Capítulo IV - El Plan

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- Los tipos esos están quedándose en una posada como a tres calles de acá- Osha jugaba con un mechón de su pelo rubio, aunque tenía casi la misma contextura y edad de Cassandra, tenía rasgos más finos y redondeados, pero sus ojos eran igual de celestes que los de su hermana.

- Entonces... que hacemos, deberíamos decirle al señor Torvel que les dé una sopa con los hongos venenosos que consiguió Kosei y la tía Florella... - Cassandra estaba sentada sobre un barril y Osha junto a ella apoyada de un mesón, mientras que yo lo veía todo, la cocina tenía tarros de conservas y carne seca, especias y harinas, entre otras cosas que habían comprado esa tarde.

Entre todos estabamos pensando en que podríamos hacer para deshacernos de la amenaza que había ido acrecentandose, pues ya el pueblo estaba en alerta, luego de que encontraran a varios muertos por asesinato en las calles y rincones de los arroyos que cruzaban el centro de la ciudad.

- No... sería muy obvio si les damos los hongos directamente – me rasqué la barba mientras veía las cosas, hasta que mis ojos se fijaron en un fino polvo sobre la mesa panadera. – hagámosles un regalo... buñuelos de moras... - sonreí y miré a la tía Florella. -  tengo la idea siguiente, si preparamos postres que alguna pueda llevar y hacerse pasar por una vendedora de pastelillos... -

- Los muy idiotas no podrían resistirse a la tentación de comprarlos y se atragantarán con el veneno – Osha sonrió triunfal y yo asentí mientras las veía a ambas, Cassandra se reía y la tía Florella parecía pensar en ello.

- ¿Cómo hacemos para que no se den cuenta que les estamos poniendo veneno a su comida? – Cassandra tenía los brazos cruzados pero no se veía tan seria como solía estar.

- Los hongos sueltan esporas... son tan finas como la harina y tan toxicas como el mismo hongo, si lo mezclamos con polvo de hongos secos podríamos disimularlo con el sabor dulce de la miel y las mermeladas de moras... - mientras veía el tarro de mermelada de frutas que estaba encima de la repisa, terminé por dar la última puntada del plan.

Durante casi una semana los cazadores de Swart habían estado causando estragos, por lo que la guardia de la ciudad se hacía de la vista gorda al encontrar a los muertos de sus torturas y asesinatos, pero la caballería del reino había anunciado su proxima llegada en unos días, aun así habíamos podido espiarlos tranquilamente. Los niños salían a jugar por la calle, las chicas salían a vender pastelillos en la plaza, incluso las tías Holloway iban al templo de las diosas y en sus recorridos conseguían información, pero la tanda que sería para esos asesinos estaría cargada de tanto veneno como para matarlos hasta la siguiente reencarnación que tuvieran, no había hablado mucho del tema con Sacia y Uma, pero Jorem era uno de los que se había unido al espionaje con los demás, Nayah y los demás procuraban no salir mucho, ya que su piel morena igual que la mía destacaba por sobre la tez palida de los nobles de Galura y algunos mercaderes incluso con su piel trigueña y tostada por el sol, nos hacía desencajar.

Swart había salido de la ciudad rumbo a Galint por lo que sus hombres se habían quedado en la misma posada a beber y derrochar dinero como locos, aunque los rumores de que estos "caballeros negros" estaban también en Bahía del Sol y en Sunval el valle del sol, me empezaban a preocupar.

Esa tanda especial tuvimos que prepararla en una bandeja distinta y dentro del taller de la tía Florella, ella le agregó otros venenos distintos a cada preparado, a tal punto que tan solo lamerse los dedos era un riesgo, yo me fui temprano luego de darle un beso a Celdric y a Uma en la frente y me quedé un rato observando a los sujetos de antes desde lo alto de un balcón de la taberna, todo había ido empezando desde el despunte del día hasta el anochecer.

Efrien era un muchacho alto y espigado, tenía la cara manchada por el sol y la nariz rubicunda torcida y jorobada, además de su cabello pajizo y sus ojos hundidos en tremendas ojeras que le daban el aspecto de un animalejo raro, estaba sentado con Balenor, el que había querido espiar la casa desde fuera de la cerca, era un tipo algo bajo y robusto, cuya barriga pudiera competir con el diámetro de un barril, pero por lo visto nadie podía ganarle a la vencidas.

La Princesa y El JenariWhere stories live. Discover now