La petición

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Al entrar en la habitación, Hermione se esperaba encontrar a Ginny dormida. Pero nada más lejos de la realidad. Se había puesto el camisón, sí, pero estaba sentada en la cama abrazada a un cojín dando pequeños saltitos:

- ¡Cuéntamelo todo!

- Ginny, no hay nada que contar.

- ¡Te he pillado dos veces a punto de besarte con Ron! Seguro que habéis encontrado el momento para algo de besuqueo. - Hermione negó con la cabeza - ¿No? ¿En serio? Ahora me sabe peor haberos interrumpido. ¡Pero el beso llegará en cualquier momento! ¡Y luego noviazgo, boda y sobrinos pelirrojos sabiondos! ¿Por qué pones esa cara larga? Va, cuéntamelo.

- Ron tiene mucha experiencia en besos, Ginny.

- Sí, no me lo recuerdes. Qué asco de Lavender. Yo también siento mucho que pasara aquello, y jode mucho, pero no creo que sea un motivo para no besar a Ron...

- No, no. El problema es que él sabe besar... Y yo...

- Tú besaste a Krum.

- No. Yo dejé que Krum pusiera los labios sobre los míos y luego me aparté.

- ¿Te sientes insegura sobre cómo besar? No pasa nada, Hermione. Simplemente déjate llevar. Hagas lo que hagas, Ron alucinará. No hay nada que puedas hacer para decepcionarle... A menos claro que te tomes antes unos dientes de ajo de dragón o que le muerdas... Aunque quizás el mordisco le gustaría, todos los Weasley somos un poco picantes en estas cosas. ¿Te dije que un día se la toqué a Harry?

- ¡Ginny, por favor!

- Por encima del pantalón, ¿eh?

- ¡Ginny!

- Sí, sí. Mucho Ginny pero tal y como van las cosas creo que no te vas a librar de que mamá te de una charla... Tiempo al tiempo, Hermione.

Ginny rió ante la asustada cara de Hermione y apagó la luz. Mañana sería un día duro, seguro. Molly estaba empeñada en dejar la casa impoluta para la boda y todos debían colaborar.

Y, sí, las chicas no se equivocaron. Molly les asignó faena tras faena, casi no pudieron descansar ni charlar tranquilas. Hermione sólo vio a Ron durante la comida, en la cual se enteraron de la desaparición de la profesora de estudios muggles. Hermione no tuvo ningún momento a solas con Ron, hasta que Ginny intervino. Él estaba desgnomizando el jardín y ellas tendiendo la ropa. Ginny desapareció y volvió con una bandeja con una jarra de limonada y dos vasos:

- Desde aquí Ron se ve casi deshidratado... Creo que mamá aprobaría que le llevases un poco de limonada aunque eso suponga escaquearte un rato de tus tareas. Yo acabo con la ropa. Ve y diviértete, ¡Y recuerda que quiero ser la madrina de vuestro primer hijo!

Hermione se acercó a Ron y vio como este, muy acalorado, se quitaba la camiseta y la lanzaba al suelo. Tenía los músculos mucho más desarollados que antes, el quiddich le sentaba muy bien. Hermione suspiró para controlar sus propias hormonas y habló:

- ¿Te apetece una limonada?

- Claro. Ven, vamos a sentarnos a la sombra de aquel roble.

Se sentaron y bebieron en silencio. Ron miraba al horizonte y ella contemplaba su torso desnudo:

- Me pondría la camiseta, pero me parece que te gusta lo qué ves.

Hermione se sonrojó. Mucho. Ron la había pillado admirándole y ahora se había puesto chulito. Ella intentó disimular.

- No seas creído, Ronald. Estaba mirando las cicatrices que te dejaron los cerebros del ministerio en los brazos . ¿Aún te duelen?

- La verdad es que no. Pero me quedaron cicatrices profundas. Casi siempre voy con manga larga porque no me gusta que la gente me haga preguntas.

Lo que Harry no supo ver: el secreto de Ron y HermioneWhere stories live. Discover now