Capitulo IX - Renacer y Despedidas

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Luego de la visita inesperada del adivino, yo mismo cabalgué con la armada para ofuscar rebeliones de aquellos señores que habían desertado de obedecer a la corona de Skyred, ordené que ejecutaran a quienes decidieran causar estragos, pues ya bastante tenía la ciudad con haber sido saqueada y asediada.

- Lord comandante... encontramos a una monja padriana que estaba ocultando a varios prófugos... - uno de los soldados la traía a rastras, la mujer tenía una mejilla hinchada y un ojo morado mientras gruñía y pataleaba tratando de soltarse, uno de los soldados la empujó contra el piso.

- Dime tu nombre mujer... - ella me miró con tanto asco como la vi yo a ella, luego me escupió a los pies un esputo de sangre.

- Mi nombre... es Lecia... pagano – la miré de nuevo y me agaché para verla, mientras desenvainaba un kukri para ponerle el filo pegado a la mejilla.

- Señor pagano, para ti... soy Lord comandante Kosei... Lecia ¿Cuántos hombres ocultabas en tu templo? – ella miró a todos lados al encontrarse perdida en el medio de la plaza de armas de la fortaleza.

- Capturamos al menos a ocho, otros más escaparon por los muros del claustro señor... - otro jinete que venía con ellos, había tirado varias cabezas al suelo mientras la mujer gritaba horrorizada.

- Si capturan a los demás, tráiganlos vivos... - volví al palacio y los guardias me vieron mientras subía las escaleras.

- ¿Qué hacemos con la prisionera señor? – en ese momento volteé a verlos.

- Tírenla en una celda... que no muera de hambre – al darle la espalda, la mujer comenzó a llorar mientras los hombres la llevaban a las mazmorras del torreón principal de la fortaleza.

La noche cayó de forma lenta mientras yo veía como la ciudad encendía sus luces, Sunval era mucho más grande que Galura, sus murallas y torreones rodeaban todo a su alrededor, sobre las altas colinas las casas se escalonaban por terrazas, pero muchas de ellas estaban destruidas y quemadas, pero la fortaleza de Sunval estaba prácticamente integra.

- Lamento la muerte de tu hijo Gelys, Cedric... y la de tu esposa – mientras servían la cena, Nerissa me miró y lord Cedric junto a su otra hija Atina me vieron.

- Tengo algo que decirte mi querido Kosei, Gelys sigue con vida, gracias a la diosa de la luz por ello – Cedric hizo una plegaria y luego me miró apenado.

- ¿No me habían dicho acaso que había muerto de la tos sangrante? – los vi algo molesto y Nerissa me puso una mano sobre la mía mientras yo volteaba a verla.

- Así creímos, pero horas más tarde se despertó de nuevo, estaba en letargo... - mi esposa me acariciaba la mano con su pulgar mientras mi semblante se ablandaba.

- Gracias a los dioses por eso... - sonreí un poco conmocionado pero luego suspiré tranquilo.

- ¿Cómo han ido las cosas en este lugar? – Atina, la hermana mayor de mi esposa, apenas por unos años sonreía mientras despiezaba un trozo de carne.

- Bastante bien, espero recibamos para el verano a los reyes de Monte Greyfall, dicen que quieren discutir términos de política conmigo.

- Eso suena bien, menos mal traje cosas para ayudar un poco, ¿no hijo? – Cedric removió el vino que tenía en su copa.

Asentí y luego de comer un poco les hablé de mis planes, todo lo que quería hacer era organizar las calles destruidas y reconstruir cada barrio residencial, además de crear más huertos y resembrar los vergeles.

La Princesa y El JenariWhere stories live. Discover now