E s p e c i a l 1

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Dejé a Emma con la boca entreabierta y una sonrisa divertida ante mi respuesta negativa, luego, antes de que pudiese sacarme la sorpresa de las manos, tomé el cuaderno que se hallaba sobre el césped y me dispuse a correr de vuelta a la capilla en busca de sus padres. Todavía seguía mucha gente dentro.

Estaban los padres de Freya en un rincón, hablando entre sollozos; lastimosamente Dominik seguía allí, con su semblante frío que nunca me agradó, observando el ataúd; Joshua platicaba con una pareja, una pelirroja y un castaño; Sigy, la amiga de Freya, estaba a unos pasos de Dominik, seguramente quería ver el cuerpo de su amiga pero, al igual que yo, quería mantener su distancia con el controlador súper frío.

Otras personas estaban entorno al lugar, pero ninguna pareja me recordaba a Emma, no había una madre o un padre albino. Ojalá hubiese visto con quiénes llegó.

Buscando con la mirada, no vi cuando Joshua se posicionó delante de mí, con la pareja con la que había estado platicando.

—Clark —saludó—, ¿conoces a los escritores Celaya? —inquirió, presentándome a la pareja—, son viejos amigos y creo que los conoces.

Una mueca ladeada fue lo que pude ofrecer, estaba avergonzado porque, definitivamente, no creía conocerlos. No me eran familiar.

—La verdad es que no leo mucho —comuniqué mientras saludaba a ambos en un apretón de manos.

—Clark, sabemos y supusimos que no nos conoces de eso —comenzó a decir la pelirroja con una sonrisa—, somos Zoé y Adrián, los padres de Emma.

Definitivamente no se parecían a Emma, había oído que el albinismo podía ser un caso de genes. Veo que ése no era, en definitiva, el caso de Emma.

—Oh, justo los estaba buscando —murmuré. Más bien, planeaba decirlo en mi cabeza pero salió de mi boca. Esbocé una sonrisa y acaricié mi nuca—, me preguntaba si podría llevar a Emma a un lugar, la dejaré en casa, pero necesito que venga conmigo.

—¿Adónde la llevas? —inquirió el escritor.

—Es una sorpresa.

—A Emma le gustan las sorpresas —apoyó su madre observando a su esposo.

—Sí, quería llevarla al teatro sólo que ella no lo sabe...

Zoé, su madre, juntó sus manos en placer.

—Me encanta la idea. No la veo mal. Es teatro, ¿no, Adrián?

El hombre hizo una mueca, me observó y luego a su esposa.

—Bien, es buena idea ir al teatro.

—Siempre lo es —remarcó la pelirroja con una sonrisa—, bien —volvió a mí con una mirada y voz más severa—, lleva a Emma al teatro y llévala a casa justo cuando termine, nada de paradas express.

—Sí, nada de paradas express —repitió su esposo.

—Yo hacía teatro en mi juventud, aparecí y trabajé en varias obras, luego lo dejé —musitó, dirigiéndole una sublime mirada a Joshua y otra, casi derrapando, a su marido.

—Sí, hacía mucho teatro —remarcó Joshua con una ligera sonrisa.

Me preguntaba, claramente, de dónde se conocían, la curiosidad me carcomía, pero no era oportuno, Emma me esperaba fuera y debí ir con ella. Adrián carraspeó, no dejaba de observarme y creí que estaba dispuesto a darme un tiro, lo cual no descarto.

—Mucho cuidado con mi hija, ¿entendiste, jovencito?

Mis manos se unieron con nerviosismo. Mis palabras se atoraron en mi garganta. Claro que tendría cuidado con Emma, es Emma. Emma es tan dulce que merece lo mejor, ¿acaso me ve capaz de hacerle daño?

Bueno, se trata de su padre, claramente teme que su pequeña salga lastimada, pero conmigo no habría problema.

Asentí con la cabeza, no pude expresar con palabras todo aquello que quería comunicarle, su mirada era tan severa que me comía las palabras de la boca. Zoé soltó una carcajada y dejó que me marchara, eso hice. Acomodé mi abrigo negro, dispuesto a salir, pero una vez con el pie fuera, divisé a Emma caminando justo a la mitad del aparcamiento.

Me detuve.

Era oscuro, definitivamente estaba completamente oscuro y había una que otra farola alumbrando, un poco más allá de nosotros.

Pero Emma, a diferencia de los demás, brillaba. Brillaba como un estrella o mejor que eso. Su color blanco natural era como si desbordara todo el sol sin siquiera serlo. Ella no podía acercarse al sol porque le hacía daño, pero tal vez eso se debí porque ella era el sol. Se trataba de que Emma era la estrella más poderosa, grande y brillante de todo el sistema.

Emma era el sol, aún estando bañada de oscuridad.

Definitivamente era el color amarillo, su alma lo demostraba hasta en la oscuridad, pero eso también demostraba que era todos los colores a la vez, llena de vida y con poderes que nadie más es capaz de dominar.

Emma también se detuvo, observándome. Una fuerza magnética me abrazó y caminé hacia ella con una sonrisa, ¿por qué sonreía? Tal vez lo hacía porque compartía minutos de mi vida con el sol. Con el sol más grande, audaz y precioso. Con el sol más brillante que nunca antes había observado.

Quería tomar sus manos y hacer de ese momento algo maravilloso, pero no podía, había otra fuerza, en mi subconsciente que me abstraía. No podía hacerle eso a Emma. Un sol como ella no merece eso. Nadie lo merece.

Yo era una luna, si nos comparábamos. No podía estar tan cerca del sol, pero necesito de él para ser yo, para brillar. Soy el color azul que necesita de un color amarillo.

¿Si es así?

Emma dice que las personas son colores y que deben de combinar, quedar bien uno con el otro, ¿será que Tara y yo sí combinamos? ¿O combino mejor con Emma?

Emma dice que las personas son colores y que deben de combinar, quedar bien uno con el otro, ¿será que Tara y yo sí combinamos? ¿O combino mejor con Emma?

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Tintes de otoño | completaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora