Capítulo doce

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La música ya no se escuchaba, el silencio era lo que adornaba el ambiente, aunque era uno incómodo. A pesar de ser amigos, Phoebe no sabía si Nick quería hablar y él no sabía qué decir. Sabía que ella se sentía incómoda, tampoco tenía todas las ganas de hablar; pero no iba a dejar que se fuera sola a esa hora de la madrugada.

Phoebe se mordió el labio por un momento, pero finalmente abrió la boca:

—No tienes que acompañarme —Nick la miró de reojo—, además, es un poco lejos...

El pelinegro no la dejó terminar:

—¿Qué tan lejos?

Phoebe sintió un poco de desilusión, pero no lo demostró. Sabía que después de responder, él se iría; no lo culparía.

—Cuarenta minutos —respondió finalmente.

Nick asintió y la miró por unos segundos que para ella fueron inquietantes.

—Con más razón no debería dejarte sola.

Phoebe lo miró sin creer lo que estaba escuchando. Asintió torpemente, sin saber qué decir. Empezaron a caminar de nuevo y el ambiente había dejado de ser un poco menos tenso, aunque aún se lo podía sentir.

Las calles estaban desérticas y ningún taxi pasaba por ahí. Cualquiera de los dos podía pedir un taxi, pero Phoebe no tenía suficiente dinero encima y Nick no deseaba tomar un auto, prefería caminar, a pesar de ser un poco arriesgado.

Pasaron por un parque y la chica no pudo evitar sonreír ante un recuerdo de su infancia, de los pocos que tenía. Sus ojos brillaban y su sonrisa era notoria, por lo que Nick pudo darse cuenta de la expresión de ella. La miró confundido.

—Lo siento, es que recordé algo —dijo.

—¿Qué recuerdo? Si se puede saber —consultó Nick.

La muchacha sonrió y asintió feliz.

—Tenía nueve años, vivíamos en una de las partes pobres de Australia y muy pocas veces salíamos con mi mamá —Nick notó que no nombró a su padre, pero no preguntó al respecto—. El barrio era difícil y siempre teníamos cuidado cuando me llevaba a la escuela o al trabajo. En fin, había un parque cerca y ese día fuimos.

»Ella me compró helado, una manzana acaramelada, aunque después no la comí porque no me gustó —ambos rieron—. En un momento quise ir a los juegos, así que ella se sentó en una banca a esperarme. Un niño se me acercó y me tiró del arenero, mi mamá casi le grita a la madre; pero yo no me moleste y lo único que hice fue decirle que me gustaba jugar a la arena. El niño me miró, se encogió de hombros y empezó a jugar conmigo —Phoebe se río—. Mamá estaba sorprendida por mi reacción y hoy en día no lo puedo creer. Fue mi único amigo y después se mudó de ciudad a los años.

A pesar de no ser una gran historia, amaba ese recuerdo. Ese niño había sido su único amigo de la vida y añoraba revivir esos momentos con él. Jamás podría olvidarlo, él le hacía olvidar su día a día. Nick al verla sonriendo, perdida en sus pensamientos, no pudo evitar sonreír también. Phoebe no era de hablar de su vida en Australia, las veces que hablaba era de sus tías o algún recuerdo superficial, nada que pudiera decir si su vida había sido buena o no.

—Debió ser un buen amigo —opinó después de un momento.

—Lo fue.

Se quedaron en silencio por unos minutos más hasta que el chico habló:

—Mis padres discuten a diario —Phoebe lo miró ante la confesión, pero no dijo nada—. Antes eran discusiones por tonterías y muy pocas veces las había, pero hace una semana las cosas se volvieron más intentas y no hay un día que no discutan —Nick tomó un respiro—. No tengo miedo de que se separen, prefiero que no estén juntos a que tenga que vivir esto cada día por los años siguientes; pero no estoy solo. Mi hermano menor no quiere que se separen y tiene miedo al escuchar las discusiones. No sé qué hacer y eso me estresa.

»Pensé que viniendo a la fiesta iba a poder distraerme, pero no estaba funcionando. No he podido dormir bien y no he querido hablar del tema.

Ella escuchó atentamente las palabras y no pudo sentir compasión ante lo que le estaba pasando a su amigo. Sus padres se habían separado y por eso estaban en Seattle, pero sabía que las discusiones con los padres son lo peor que le pueden pasar a un hijo. A veces afectan más a los adolescentes que a los niños.

—Mis padres también discutían y no se separaban hasta que mamá dijo basta y nos fuimos —contó la verdad a medias. Ella sabía que esa no era la verdad absoluta, pero no iba a entrar a detalles. Por lo menos, no en ese momento.

»Sé lo que es y es horrible, pero creo que siendo el más grande deberías hablar con tu mamá o con tu papá —con quien más te lleves— y decirles lo que les pasa a ambos. A ninguno de los dos les hace bien la discusión y a la larga será peor. A veces es inevitable el separarse, a veces las relaciones se rompen y no hay vuelta atrás.

Nick la miró y asintió lentamente. Esa idea la tenía en la mente, pero no sabía si era la elección correcta.

»Con respecto a tu hermano, deberás decirle que las parejas pueden terminar y no por eso dejan de quererlo. Creo que su mayor miedo es que uno de los dos lo olvide, pero no me parece que tus padres sean de esos padres —Phoebe le regaló una media sonrisa—. Escúchalo y dile la verdad, pero que sepa que él estará bien y que ninguno de los dos lo van a olvidar.

Se detuvieron y él la miró a sus ojos marrones, los cuales brillaban por la luz de la luna. Sonrió.

—Gracias.

Phoebe sonrió.

—Un placer —hizo una reverencia que los hizo reír—. Ya debo irme —se río al ver la cara de confundido del pelinegro—. Llegamos —señaló la casa detrás de ella.

Él miró la casa y se sorprendió al ver una casa de dos pisos muy bonita. Asintió lentamente y volvió su vista a la chica vestida con un vestido.

—Llegamos.

—Gracias por acompañarme.

—Gracias por escuchar y los consejos —la chica sonrío sin poder ocultarlo.

—Buenas noches, Nick.

—Buenas noches, Phoebe.




¡Feliz día de San Valentín! Un poco tarde, pero acá estoy. Tarde más de un mes sin publicar y no tengo excusa, pero realmente me había quedado estancada con la historia, pero volvió y pude continuar. Ahora sabemos un poco más de los personajes principales —dos de tres—, pero falta y más para que terminé. 

¡Espero que les guste! 

Infinitos Quebrados. #WDA20Where stories live. Discover now