El Juramento Inquebrantable

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Una vez más la nieve formaba remolinos tras las heladas ventanas; se acercaba la Navidad. Como todos los años y sin ayuda alguna, Hagrid ya había llevado los doce árboles navideños al Gran Comedor; había guirnaldas de acebo y espumillones enroscados en los pasamanos de las escaleras; dentro de los cascos de las armaduras ardían velas perennes, y del techo de los pasillos colgaban a intervalos regulares grandes ramos de muérdago, bajo los cuales se apiñaban chicos cada vez que Bella pasaba por allí. Eso provocaba atascos en los pasillos, pero, afortunadamente, en sus frecuentes paseos nocturnos por el castillo Bella había descubierto diversos pasadizos secretos, de modo que no le costaba tomar rutas sin adornos de muérdago para ir de un aula a otra.

Ron, que en otras circunstancias se habría puesto celoso de la gran bola de niñas que se apiñaban también por Harry cada vez que pasaba, se desternillaba de risa cada vez que Harry, como Bella, tenía que tomar uno de esos atajos para esquivar a sus admiradoras. Sin embargo, a pesar de que Bella prefería mil veces a ese nuevo Ron, risueño y bromista, antes que al malhumorado y agresivo compañero que había soportado las últimas semanas, no todo eran ventajas. En primer lugar, Bella y Harry tenían que aguantar con frecuencia la presencia de Lavender, quien opinaba que cualquier momento que no estuviera besándose con Ron era tiempo desperdiciado; y, además, se hallaba otra vez en la difícil situación de quedar en medio de dos personas que no parecían dispuestas a volver a dirigirse la palabra.

Ron, que todavía tenía arañazos y cortes en las manos y los antebrazos provocados por los belicosos canarios de Hermione, adoptaba una postura defensiva y resentida.

—No tiene derecho a quejarse, porque ella se besaba con Krum —le dijo a Bella—. Y ahora se ha enterado de que alguien quiere besarse conmigo. Pues mira, éste es un país libre. Yo no he hecho nada malo.

Harry y Bella se miraron y rodaron los ojos y fingieron estar enfrascados en el libro cuya lectura tenían que terminar antes de la clase de Encantamientos de la mañana siguiente (La búsqueda de la quintaesencia). Como estaban decididos a seguir siendo amigos de los dos, no tenían más remedio que morderse la lengua cada tanto.

—Yo nunca le prometí nada a Hermione —farfulló Ron—. Vamos, sí, iba a ir con ella a la fiesta de Navidad de Slughorn, pero nunca me dijo... Sólo como amigos... Yo no he firmado nada...

Bella, consciente de que su amigo la estaba mirando, volvió una página de La búsqueda de la quintaesencia. La voz de Ron fue reduciéndose a un murmullo apenas audible a causa del chisporroteo del fuego, aunque a Bella le pareció distinguir otra vez las palabras «Krum» y «que no se queje».

Hermione tenía la agenda tan llena que Bella sólo podía hablar con calma con ella por la noche, aunque, en cualquier caso, Ron estaba enroscado alrededor de Lavender y ni se fijaba en lo que hacía su amiga, además, hablar en el dormitorio era peor, pues Lavender podía escucharlas. Hermione se negaba a sentarse en la sala común si Ron estaba allí, de modo que Bella y Harry se reunían con ella en la biblioteca, y eso significaba que tenían que hablar en voz baja.

—Tiene total libertad para besarse con quien quiera —afirmó Hermione mientras la bibliotecaria, la señora Pince, se paseaba entre las estanterías—. Me importa un bledo, de verdad.

Dicho esto, levantó la pluma y puso el punto sobre una «i», pero con tanta rabia que perforó la hoja de pergamino. Bella no dijo nada (últimamente hablaba tan poco que temía perder la voz para siempre), se inclinó algo más sobre Elaboración de pociones avanzadas de Harry y siguió tomando notas acerca de los elixires eternos, deteniéndose de vez en cuando para descifrar los útiles comentarios del príncipe al texto de Libatius Borage.

—¡Ah, por cierto, vayan con cuidado! —añadió Hermione al cabo de un rato.

—Te lo digo por última vez —replicó Harry con un susurro ligeramente ronco después de tres cuartos de hora de silencio—: no pienso devolver este libro. He aprendido más con el Príncipe Mestizo que con lo que me han enseñado Snape o Slughorn en...

Bella Price y el Misterio del Príncipe©Onde histórias criam vida. Descubra agora