¡Especial 20k!

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No tienen idea de la alegría que me surca como un barco al mar; gracias a esto, ver que Tintes de Otoño llegó a 20k de lecturas, es un libro al que le he cogido muchísimo cariño y, al parecer, ustedes también.

La vida de Emma ya tiene 20k de lecturas, por lo que me he dado el tiempo de escribirles un especial porque ustedes me lo pidieron y yo se los prometí.

Quédense al final, en la nota de autor. Hay una sorpresa más y todos los créditos van para mi repostera lila: MarbellaAnimas

Mordí mi labio con fuerza mientras las luces se apagaban, mi respiración se detuvo, el pánico me inundó vagamente. Me hice más un ovillo sobre el sillón y jalé la cobija a mí, Mía se quejó al otro lado de la habitación para rechistar y rogar que no la dejáramos sin cobija, Jacob simplemente ahogó una carcajada y Lissa, que estaba a mi lado, me observó pese a la penumbra.

Estábamos muy cerca y de cierta forma eso me hacía sentir segura.

—Oigan, yo no quiero —repetí, al borde del pánico mientras Ella caminaba a su asiento con el control en su mano.

Todos me observaron. Millones de ojos y sonrisas de payasos estaban fijos justo en mí. Mis mejillas volvieron a ser totalmente rosadas y rogué estar en otra parte. Después de un tiempo sin ver a mis amigas durante las vacaciones me digné a aceptar su invitación (después de rogarle a mamá). Jamás se cruzó por mi cabeza que, ya siendo un poco a tarde, todos querrían ver alguna película de terror.

Sabiendo aún cuánto las detestaba.

—Ya deja de llorar, Emma —chilló Alex en algún punto de la habitación, en el mismo enorme sillón y oculta bajo la misma cobija.

—Yo estoy aquí —murmuró Lissa junto a mí, quien estaba emocionada por que le dieran play a la película.

Al menos alguien se preocupaba por mi estado anímico.

Me cubrí todavía más con la cobija, creyendo que sería un buen escudo contra monstruos de ficción. Volví a morder mi labio con fuerza. Aspiré todo lo que pude, luego Ella, que se sentó a dos personas alejada de mí, le dio play a la película.

Una música fue lo primero que se escuchó, además de mi corazón que latía con frenesí. Por debajo de la cobija, jugueteé con mis dedos.

Ahora o nunca.

Siempre hacía lo mismos y, lamentablemente, no había ya forma de engañar a mis amigas. La mamá de Ella estaba en el comedor, seguramente no le molestaría darme plática mientras todos veían su patética película de terror.

Tomé aire y, con el rabillo de mi ojo, observé a Lissa. Estaba atenta a la película.

Era mi momento.

No me quería ni un minuto más.

Me levanté del sillón, jalando un poco la cobija y captando la atención de mis opresores. Esbocé una sonrisa genuina mientras mi corazón martillaba con fuerza y mi cerebro me reprendía por lo estúpida que fui.

—¡No! —gritó Lissa, sujetándome de las piernas, trastabillé encima del sillón y caí de regreso a mi asiento.

Intenté liberarme del agarré, pero Alex, que quién sabe de dónde salió, me sujetó con fuerza.

—¡Suéltenme! ¡Quiero irme! —grité.

Del otro lado, Jacob mandó a callarme.

Mientras gritaba, la madre de Ella se posicionó detrás de nosotros, con los brazos cruzados y una sonrisa divertida en el rostro.

Tintes de otoño | completaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora