Capitulo XI - Planes Nobles

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Mientras caminaba entre los hombres que entrenaban en las largas filas del gran cuartel de Sunval, Rasso me acompañaba observando todo, midiendo con los dedos mientras los reclutas portando espadas y lanzas romas hacían la rutina de movimientos de ataque y defensa, blandiéndolas al aire, yo saludaba a los generales que los entrenaban, paramos finalmente frente a un escuadrón que entrenaba en un círculo con espada y escudo.

- ¿Dejaste de hacer locuras ya? – miré como el medía y después dibujaba en una libreta de papel con un trozo de carboncillo.

- ¿Desde cuándo tenemos tanta confianza? – Rasso dejó de dibujar y se puso tan serio que por un momento me hizo dudar, hasta que se echó a reir y yo me reí con él, cuando vi el dibujo era una fiel imagen del cuartel, solo que con algunos detalles nuevos que él había agregado.

- Es interesante, pero explícame...- miré de reojo a los peleadores y luego a los otros que les aupaban haciendo ruido a cantidades abismales, por lo que fuimos hasta la torre de comando.

- Este cuartel es muy antiguo, está desactualizado... y es demasiado pequeño para guardar una guarnición mucho mayor a quinientos hombres – Rasso sacó un plano del cuartel de una de las bibliotecas de la torre y lo extendió en la mesa.

- Continúo, quieres entrenar al menos a dos mil soldados, eso tardaría al menos unos seis meses, mientras se logra que sean buenos reclutas y sacar la paja del trigo... tardarían al menos un año en completar el entrenamiento básico para ser soldados rasos, si quieres tener a tantos hombres juntos en este sitio necesitarían un sumunistro de agua y comida constantes. – Rasso se apoyó con los codos en la mesa y luego me miró.

- ¿un pozo y un granero? – lo miré mientras me pasaba un mechón de pelo entre los dedos, ya me había crecido hasta más debajo de los hombros.

- Mejor que eso, una cisterna y una granja... si quieres ser creativo podemos poner un vergel, un huerto e inclusive unos establos y porquerizas, además... hay bastante buena tierra y espacio, los que no puedan empuñar una espada, que tomen una azada – Rasso sonrió y se pasó la mano por la cabeza.

- Esa idea me gusta, no todos pueden ser soldados y caudillos, además podrían ser buenos trabajos para mis libertos... ¿Construiremos sobre este mismo edificio? – el gran cuartel llegaría a ser grande en el título, en otros tiempos cuando quinientos soldados eran un ejército, pero ahora era una sola barraca apretujada a la torre de comando y el largo campo de entrenamiento adoquinado con divisiones apenas visibles ya.

- Si por mi fuera tumbaría este lugar al carajo – Rasso se echó a reír y miró el escueto lugar donde estábamos hablando, las murallas y atalayas eran de madera medio podrida o tan vieja que el sol la había blanqueado.

- ¿Algo que podamos salvar? – me rasqué el cuello algo incómodo por el ardor de la herida que aun tenia latente, incluso días después del solsticio la fiebre me seguía atacando y los dolores musculares me traían mal del sueño. – necesito recortar los costos... -

- Podríamos, si quizás señor tacaño, podemos sacar los adoquines y la madera que aun sirva en las murallas y atalayas, se puede limpiar para usarla en los sectores de las granjas. – luego de que me miró buscó algunos otros libros en la biblioteca, los puso en la mesa y luego fue leyéndolos.

Eran en su mayoría inventarios de suministros e informes de soldados insurrectos y registros de nombres, muchos de ellos explicaban algunos pedidos negados por los antiguos señores y sus problemas como el hacinamiento y la falta de comida.

- Me gustan tus ideas, es como una ciudad militarizada... una guardia de Sunval, pero también deberíamos mejorar las murallas de la ciudad, no tenemos suficientes fuerzas para detener a los esclavistas, ¿cómo podríamos conectar ambos lugares? – suspiré y me apreté el puente de la nariz con los dedos índice y pulgar.

La Princesa y El JenariWhere stories live. Discover now