Manchas rojas

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Me levanto rápidamente bajo la mirada de un par de alumnas curiosas. Miro a mi alrededor, está pasando algo extraño. Las estudiantes están ordenándose en hileras, algunas balbucean que es porque mataron a un policía y la asesina se escondió aquí, otras solo se mantienen en silencio, están muy asustadas para hablar. Me quedo quieta donde estoy, alumnas se van alineando a mi alrededor. Cuando terminan un policía pasa examinando a cada una y observando sus zapatos. Instantáneamente miro mis zapatos, de manera disimulada, una punzada al corazón me apuñala cuando visualizo la planta, pues esta está completamente roja. Mis zapatos están manchados con sangre, sangre casi seca y que no deja manchas en el piso, pero sangre nueva, de este mismo día. Con pánico comprendo que es eso lo que busca el policía, seguramente descubrieron huellas de sangre por los pasillos, sabe que aquella persona que tenca manchados las suelas es la asesina. Tengo ganas de gritar, gritar fuerte, decir que yo no los maté, que todo es un sueño, pero las palabras no salen de mi boca. Cierro los ojos e intento calmarme. Cuento en mi mente, un segundo, dos segundos, tres segundos. Abro los ojos. Al igual que al comienzo del día todo está cubierto de niebla. Solo vislumbro la figura inmóvil del policía a lo lejos, no se mueve, no respira. Frente a mi aparece una figura, su pelo rojo brilla entre la neblina, es la chica pelirroja. Me mira y sonríe con dientes afilados como cuchillas. Corre- me dice ella, sus palabras retumban con un tétrico eco. Tres figuras aparecen junto a ellas, tres alumnas del colegio, tienen el cuerpo cubierto de sangre y en sus manos un cuchillo afilado. Con los ojos abiertos de par en par y una sonrisa ancha se abalanzan contra mi, las tres al mismo tiempo. Salgo corriendo, huyo de ellas pero me persiguen. En mi cabeza intento calmarme sin resultados, decir que solo estoy soñando no me provoca nada. Corro hasta chocar con una pared que la neblina no me dejaba ver e impotente veo como las mujeres me acorralan. Saco el pedazo de cristal roto que aún tengo en mi bolsillo, tiene punta y no se ha destrozado. Las estudiantes me hacen cortes en la piel, siento como mi sangre se desliza, tibia, fresca. Me defiendo, tiro puñaladas con el cristal hacia mis atacantes, ellas me hieren, yo no les hago mucho daño. Logro hacer que una de ellas suelte su cuchillo, lo tomo. Observo mi rostro con cortes en la brillante superficie del arma blanca, con ira y renovadas energías ataco. Apuñalo a una en el cuello, un golpe certero, cae al piso. Apuñalo a la segunda una vez, dos veces, tres veces, la derribo. La tercera me ataca sin percatarse de que sus compañeras han caído, me abalanzo contra ella, la tiro al piso. Me hace profundos cortes en la cara, mi ira aumenta, con brutalidad le atravieso la cara hasta desfigurarla, luego le atravieso el corazón matándola. Estoy enojada, los cortes me duelen, poco a poco me mancho de sangre, sangre de mis heridas y sangre de quienes acababa de asesinar. Sonrío, al menos ellas terminaron peor que yo. Con satisfacción observo mi rostro en la sangre del cuchillo que sujeto a modo de triunfo.

Sueño, Muerte, SangreWhere stories live. Discover now