El Príncipe Mestizo

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Al día siguiente, Harry y Ron se encontraron con Bella y Hermione en la sala común antes del desayuno. Con la esperanza de ganar apoyo para su teoría, Harry se apresuró a contarle lo que Malfoy había dicho en el expreso de Hogwarts a Bella.

—Es evidente que presumía delante de Parkinson, ¿no? —terció Ron antes de que ella pudiera opinar.

—Si quisiera presumir ante alguien sería ante Bella y, como sabrán, ella no estaba allí —comentó Harry.

—Bueno —vaciló Hermione—, no sé... Es muy propio de Malfoy aparentar más de lo que es. Pero eso es una mentira muy gorda...

—Exacto —convino Bella, aunque no insistió porque había demasiada gente que intentaba escuchar su conversación o simplemente los observaban y cuchicheaban con los demás.

—¿Nunca te han dicho que señalar con el dedo es de mala educación? —le espetó Ron a un alumno bajito de quinto cuando los tres amigos se pusieron en la cola para salir por el hueco del retrato.

El chico, que estaba murmurándole algo a un amigo, se ruborizó y, con el susto, tropezó y se cayó por el hueco. Ron rió por lo bajo.

—Me encanta ser alumno de sexto. Además, este año tendremos un montón de tiempo libre, horas enteras sin clases que podremos pasar aquí sentados, descansando.

—Necesitaremos ese tiempo para estudiar, Ron —le recordó Bella mientras echaban a andar por el pasillo.

—Ya, pero hoy no. Lo de hoy va a ser pan comido.

—¡Espera! —saltó Bella, y le interceptó el paso a un alumno de cuarto que llevaba un disco verde lima en la mano, el cual se ruborizó de insofacto cuando la miró—. Los discos voladores con colmillos están prohibidos, dámelo ¿sí? —le ordenó gentileza.

El chico asintió con cara de bobo, pero le entregó el disco, que no paraba de gruñir. Luego se coló por debajo del brazo estirado de Bella y echó a correr detrás de sus amigos, para contarles que Bella Price le había hablado. Una vez se hubo perdido de vista, Ron le arrebató el disco a Bella y dijo:

—¡Qué bien! Siempre quise tener uno de éstos.

Las protestas de Hermione, que estaba lista para riñar, quedaron ahogadas por una fuerte risa: al parecer, Lavender Brown encontraba divertidísimo el comentario de Ron. Siguió riendo mientras los adelantaba y volvió varias veces la cabeza para mirar a Ron, que parecía muy ufano.

El techo del Gran Comedor mostraba un cielo sereno y azul surcado de algunas tenues y frágiles nubes, igual que los trozos de cielo que se veían por las altas ventanas con parteluces. Mientras comían gachas de avena, Harry, Ron y Hermione le contaron a Bella la embarazosa conversación que habían mantenido con Hagrid la noche anterior.

—¡Dios, se va a decepcionar! —comentó Bella.

—¡Pero cómo puede pensar Hagrid que seguiremos estudiando Cuidado de Criaturas Mágicas! —observó Hermione, consternada—. A ver, ¿cuándo ha expresado alguno de nosotros el menor entusiasmo?

—Pues Bella quizá... además, él no lo ve así —farfulló Ron, y acabó de tragarse un huevo frito entero—. Nosotros éramos los que más nos esforzábamos en sus clases porque nos cae bien. Pero él cree que nos gusta esa absurda asignatura. ¿Creen que alguien va a continuar estudiándola para obtener el ÉXTASIS?

No era necesario responder. Los cuatro sabían que nadie de su clase querría seguir cursando Cuidado de Criaturas Mágicas. Durante el desayuno evitaron mirar a Hagrid, y cuando éste se levantó de la mesa, diez minutos más tarde, ellos le devolvieron con parquedad el alegre saludo que el guardabosque les dirigió con la mano.

Bella Price y el Misterio del Príncipe©حيث تعيش القصص. اكتشف الآن