¡Sectumsempra!

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En la clase de Encantamientos de la mañana siguiente, Bella, agotada pero muy satisfecha de la última clase particular con Dumbledore (y después de hacerles el hechizo muffliato a los que tenía más cerca), ella y Harry le explicaron a Ron y Hermione lo que había sucedido. Sus dos amigos se mostraron muy impresionados por la manera como le habían sonsacado el recuerdo a Slughorn y se sintieron sobrecogidos cuando les hablaron de los Horrocruxes de Voldemort y les contaron que Dumbledore había prometido llevarlos con él si encontraba otro de éstos.

—¡Guau! —exclamó Ron embelesado, mientras agitaba distraídamente su varita apuntando al techo sin prestar la menor atención—. ¡Guau! Van a ir con Dumbledore... para destruir... ¡Guau!

—Ron, estás provocando que nieve —le advirtió Hermione con paciencia, y le desvió la varita para que dejara de apuntar al techo, del que empezaban a caer unos gruesos y blancos copos. Lavender, que tenía los ojos enrojecidos, fulminó con la mirada a Hermione desde una mesa cercana, y ésta soltó el brazo de Ron.

—¡Oh, vaya! —se asombró el muchacho, y se miró los hombros—. Lo siento... Ahora parece que todos tengamos una caspa horrible. —Sacudió la nieve falsa que Hermione tenía en el hombro y Lavender rompió a llorar. Ron puso cara de sentirse tremendamente culpable y le dio la espalda—. Es que anoche cortamos cuando me vio salir del dormitorio con Hermione —le explicó a Bella y a Harry por lo bajo—. Como a ustedes no podía verlos porque llevaban puesta la capa, creyó que habíamos estado solos.

—Bueno, pero no te importa que se haya acabado, ¿no? —le dijo Harry.

—No —admitió Ron—. Fue muy desagradable cuando se puso a chillarme, pero al menos no tuve que cortar yo.

—Cobarde —dijo Hermione, aunque daba la impresión de que aquella historia le resultaba graciosa—. En fin, se ve que la pasada noche fue mala para los romances en general —Hermione y Bella dejaron de hacer conversación con Harry y Ron y juntaron las cabezas para ahora hablar solo ellas dos—. Ginny y Dean también han cortado, Bella.

—¿Y a mí qué me interesa? —dijo cortante.

Hermione le echó una de esas miradas que la señora Weasley le echaba a sus hijos.

—¿Qué ha pasado? —preguntó Bella resignada, rodando los ojos.

—Pues mira, ha sido por una tontería. Ginny le dijo que estaba harta de que siempre la ayudara a pasar por el hueco del retrato, como si no pudiera hacerlo ella sola. Pero la verdad es que hacía tiempo que no les iban bien las cosas.

Bella miró a Dean, en el otro extremo del aula, y comprobó que parecería estar de maravilla, pues le guiñó un ojo a Bella en cuanto ésta lo miró.

—Esto les plantea un pequeño dilema, ¿verdad? —dijo Hermione.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Bella, sonrojada.

—El equipo de quidditch —aclaró Hermione—. Si Ginny y Dean no se hablan...

—No es que Ginny y yo seamos las mejores amigas y llevemos al equipo a pique, ¿no? —dijo Bella, aclarando que no era el fin del mundo.

—Que viene Flitwick —les previno Ron a las chicas.

El menudísimo maestro de Encantamientos se dirigía bamboleándose hacia ellos, y Bella y Hermione eran las única que habían logrado convertir el vinagre en vino; sus frascos de cristal estaban llenos de un líquido rojo oscuro, mientras que los frascos de Harry y Ron todavía presentaban un contenido marrón fangoso.

—A ver, a ver, chicos —los regañó el profesor con su voz de pito—. Menos charla y más acción, por favor. Déjenme ver cómo lo intentan...

Bella Price y el Misterio del Príncipe©Where stories live. Discover now