El gato

1.5K 406 61
                                    

Las semanas pasaron, la temporada de lluvias disminuyó y el otoño se apoderó de la ciudad. Todo había vuelto casi a la normalidad. Sin embargo, Alex se la vivía cerca de Charlotte. Me acostumbré a mirarlo seguido en el departamento y Saúl dejó de molestarlo, un poco. No tardamos en suponer que Alex era novio de Charlotte. No dije nada, él creía que era hermano de ella y Saúl mi pareja. Entendí. Él era su igual, me daba gusto que Charlotte fuera feliz con él, aunque me sentía extraño con la idea, no supe descifrar aquellos sentimientos del todo.

Desganado, solía matar el tiempo en la cafetería de mi trabajo bebiendo café. No tenía ánimos de nada. Saúl había salido de la ciudad por algunos pendientes que tenía con una editorial y más. Pocas eran mis ganas para regresar al departamento y encontrarme con Alex y Charlotte siendo dichosos juntos. Lo sabía y muy bien, ella se merecía ser feliz con quien decidiera estar.

—Te esfumarás entre suspiros —comentó alguien, su voz me pareció familiar.

Giré mi cuello y vi una joven de cabello negro y corto detrás de mí, no la reconocí.

—Supongo —respondí tajante.

—Soy Clara. —Soltó una risita—. De verdad no me reconoces, tu expresión me lo dijo.

—La verdad que no, te ves muy diferente —fui honesto.

—Decidí probar algo más natural. ¿Por qué tan decaído? ¿Tiene que ver con tu novio? —cuestionó y tomó lugar en la silla vacía junto a mí.

—¿Mi novio?

—El escritor, todos en la oficina hablaron por meses de eso. Parece que vives en otro plano y no te enteras de nada. —Esbozó una tímida sonrisa.

—No es mi novio, es mi mejor amigo y siempre bromea así. La verdad es que...

—No eres gay —terminó diciendo lo que iba a decir—, es obvio. Bueno, no tanto, pero algo me dice que no. —Sonrió apenada—. Lo que pasaba es que eres muy retraído.

—¿No estás molesta? —pregunté tímido.

Desvié la mirada en el café y en el vapor que desprendía.

—Para nada. —Negó con la cabeza—. De hecho, gracias a eso conocí a mi prometido. El día que salí de la cafetería un hombre comenzó a seguirme. Me asusté mucho, pero un caballero al ver eso me tomó del brazo y me habló como si fuéramos conocidos. Me salvó y nos hicimos novios con el tiempo. —Sonrió plena.

—Lo siento mucho, te expusiste por mi culpa.

—No te preocupes, era parte del destino. No lo hubiera conocido de no ser porque me fui sola. Estamos ahorrando y planificando la boda, espero verte en esta.

—Claro, me alegro mucho por ti —dije con honestidad.

Después de quedarme conversando un rato con Clara, salí del trabajo. Era muy noche. Sin ganas de regresar al departamento, caminé por el centro de la ciudad. Muchos negocios se encontraban cerrados y había pocos transeúntes. Las hojas secas de los árboles rodaban por las banquetas, resonaban armoniosamente cuando chocaban entre ellas. La frialdad del aire me resecó la garganta. Desistí de mi paseo cuando la soledad interna que llevaba encima se hizo más grande. Extrañé a Saúl y sus bromas, odiaba cuando él desaparecía por semanas. Regresé al departamento. Al abrir la puerta me extrañó que el gato no me saludara como acostumbraba. Fui a los sillones, no lo vi. Entré a mi cuarto, tampoco lo vi. Busqué en la cocina y lo encontré en una esquina, estaba quieto. Me agaché y lo tomé, ahí me di cuenta de que el gato ya estaba muerto.

En el momento no me lo creí. Me senté en el suelo de la cocina, acaricié su pelaje y lo llamé para que despertara. El corazón se me encogió. Él no respondió, era como un pequeño peluche. Lo abracé al saber que sería la última vez. El gato era muy importante para mí, fue mi única compañía por mucho tiempo. Solía demandarme comida, pero a veces me daba afecto. Me quedé inmutado con el gato en brazos, esperando que un milagro lo reviviera. Desconocía su edad, un par de veces lo llevé al veterinario por vacunas y no más. Decían que era un gato sano y eso me bastó para no indagar más sobre él. Cuando renté el departamento él ya estaba ahí, abandonado por los anteriores inquilinos. Entendí por qué no me quería del todo, tal vez pensaba que un día lo abandonaría. Irónico, él fue quien me abandonó primero, muriendo. No pude contener más las lágrimas, lloré en silencio mientras abrazaba el tieso y frío cuerpo del gato. Me percaté tarde que Charlotte tenía rato parada en la cocina, observándome en silencio. Apenado, sequé rápidamente mis lágrimas con la manga del saco de mi traje.

En mi melancólica soledad con ellos ( Completa y disponible en papel)Where stories live. Discover now