Capítulo I

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“Prólogo de una tormenta”.

La puerta fue abierta lentamente por aquel morocho. Este cerró su paraguas a la par que entraba y respiraba el profundo aire de esa casa con las luces apagadas. Todo estaba sumido en una silenciosa penumbra que solo destacaba por el sol oculto entre las nubes. El olor a pasto mojado era algo desagradable pero para ese hombre era algo sumamente atractivo, recordando vagamente los momentos con su esposa por dicho olor.

Steven, ese era el nombre de aquel hombre. Él dirigió su mirada a una perla que se encontraba descansando en el sillón, con los ojos cerrados y un holograma siendo producido desde su gema, que se encontraba en su frente. Él observó por unos instante el aparente sueño que tenía, uno donde aparecía su difunta madre, la persona que odiaba. Steven, movió su cuello, produciendo pequeños ruidos y se acercó a la criatura, moviendo su cabeza con cuidado.

—Mm... ¿Steven? —ella abrió los ojos, dejando observar dos orbes turquesa pastel. —Llegaste temprano —susurró somnolienta.

—Al contrario, Perla, vine más tarde —ella se decidió por sentarse en el sillón, logrando sentirse incómoda por su anterior posición.

—¿En serio? —miró al reloj colgado en la pared y cerró sus ojos, masajeando la zona afectada por la mala posición —oh, en serio.

—Sí —sonrió levemente —¿Loto está durmiendo?

—Obviamente, sino no estaría aquí —sonrió con cuidado y abrió los ojos, mirando a su ahijado. —¿Quieres que la despierte?

—No, está durmiendo, no la molestes —dejó su bolso encima de la mesa ratona y se tiró encima de uno de los sillones individuales. —Estoy podrido.

—Pero recién son las seis, aún no se ocultó el sol.

—Exacto, aún —se talla los ojos —se supone que este es el horario más temprano que salgo —suspiró y observó a Perla —gracias por cuidarla siempre.

—De nada, siempre me encantó Loto, es un amor —ladeó la cabeza y se levantó.

—¿Qué pasa?

—Iré a prepararte té.

—Por favor, Perla —ella se detuvo en el marco de la puerta —vete que pronto va a anochecer.

—¿Seguro? —él asintió y se levantó.

—No te preocupes —la agarró de manos —apuesto que Amatista y Garnet te esperan —ella rodó los ojos divertida.

—Bien, tú ganas, adiós —lo abrazó con cuidado y luego se dirigió a la puerta, yéndose.

Y nuevamente el silencio.

Subió las escaleras y se dirigió al cuarto que le pertenece a su pequeña, abriendo la puerta y comprobando que ella dormía plácidamente sobre la cama. Él se acercó y se inclinó, observándola mejor. El cabello corto café le caía por los hombros y sus ojos rosados se encontraban cerrados, aunque se notaban sus mejillas rosadas y su nariz igual, igualmente destacando unas largas pestañas.

“Adorable” pensó su padre.

Steven Universe, 34 años. Padre de una pequeña de cuatro años. Él siempre estuvo enamorado de una mujer. Una gema. Siempre se culpó por no fijarse en humanas pero, debía de admitir que, le encantaban las mujeres eternas —literalmente—. Ella nunca dudó en protegerlo y él nunca dudó en arriesgar todo por ella, incluso casi perdiendo la vida en el acto. Ambos tenían traumas por una persona en común pero lo afrontaron juntos: se besaron, abrazaron, apoyaron, rieron, lloraron, discutieron, dudaron, afirmaron, danzaron y fusionaron; e incluso, se casaron. Ambos poseían una hermosa vida donde ambos estaban, compartían risas, llantos, miradas, besos y más. Hasta que llegó el día...

She's GONE | StevnelWhere stories live. Discover now