013

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Sus miradas se cruzaron en un férreo e intenso minuto, ambos, de frente en la puerta, sin decir absolutamente nada

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Sus miradas se cruzaron en un férreo e intenso minuto, ambos, de frente en la puerta, sin decir absolutamente nada.

Uno demostraba fastidio.

Y la otra enfado.

Finalmente, el silencio rompió.

—¿Y ahora qué?— La dulce Uraraka ya no sonaba tan dulce. Habían pasado solamente diez minutos desde que literalmente; corrió a Katsuki de su apartamento.

El rubio echó la cabeza hacia atrás, rodando los ojos. Intentó dar un pie en el apartamento de ella, pero Uraraka se interpuso, arqueando una ceja.

—No.— Exclamó ella, con la frente en alto.

—¡Ya! ¿¡No ves cómo estoy?! ¿¡No puedes dejarme pasar de una puta vez?!— Ahora el enojado era él, no podía creer que recibiese ese trato sólo por una "broma." Minutos atrás había salido de ese mismo edificio, y apenas dio un paso en la calle, una lluvia torrencial le cayó encima; como si el mismo cielo lo odiase, y como no... toda su ropa quedó empapada.

El viento no erá su aliado, pronto las calles se llenarían de agua en plena hora de tráfico, se golpeó la frente con la mano y de paso hizo sonar una explosión que pronto se apagó por la lluvia.

Pensó un momento, era como si el mundo le gritara, vuelve, habla con ella. Y tras minutos de meditarlo, finalmente regresó al apartamento de Uraraka.

—Apenas deje de llover, te irás.— La castaña emitió un lindo y autoritario: "¡Hnm!" Que hizo sonreír a Katsuki; se había salido con la suya.

Mientras ambos caminaban por el pequeño pasillo que los llevaba a la sala, Uraraka comenzó a recitar un poema que aprendió de niña.

—Y vuelve el perro arrepentido...— Musitó la joven, sonriente y extendiendo las manos como si estuviese recitando.

—¿Qué?— Él no comprendió y a la vez sí. Eso era claramente una indirecta.

—Con su mirada tan tierna...— Empezó a caminar de espaldas, viendo de frente al rubio y con una amenazante sonrisa; eso hizo que él frunza el seño y haga una mueca con la boca.

—¿Qué estás...?— Sí, ya empezó a ser molestado de nuevo.

—Con el hocico partido...— Uraraka hizo un gesto imitando a un hocico de perro abriéndose y cerrándose, de inmediato empezó a correr cuando vio a Bakugou intentando atraparla, era como un juego de niños.

—¡Uraraka!— Siguiéndola, sintió temor... ¿Temor? Sí, temor de que ella se lastimase el brazo ya herido con tanto movimiento de aquí para allá.

—¡Y con el rabo entre las piernas!— Se lanzó al sofá y de inmediato se cubrió el rostro con una almohada, creyendo que el rubio haría explotar algo.

Pero no fue así, él sólo se quedó estático viéndola parado a un metro de distancia, frotándose las sienes para no estallar de ira. Uraraka suspiró, era obvio que le divertía mucho verlo enojar hasta cierto punto, el carácter ajeno ayudaba bastante de hecho.

—Sécate, o me vas a mojar a mí también.— Ese tono de voz lo hizo verla a los ojos tratando de analizar, ¿Eso fue doble sentido? La forma de hablar de la castaña la delató.

—Estúpida.— El rubio chaqueó la lengua, desviando la mirada, ese comentario lo hizo avergonzarse, caminó hasta el baño en busca de algo para secarse.

Buscó en el baño y encontró una toalla verde sobre una repisa, mientras se secaba con ella, se detuvo a pensar por un momento que esa era la toalla de Ochako, es decir, es la que ella usaba después de bañarse, quedó viendo la tela por un par de segundos, frunciendo el seño, imaginándose a Uraraka usando esa misma toalla...

—¿Qué demonios estoy pensando?— La dejó en su lugar, negando con la cabeza, estaba demente.

Regresó junto a ella, ya un poco menos húmedo, se había quitado la chaqueta y la camisa, quedando en la zona superior sólo con una camiseta blanca señida.

—Nada mal.— Murmuró Uraraka, llevando su mano hasta su mentón mientras admiraba el físico de su... ¿Amigo? Acercándose a ella.

—¡Jódete!— Fue su respuesta inmediata, ella sólo rió.

Irrirado fue a la cocina y sacó del refrigerador queso, el cual en modo de sándwich puso entre dos trozos de pan, volvió junto a la castaña y se sentó junto a ella, ofreciéndole su nueva creación.

—Cómetelo.— Exigió él, llamando la atención de ella.

—Eh, ya comí algo hoy, y... ¿De dónde sacaste el queso?—

—¡Tienes que comer más de una vez al día, imbécil!— Gruñó, apretando los dientes, ella agarró el sándwich empezando a morderlo, con una tierna mirada de enfado. —El queso, lo compré con el dinero que había en una lata.

Ella frunció el entrecejo, con las mejillas llenas. Se acercó, su mirada se oscurecía cada vez más.

—¿Qué. . . Lata?— Habló con la boca llena y siguió acercándose a él, sin temor alguno, más bien, tratando de inflingir miedo.

—Con una que encontré en la cocina. La que tenía escrita: "Para las papas :3"— Al momento que aclaró eso, la castaña se le lanzó encima ahorcándolo.

—¡Bakugou Katsuki, no vuelvas a tocar eso nunca más!— Presionó con fuerza la garganta ajena, nadie debía tocar el dinero destinado a comprar su preciada comida chatarra.

—¡Suéltame loca!— Se estaba quedando sin aire, en un momento así, olvidó la caballerosidad y esas "mierdas." La separó con brusquedad, empezando a respirar hondo.

Ella soltó un pequeño alarido, al regresar a su asiento en el sofá se había lastimado el brazo vendado, su gesto de dolor delataba aquello.

—Eh...— Y él lo notó. De inmediato se acercó a ella, sentándose en el reposabrazos del sofá, sostuvo el brazo de Uraraka viéndolo de cerca. —¿Te duele?

Ella no comprendía, hace exactamente un minuto él actuaba como un tirano gruñón, y ahora se había convertido en... ¿En esto?

—No.— Mintió. — ¿Qué sucede contigo, Bakugo?— Al oír aquello, él puso atención a Uraraka, se mantuvo en silencio tratando de comprender a qué se refería.

—No es problema tuyo.— Respondió inmediatamente.

—Sabes... ¿Sabes porqué me enojé realmente?— ¡Oh! Al fin iba saber cual fue su error, aunque técnicamente ya lo sabía. Nunca decirle fea ni de broma a ninguna mujer que no sea su madre.

—No, dime.— Exigió, ansioso y algo inseguro.

—Pues...


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El héroe N°3. ⌦ᴋᴀᴄᴄʜᴀᴋᴏWhere stories live. Discover now