31. Partida

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Tarde o temprano suceden las cosas

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Tarde o temprano suceden las cosas. Lo curiosos es que ambas palabras iniciando con t. Estuve despierta toda la noche del trece, esperando a que el afortunado día llegara. Las maletas estaban frente a la cama, perfectamente acomodada con todo lo que necesitaría llevar.

Yo las observé durante un largo rato desde la hamaca, deseosa de que los minutos corriesen a máxima velocidad. ¿No es sorprendente cómo muchas veces que el tiempo simplemente se detenga y otras que arranque como si no hubiese algo más? Por suerte, el tiempo es neutro a ambas sugestiones, no corre rápido (aunque unas veces suele hacerlo, cuando no debe) ni se detiene (lo que, extrañamente sí sucede es que retrocede minutos cuando estás en clase de matemáticas).

Cuando por fin el reloj marcó las cuatro de la madrugada, me levanté de un salto, conteniendo mi emoción. Abrí la puerta, observando por fuera cómo mamá caminaba por el pasillo como sonámbula después de su alarma ruidosa la despertara.

Me observó asomándome por la puerta y alzó sus cejas claras. Caminó a mí y me indicó que fuese bajando mis cosas. Obedecí en menos de lo que canta un pájaro. Papá fue el siguiente en levantarse, me ayudó a bajar las escaleras con la maleta.

Cuando los tres ya aguardábamos abajo, dispuestos a subir las cosas a la cajuela, Tara y su madre bajaron los escalones, adormiladas.

—¿Las despertamos? —preguntó mamá preocupada, con su cabello en un chongo y con la bata puesta.

Tara negó con las cabeza y su madre la imitó.

—Queríamos despedirnos y agradecerles una vez más —agrega la señora Owlman.

Mamá se acercó a ella con una encantadora sonrisa, algo muy poco común en ella y añadió:

—Si sucede algo, sea cual sea el asunto, no duden en llamar a este número —comentó, tornándose un poco más seria y haciéndole entrega de un papel.

La señora Owlman lo observó y guardó en el bolsillo de su bata. Tara me observó, con una sonrisa a medio moldear.

Ambas se quedarían en casa durante nuestro viaje. Estarían más seguras encerradas en una casa cómodo donde hay todo mientras no estábamos. Mis papás, en ese poco tiempo, confiaron en ellas, a tal grado de dejarles la casa una semana mientras nosotros no estábamos.

Así nos marchamos, después de vestirnos adecuadamente.

Subimos las cosas al vehículo y, tras hacer los últimos arreglos, fuimos al departamento de los Lewis, yo los guie por dónde ir, una vez estacionados en el amplio terreno, le mandé un mensaje al chico azul, quien lo vio dos minutos después y, tras esperar en pleno silencio en el interior del vehículo, mientras me limitaba a observar por la ventana la soledad con que se vestía el estacionamiento a esta hora de la madrugada; y me consumía del sueño, Clark apareció con su madre.

Tintes de otoño | completaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora