruces pertenecía a esa niña.

Ella se derrumbó en la nieve, Saúl corrió a consolarla. La envolvió en sus brazos y la puso de pie, ella se abrazó y lloró sin quitarse la máscara. Me quedé a la distancia, mirando el momento y sintiéndome ajeno. Les clavé la mirada, mientras pensaba y pensaba. No existían motivos para llorarle al pasado. Juntos éramos felices, formábamos un triángulo perfecto. Recordé las palabras de Saúl. Él la quería, pensaba en el futuro adueñarse de ella. Pensé si Charlotte lo aceptaría como su esposo y si me olvidaría para ser feliz de verdad.

Por un momento, creí que sería buena idea fingir, obligarme a ser otra persona y estar con ella. Sin embargo, sabía que las mentiras lastimaban. Era un perdedor. Charlotte y Saúl volvieron a mi lado, caminé hacia el lago y bosque, donde se realizaba el festival.

—Charlotte... me preocupas. —Escuché a Saúl.

—Quería respuestas, saber cómo librarme de la maldición que me impide ser feliz. Ya no quiero ver esas cosas, ya no quiero tener pesadillas. Ya no quiero vivir con el miedo de ser controlada por otros... —susurró triste.

—Ya encontraremos respuestas, estoy contigo. No tengas miedo —animó Saúl.

Giré mi cabeza, vi como él la tomó de la mano. Fruncí el ceño. Me enojó. No supe bien por qué, simplemente me molestó. Caminé ignorándolos. La música del festival resonó por el lugar, derrotó al silencio blanco. Parecía un bosque solitario. Sin embargo, las antorchas repartidas y los faroles de papel con luces colgados entre los pinos le daban vida al lugar.

Alguna que otra persona caminaba por la zona. Enmascaradas, se dirigían al festival. La poca luz de un sol lejano se desvaneció, cobró relevancia la iluminación y las llamas.

Cuanto más nos adentrábamos al bosque, más se escuchaba el bullicio del festival.

Llegamos al interior cuando la noche era todo y las personas fingían ser animales con sus máscaras. Bailaban de un lado a otro muy animados, al ritmo de los músicos en el escenario montado para ellos. Algunas mujeres, enmascaradas con antifaces, giraban descalzas alrededor de una fogata, se encontraban vestidas con prendas ligeras y blancas. Supuse que bailar alrededor de las llamas les quitaba el frío. Saúl anotó y anotó lo que veía. Para él era como estar en otro mundo, tal vez uno similar al de sus escritos.

Nos separamos entre la multitud. La gente brincaba y se movía de un lado a otro, les emocionaba la zanfona y el baile de las mujeres en la fogata. Por un momento, todo me pareció que marchaba demasiado rápido. Las máscaras, que representaban inofensivos animales, se transformaron a las de demonios burlones. La gente no reía, murmuraba rezos incomprensibles para mí. Todo giró y giró, deformándose ante mis ojos el panorama. Mi corazón se volcó y me derrumbé.

Una persona que portaba la máscara de un ciervo me ofreció su mano. La tomé y desorientado me puse de pie.

—Es pesado, más desde que Čiuj no se ha manifestado —comentó la mujer con máscara de ciervo.

—¿Por qué? —pregunté agotado, respirando con dificultades.

—Debe ser porque algunas Damas de Noche escaparon, debió enojarse. Ojalá un día nos perdone y vuelva a bendecirnos —dijo afligida con una entonación dulce pero a la vez opacada por la máscara de ciervo.

La fiesta y el bullicio perdió relevancia para mí, muchas preguntas surgieron.

—¿Por qué no se siente bendecida? —pregunté pensando en cómo sacar información.

—Pobres de nosotros que somos herencia de demonios y el único que queda nos niega. Pobres de nosotros —murmuró—. Las doncellas que escaparon nos maldijeron al no estar con nuestro Dios. ¿Qué más maldición puede ser que él ya no nos visite? Tenía esperanzas de que este año se volviera a presentar en el festival. Igual, bailaré para él y si tengo suerte el bebé será una niña. —Acarició su panza—. Volverá... tiene que hacerlo.

—Sí... es muy importante que lo haga —comenté esperando conseguir algo.

—Así es. —Asintió—. Ánimo, hermano, que Čiuj te proteja, esté donde esté.

La mujer se alejó, la perdí entre la multitud. Por un momento dudé de la existencia de ella.

Al sentirme tan cansado y mareado decidí reposar. Encontré paz alejándome un poco. Tomé asiento en un tronco caído, donde alguien invirtió tiempo valioso de su vida para darle forma de banca. Me acosté y miré el follaje de los árboles que impedían la nieve acumularse en la zona. Me pareció curioso que, aun nevando, los árboles y pinos mantuvieran un follaje vivo muy tupido.

Un sutil viento con aroma a polen agitaba el follaje y las lámparas decorativas. Todo me pareció un sueño, uno absurdo. Había olvidado el pueblo como tal, no lo recordaba tan fúnebre. Estar en la ciudad, rodeado de personas normales, me hizo entender más mi naturaleza y realidad. La cabeza me pesaba, no era normal mi sentir.

Recordé la muerta mirada de la que fue mi nana. Observó, un tanto complacida, el platillo que comía. Me pregunté si le pusieron algo a la comida y así fue.

Deseaba levantarme y encontrar a Saúl y Charlotte, estaba preocupado por ellos. Con muchos trabajos y esfuerzos me puse de pie, caminé sosteniéndome de los troncos de los pinos. Escuché con mucha intensidad mi andar entre el follaje caído. Todo me daba vueltas, las fuerzas me abandonaban llevándose mis sentidos. Logré regresar a la fiesta, busqué con mi opaco ver a Saúl y Charlotte. No los vi entre la multitud.

Caminé buscándolos, por piedad de algún dios, logré vislumbrarlos. Conversaban animadamente. Estaban sentados en unos bancos con las máscaras en sus regazos. Charlotte miraba fijamente a Saúl, me pareció ver sus ojos brillar como estrellas. Me planté en el lugar. Ellos estaban bien, más que bien, estaban juntos y se querían. Todo se puso oscuro para mí.

En mi melancólica soledad con ellos ( Completa y disponible en papel)Where stories live. Discover now