E s p e c i a l 6

169 38 15
                                    

Mi cabeza retumbó. Estaba arriba, observando a las amigas enfurecidas de Emma y la misma mencionada sollozando dejando un desgarrador dolor dentro de mí.

Lamentaba mi comportamiento y lo que no le había dicho a Emma.

Debo dejar de ser un idiota...

Ver a Emma de esa forma me destrozaba, pero no podía mentirle, de ninguna forma. No estaba seguro de nada, me frenaban mis pensamientos. Tampoco pude moverme de mi sitio, a pesar de que Jacob insistiera en que fuésemos a otra parte.

Era simplemente incapaz de apartar la mirada de Emma. Su sonrisa simplemente había sido un recuerdo en mi mente, ésta se había esfumado totalmente de su rostro, fue apagada por mi culpa. Ella era una vela, cálida y radiante de luz y yo fui el viento que la apagó.

Ya no sonreía, ésta fue suplantada por lágrimas gruesas y jadeos. Yo no podía ir a consolarla porque era mi culpa que estuviese de esa forma.

Algo crecía en el interior de mi pecho y cuando menos lo pensé, mis ojos se cristalizaron.

—Clark, bicho —murmuró Jacob a mi cotado, con una gran sonrisa que cargaba mi peso de tristeza—, ¿vamos a quedarnos aquí mientras te martirizas? Vamos, no le mentiste a Emma, no debes sentir culpa de nada, es normal que esté así —aconsejó.

Para mí siempre los consejos de Jacob han sido un total estiércol de caballo.

Mordí mi labio, Emma murmuraba algunas cosas, con mucha dificultad. No había duda de lo que estaba hablando con sus amigas: de mí. De lo que le dije, o mejor dicho, lo que no pude decirle.

Inflé mis mejillas.

—No puedo dejarla así —murmuré—, debo cuidarla.

—¿Debes cuidarla? ¿Te estás escuchando, bicho? —preguntó alzando las cejas e intentando acaparar mi atención.

—Es mi culpa que esté así —señalé—, no puedo dejarla sola.

—No está sola, está con todas —señaló a las chicas bajo nosotros—, Mía me dejó por estar con ella, así que mejor aprovechemos ese tiempo, ¿sí? Vayamos a jugar una partida —ahora señaló las gradas—, ahora ninguno tiene que preocuparse de una chica, ¿está bien?

—No quiero, Jacob —espeté, dejando caer mi peso sobre la baranda—, Emma está así por mi culpa, no quiere verme, lo sé, pero necesito saber que ella llegará a su casa bien, que ella está bien.

—No creo que ella vaya a estar bien, ¿sabes? Le rompiste el corazón —murmuró con cierta mofa, golpeó mi hombro y guiñó su ojo—. A partir de ahora te llamaré así: rompecorazones.

—No lo hagas —pedí, ladeando mi cabeza para evitarlo. Eso no era ningún trofeo.

Tantas veces que evité que Emma saliese mal. jamás quise hacerle tanto daño. Las veces que me contuve en no besarla porque estaba con Tara... sabía que le dolería más a ella que a mí.

—Rompecorazones —murmuró Jacob en mi oído—, anda, vamos.

Observé a la chica tan blanca como la nieve que sollozaba, sus amigas, furiosas y entristecidas, la rodearon en un abrazo y no pude verla más.

—Ellas son buenas y se quieren, se protegen, Clark —Jacob había cambiado su tono al serio—, lo único que te queda es alejarte, si alguna de ellas ve que planeas acercarte otra vez simplemente te dejarán en coma y es lo mínimo que harán, ¿entiendes?

Una pequeña sonrisa de formó sobre mis labios. Sí, ellas serían capaces.

—Haz tu vida y deja que ella haga la suya. Cada uno tiene su camino y si el destino quiere que se crucen, lo harán. Tú no hiciste nada malo, nunca la ilusionaste, solo la ayudaste, ¿te queda claro, bicho rompecorazones? —volvió a golpear mi brazo, su tono serio ya había desaparecido.

Esta vez lo observé, no tenía caso seguir observando a Emma, a quien no podía ver.

—Tal vez tengas razón —aseguró en un susurro—, bien, vamos a jugar.

No iba a dejar que Emma terminara mal, para ello, debía estar seguro de muchas cosas. No podía volver a cometer otro error.

🍂🍂🍂

Y éste es el último especial de esta gran historia, a la cual e queda poquísimo para finalizar. Estoy muy orgullosa de mí y no es por alardear, hasta el momento puedo presumir que Tintes de Otoño es el mejor libro que he escrito en mis 17 años.

Estoy orgullosa de ustedes, mis lectores, por todo el apoyo que le dan a la historia sin rechistar, solo llegaron repartiendo amor y esa alegría que ustedes me provocan no hay quien me la quite.

Tintes de otoño | completaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora