Capítulo III - Maestra Holloway

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La semana fue pasando rápido, por lo que cada día íbamos por alguna que otra cosa o a vender algunos abalorios, vendimos a los extenuados caballos que habíamos robado del campamento de Arusab y conseguimos un par de zainos bien alimentados por un buen precio. Tuvimos que deshacernos del carromato de los esclavistas, por si acaso nos topábamos con algún convoy o una caravana que fuese rumbo al norte. Este me costó venderlo más que los caballos, pero al menos funcionó para comprar una hermosa casa gitana, era espaciosa y tenía dos alturas, con bastante almacenaje y ruedas reforzadas, era perfecta para nuestro viaje por tierra, lo único que haría falta eran otros dos caballos, al menos estaríamos mejor que en ese apretujado carromato.

Mientras que Sacia compartía su tiempo con la señora Olga y Marissa cuando había horas de ocio tejiendo y bordando para la ropa de su nuevo nieto o nieta, Uma se sentaba con las sobrinas de las señoras y los niños a charlar y jugar dentro del claustro de la casa, entre los bellos jardines, yo por mi parte me había hecho asistente de la señora Florella en su taller de herbolaria.

- Verás Kosei, hay plantas curativas como venenosas para cada cosa... aunque en su mayoría las que tengo acá son curativas y para prevenir enfermedades, hay que tener cuidado con las dosis que se le suministran a los pacientes enfermos, en especial cuando son mujeres embarazadas – Florella tenía un delantal de lana gruesa y las manos cubiertas por gruesos guantes de cuero curtido. Al frente suyo en el mesón había varios tipos de plantas, raíces y flores.

- Entiendo... - yo llevaba también un delantal y una libreta en la mano junto a un tintero y pluma en donde estaba sentado observándola.

- El Romero, viene de la lejana Erranq, pero es tan practico que soporta todo tipo de clima, su favorito es el cálido y seco de las costas, por eso es tan apreciado en el sur de Anthar – mientras ella lo levantaba me mostraba la rama aun fresca. – Además de sus bondadescurativas y esteticas, sirve en infusiones de beber, aceites y emplastos, también es una buena especia para la carne – ella se rió y yo también le sonreí, mientras dibujaba toscamente la rama junto a las notas.

- En mi tierra llegué a verlo, los reyes y altos emisarios usaban su aceite para hidratar sus largos mostachos. – mientras ella asentía dividía una porción de romero para dármela a mí.

- El Plantago Llantén, también crece en las llanuras por todo el territorio sur y parte del oeste, muchos lo ven como una hierba silvestre, pero molido en un emplasto desinfecta cualquier herida, además de que su infusión aunque algo amarga, cura la tos y alivia a los enfermos de resfríos, también disminuye el pulso, cura a los enfermos de hígado y vejiga... a ver, que más – ella cada vez que mencionaba algo contando con sus dedos, el ramo de hierbas en su otra mano se sacudía como un plumero. – ¡Ah sí! Si lo bebes constantemente te ayuda a disminuir las marcas de cicatrices –

Ella me mostraba en el mapa donde y cuales plantas crecían de forma silvestre en la tierra, los Aloes, Llantenes y otras hierbas como la Manzanilla, los Ajos y Cebollas, la Cola de caballo y el hipérico, incluso me mostró un pequeño valle donde los eucaliptos crecían ocultos entre los desfiladeros.

También en las lecciones había aprendido las bondades y usos de hierbas extranjeras como el mítico Ginseng y el Jengibre, además de las setas y hongos medicinales de Olfost, cada día que estudiaba si no estaba preparando cosas, pasaba las horas ayudando en la casa o leyendo más en la biblioteca de la señora Holloway.

Aprendí poco a poco de los venenos y sus curas, de los usos de cortezas, hojas y frutos, cada día era un nuevo aprendizaje, de vez en cuando Uma me acompañaba en las lecturas de la señora Florella, la cual le advertía sobre hierbas que podrían acelerar el parto y cuales debía evitar para tener abortos, como la Menta y la Manzanilla, incluso la hierba de Ruda podrían afectarle, por lo que gradualmente lo que fueron días, se hicieron semanas, hasta tal punto que ella nos dejaba trabajar en el invernadero privado detrás de su taller y recolectar vegetales del huerto y cosechar los frutos del vergel.

La Princesa y El JenariWhere stories live. Discover now