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—Y puedo cambiar de colores.

Gulf cierra sus ojitos con fuerza usando la misma fuerza para apretar sus puñitos. Entonces la sombrilla cambia a un hermoso azul con flores rosadas luego a un amarillo chillón de burbujas blancas y a otro transparente.

—Ese.— El sr. M pudo decir antes de que Gulf pudiese cambiar de color de nuevo. El humanoide abrió sus ojos lentamente. —Me gusta este.

—Si me lo permite, señor. ¿Puedo preguntar por qué le gusta este?

El sr. M sonríe antes de darse la media vuelta, diciendo:

—Porque te ves.

Con eso, el sr. M se retira. Gulf ladea su cabeza con confusión. Quería preguntar qué su señor quiso decir con eso. Su cerebro casi se quema por buscar un millón de veces en la web lo mismo en diferentes palabras sin obtener respuesta. Con un gruñido el humanoide se rindió. Oculto el paraguas.

—Es algo de humanos.— Él se dijo. —Debe serlo.

  La cita era en un lugar de helados ya que la prometida del sr. M era una joven adolescente rica muy mimada. Ambos estaban fuera del carrito de helados sentados en una mesa redonda. La chica lamía su barquilla sin mucha importancia de cuán desvergonzada se viera. El sr. M usaba la cuchara en su helado de cajita.

—El helado de aquí es asqueroso.

La chica se quejó.

—No has dejado de lamerlo.

—Soy mala pero no quería ser tan mala,— Ella aleja la barquilla para dejarla caer en el pastizal a su lado. —hasta que dijiste eso.

El sr. M ríe sarcástico.

—Realmente eres hermosa, Wendy.

Ella ríe muy confiada. Se cruza de piernas. Su vestido retrocede. Es muy revelador. Demasiado corto, transparente (aunque ella tiene una camisilla negra) y unas botas pequeñas. Su guardaespaldas estaba detrás de ella.

—Pensé que me habías dejado. Ya no me devuelves la llamada con tanta frecuencia.

—Lo siento, cariño. He estado tan cansado.

Él toma su mano. Rápidamente frunce el ceño al no sentir el anillo de compromiso. Miró su dedo pero no había nada ahí.

—W--Wendy...

—Así es. Terminamos.

—Espera--

Ella se levanta con una sonrisa.

—Me encontré a un hombre de mucho dinero que me hizo entrar en razón. Tú, aunque tienes tu dinero, no me beneficiarías en la vida. Adiós.

Ella se da la vuelta para retirarse con esa caminata de modelo en tal cual pasarela. Se mete en su limosina para plasmarle el dedo corazón contra la ventana a Mew. El mencionado permanece con un leve puchero.

Él marca el número de Gulf en su reloj inteligente.

Para cuando Gulf llega en el auto negro, está lloviendo. Él sale del auto activando su paraguas transparente para caminar hacia su señor.

—Señor, por favor no se despegue y...

El sr. M se pegó a su pecho sin comentarios ni quejas.

—¿Así?— El sr. M pregunta en voz baja tímido.

—Aún se está mojando el hombro, señor.

—Entonces así.

El sr. M se acerca tanto que debe agarrarse de la camisa de Gulf para que su propio hombro no se siga mojando.

—Así está muy bien señor.

La mano del sr. Mew está muy fría. Gulf rodea su cuerpo con un brazo paseando su cálida mano por la espalda de su señor en un leve círculo.

Caminaron hasta el auto. Gulf metió al joven señor primero. Seguidamente desactivo el paraguas para meterse él. Iba a conducir cuando el sr. Mew se inclinó para reposar su cabeza en su regazo.

—Sr. M, estoy notando algo de incomodidad en su...

—Estoy bien.

—Pero señor, detecto...

Shh. Sólo... Conduce lento y déjame reposar mi cabeza aquí.

Gulf comienza a conducir lentamente como se le ha pedido. No entiende nada pero no necesita hacerlo. El sr. M simplemente está deprimido. No por su prometida sino por todo el dinero perdido que iba a recibir de parte de ella cuando fueran esposos.

—¡Estoy en quiebra!— El sr. M llora dramáticamente con sollozos. —¡Voy a morir bajo un puente!

El sr. M chilla.

—Señor... Usted no morirá bajo un puente. Es científicamente imposible al menos que cometa: suicidio, inanición o hipotermia...

—¡Cállate!

—Si así lo pide, señor.

Entonces las redes sociales en el cerebro de Gulf mostraban imágenes de apoyo emocional entre los humanos. La mayoría eran unas suaves palmadas en el hombro.

Gulf miró el hombro de su señor. Se lo pensó durante el camino. A mitad del camino, decidió palmar su hombro en cámara lenta mientras que los cristales del auto se empañaban de niebla extraña provocada por la lluvia dándole un tono gris al interior del auto.

El sr. M se tranquilizó un poco y inesperadamente puso su mano sobre la de Gulf.

—Gracias.— El sr. M agradeció entre sollozos.

—De nada, señor.

Esta vez, el sr. M sentó a Gulf en la mesa de la cocina entre besos apasionados acomodándose entre sus piernas para desabotonar la camisa blanca de Gulf quién se agarraba de su nuca.

El sr. M le abrió la camisa, bajando las mangas hasta los codos.

—¿Por qué se detiene, señor?— Gulf pregunta entre los besos de parte de su señor.

—Quiero intentar algo nuevo.

Mew hace un nudo en las mangas para que Gulf no pueda despegar sus manos de su espalda.

—¿Te duele?— El sr. M pregunta.

—En lo absoluto, señor.

—Bien.

El sr. M lo acostó en su espalda, abriendo sus piernas para quitarle el pantalón junto con los bóxer. Cuando el sr. M se despojo de lo suyo también, entró en él.

Gulf soltó un chillido demasiado tierno mientras desviaba la mirada.

Mi Pequeño Robot| MewGulf Donde viven las historias. Descúbrelo ahora