Cap 8 (Editado)

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Sus manos sudaban mientras bajaba del vehículo de aquel hombre. La tensión se palpaba en el aire. ¿Realmente era la situación necesaria? El empresario que tenía a su lado, era capaz de poseer cualquier persona con más poder que ella.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por un agarre fuerte sobre su mano.

- ¿En qué piensas tanto? Vamos, entra.

Despacio, como si ganar tiempo le fuera a salvar de su situación; se dirigió al portal del edificio. ¿Porque vivía en un edificio? Sus sumas de dinero debían llegar para una casa mejor que incluso la que su familia poseía.

Entró al departamento. La mayoría de muebles negros y azules, justamente como era capaz de recordar.

- Siéntate, vamos.- indicó el hombre.

Con los nervios a flor de piel y su estómago mezclándose, cedió a la petición.

- Vamos a hablar tú y yo claramente. Te vas a casar conmigo porque así está decidido, no puedes negarte, ¿entiendes? Tengo todo lo que puedas querer. 

Rodó los ojos.

Claramente no entendía la situación. Probablemente si no existiera aquel escolta que desgastaba su mente la mayoría de tiempo, no tendría ningún problema con lo que le imponían.

Pero existía. Aquel chico que la ponía nerviosa con tan solo su existencia existía. Aquel que la hacía sentirse segura sobre sus brazos y que amaba acariciar su sedoso cabello existía.

- No te preocupes, te acostumbrarás.

La mano del chico se dirigió a su cabeza, haciendo a la joven apartarse de inmediato. ¿Quién se creía para realizar esas cercanías?

Los ojos serios del chico la miraron fijamente unos segundos, analizando la postura de ella.

- Bien, Melisa. Si necesitas algo me avisas. Mañana iremos a casa.

- ¿Tienes otra casa?

- Por fin te dignas a hablar. Si, nos marcharemos de Estados Unidos. Iremos a Argentina, toda mi familia es de allí.

¿Que clase de broma era aquella? ¿Pretendía llevarla enseguida a otro lugar? ¿Creía que la chica le dejaría?

- No.- hablo rotundamente la joven. Su cuerpo se encontraba relajado y su mandíbula apretada.

- ¿Que?

- No quiero ir.

El hombre, tras soltar un largo soplo al aire, se acercó a ella con rapidez, dejándola en la misma situación que la vez pasada. Sus manos sobre su cabeza, él sosteniéndolas y su tez casi unida a la del otro.

- Escúchame bien, niña. No quiero que nos llevemos mal porque eres mi mujer pero que no se te olvide el hecho de que aquí, mando yo. No importa lo que tú quieras en este techo, ni tu opinión. ¿Me entiendes?

La piel de la chica se erizó mientras su cuerpo se tensaba. ¿Que ocurría por su mente?

Estúpido Pero Mío Where stories live. Discover now