Rosa negra

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Camino entre las muertas, con el corazón aún en la mano. Todo está cubierto de sangre. Observo a una de las alumnas mutiladas, su cara está manchada de carmesí y sus cuencas oculares lucen vacías, le habían arrancado los ojos. Observo atentamente a la muchacha, casi con admiración. La sangre manchada en su uniforme estaba aún fresca y formaba dibujos hermosos e irregulares, pequeñas rosas, pequeños riachuelos de color. Me saco los zapatos, deseo sentir mis pies humedecidos por el tibio líquido vital que se desparrama de los cuerpos que se amontonan en el piso. Humedesco lentamente mis pies, el contacto con la sangre de mi piel desnuda produce una extraña satisfacción en mi y de repente siento que ya he tenido antes esa sensación, en un tiempo lejano que ha sido borrado de mi memoria. Camino sin pensar, siguiendo un rastro sangriento y sin preocuparme de no pisar los cadáveres. Al centro del lugar, y encima de una pila de cuerpos, hay una bañera, cuya blancura contrasta de manera extraña con la sangre del lugar. Camino hacia la bañera con un profundo deseo de entrar en ella. Me desvisto sobre la pila de cadáveres, mientras con mi piel siento el frío de la porcelana blanca. Estar sin ropa me satisface, sentía que esa ropa no me pertenecía, mi cuerpo estaba hecho para estar desnudo. Observo el líquido de la bañera, agua, demasiado clara, demasiado limpia, demasiado pura. Mis ojos se dirigen automaticamente al corazón que tengo en la mano, y sin saber por qué, tiro el órgano al agua. Mientras el corazón cae va formando una rosa roja a su alrededor, una rosa hermosa e irregular que se expande y deshace tiñiendo todo de rojo. Me introduzco lentamente en la bañera, ahora está llena de un denso líquido, oscuro y tibio. Un líquido que ya no es agua, se ha convertido en sangre. Lentamente voy mojado mi cuerpo, mis piernas, mis brazos, mi pecho. Al contacto con el líquido mis heridas se curan sin dejar marca, ninguna señal de que me habían atacado antes. El líquido me envuelve placenteramente, me siento cómoda y cálida. Tanta sangre no me preocupa en absoluto, me relaja. Se que todo es un sueño, debe ser un sueño, esas cosas no pasan en la realidad. Sólo en sueños hay bañeras con sangre encima de un montón de cuerpos seccionados. Me sumerjo en el líquido de la bañera, con los ojos cerrados. La calidez me relaja, es tan confortable estar ahí. Saco la cabeza del agua y abro los ojos, a mi alrededor ya no hay cadáveres, en su lugar hay rosas, rojas y bellas. Salgo de la bañera con cuidado, completamente cubierta de sangre. Me acerco a la rosa más cercana e intento tocar sus pétalos. En el momento en que mis dedos rozan la suavidad de los pétalos oigo una voz, una voz grave y enojada. Por qué las mataste- pregunta una y para vez, estremeciendo el silencio que hay en el lugar. La rosa se vuelve negra, y con un remolino absorbe todo lo que hay en el lugar. Una mancha de color rojo entra a la rosa y luego ya no hay nada. Sólo estoy yo, parada dentro de un blanco infinito, frente a una rosa negra que escurre un líquido oscuro y mancha el suelo. La voz retumba con eco, sigue preguntando. Miro hacia arriba, no se de donde sale la voz, pregunta enfadada y yo no se qué responder. Pienso pero no hablo, si no las mataba ellas me matarían a mi. Miro la rosa, ya no es hermosa, su visión me aterra. Corro y corro, me alejo de ella, perdiendome en el inmenso blanco. Me detengo jadeando, frente a la figura de la chica peliroja que ya había visto, aquella chica extraña que era un reflejo de mi misma. Ella me mira, con unos ojos oscuros sin vida, sonríe de una manera que me estremece, y me habla, con una voz tétrica que me da un escalofrío. Me dice que pronto volveré a casa, que estoy cada vez más cerca. Tras decir eso ella explota, una luz negra me envuelve, el blanco se oscurece, me encuentro dentro de un profundo negro. Poco a poco todo se empieza a ilumina y logro percibir lo que me rodea. Estoy en un cuarto gris, con un gran espejo. Frente a mi hay un policía que me mira serio. Estoy sentada en una mesa metálica y mis manos reposan esposadas sobre ella.

-¿Por qué las mataste?- me pregunta el policía.

Lo miro y no le respondo, ¿qué está pasando?, Siento que ya no estoy soñando, pero no puede ser posible, las muertes fueron en el sueño. Miro nuevamente al policía, tengo ganas de gritarle que todo fue un sueño, pero guardo silencio, ya no estoy completamente segura. Siento una fuerte puntada en la cabeza. Algo crece en mi interior, la sensación de que algo malo está pasando.

Sueño, Muerte, SangreOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz