Capitulo X - El Solsticio

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Cuando llegó el solsticio me preparé para mi viaje con el oráculo Volbbë, el anciano me llevó por casi tres días escalando la montaña, hasta que llegamos a una inmensa hondonada, un valle en el corazón de la montaña donde el bosque estaba lleno de árboles cuyas hojas tenían el color de las flamas del fuego, el sol las hacía brillar como gemas entre las negras ramas que se extendían alrededor de los árboles.

- Arboles fénix... ningún filo hecho por el hombre puede cortarlos sin ser destruido en el proceso... clávale un hacha y se fundirá el filo, bebe su sabia y morirás quemado por dentro... - el anciano siguió caminando mientras yo observaba el ancho bosque, del cual algunos robles y abedules, incluso encinas y otros árboles tenían hojas con color otoñal.

- Son hermosos... - al detallarlos vi que tenían varios adornos de piedras y huesos colgando con runas escritas en ellos, como en el santuario del adivino.

- Así es, son el orgullo de los emperadores, pues ellos permitieron que el imperio los esparciera por sus tierras, aunque ellos vivían aquí mucho antes que cualquier humano... los llamaron así porque aunque se quemen hasta su simiente, en poco tiempo renacerán. – el anciano llegó a una pequeña gruta bajo un saliente de roca y allí me dio la señal de que me sentara.

En el centro del valle había un enorme círculo con el mismo detalle que había visto antes, en mis sueños, en la piedra del santuario del oráculo y en otros lugares, fue cuando recordé que uno de los libros que me había regalado Florella, el mismo que hablaba de brujas y hechiceros, mencionaba el circulo de la magia, que dividía la magia por cada elemento y vertiente que usaban los seres mortales e inmortales, para invocarla. Pasaron algunas horas hasta que comencé a ver la verdadera actividad, varios otros fueron llegando, en largas procesiones otros hombres y mujeres llegaron al valle mientras que al igual que nosotros se preparaban en sus propias grutas.

- Voy a iniciarte como brujo... muchacho, así que más te vale comportarte... - el anciano sacó de su bolsa una pequeña botella y me la dio. – bebe esto... es vino de los hechiceros, te dará el poder de ver el verdadero mundo, hasta que estés vinculado a algún dios... o dioses, no se te será develada la magia... ¿o tú crees que puedes ir por ahí soltando hechizos a lo loco? – el anciano se rió y yo le seguí la risa, cuando vi el vino era verde como una esmeralda y olía muchísimo a ajenjo.

- ¿Seguro que? No nada olvídalo – cuando tomé el bebedizo extraño, sabía amargo y nauseabundo al principio, pero después de beberlo, tenía un regusto dulce y suave, como el vino de almendras de Jenai, sabía cómo el sexo de Uma, como la leche de sus suaves y delicados senos, como el fuerte ron de Caraubys, también me dejó ese regusto ferroso de la carne a medio asar y el sabor fresco de las hierbas de menta cuando las masticaba. Cuando abrí los ojos el color rojo de los arboles era más intenso, el cielo tenía un color azul y violeta penetrante a la vista, la luz se veía como gruesas líneas de seda brillante entre los espacios del suelo y hasta la obscuridad era mucho más sutil.

- ¿te gustó? Acostúmbrate a beberlo... te ayudará a liberar el maná que corre por tu sangre... - cuando me sacudí la cabeza creyéndome estar borracho, pestañeé y logre ver a Volbbë, ya no parecía un esqueleto cubierto de cuero tenso y pálido, parecía un apacible anciano, todo en su físico se veía distinto, su cabello y barba de chivo blancos se veían prístinos y brillantes, la piel estirada y manchada se veía limpia y apenas marcada por la edad.

- Volbbë... te veo distinto – lo único que no cambiaba eran sus orbitas vacías, aunque ya no se veían como un cruel ceño fruncido sino más bien como un gesto melancólico y sereno.

- Así es, pues ves la verdadera esencia de mi ser, así verás a todos en realidad... ahora vete un rato mientras preparo todo... te quiero acá cuando el sol esté al medio día, se amable con todos y evita meterte en líos. – le dije que no se preocupara y dejara de tratarme como a un niño travieso.

La Princesa y El JenariWhere stories live. Discover now