Capítulo III

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“Suicidio correspondido”.

Steven —llamó Connie, sonriendo. Ella se había detenido frente al hombre que estaba sentado en una banca del parque, solitario. —¿Estás bien? Hace mucho que no hablamos —se acercó persuasiva. Detuvo el cochecito para bebé y agrandó su sonrisa.

—Oh, hola, Connie, estoy bien, ¿y tú? —forzó una sonrisa y miró al pequeño retoño que estaba en el cochecito. —¿Es tuyo?

—¡Estoy increíble! —chilló eufórica —y sí, es mío, ¿te acuerdas de Jeff?

—¿El chico al que le quebraste el brazo?

—¡Sí, ese mismo! —borró su sonrisa a un rostro serio —y no lo digas así que suena mal —Steven rió por su cambio repentino.

—¿Estás casada con él?

—¡Sí! —achinó sus ojos y se sentó al lado de su antiguo mejor amigo —hace mucho que no hablamos, ¿cómo estás realmente? —miró alrededor —¿dónde está Spinel? ¿Se casaron finalmente? —el rostro de Steven volvió a uno más sereno y decaído —oh... ¿Terminaron?

—¿Qué? No, no —volvió a sonreír con pena —nos casamos sí, solo que... Hace cuatro años ella...

—¿Se quebró? —él rodó los ojos.

—Peor: tuvimos una hija —la morena tapó su boca y observó al morocho.

—Qué buena noticia —intentó animar —¿cómo es? —el hombre sacó su celular y le extendió este, mostrando su fondo de pantalla una pequeña niña de ojos rosados. —¡Dios! ¡Es adorable! ¿Cuál es su nombre?

—Loto, como la flor esa —Connie sonrió y le devolvió el teléfono.

—Vaya, estamos grandes, ¿eh? —vaciló —qué bueno que hayas tenido hijos.

—Igual que tú —ella besó su frente.

—Tendríamos que salir.

—Claro —y sin más ella se alejó.

Irónicamente él no está bien.

She's GONE | StevnelOnde histórias criam vida. Descubra agora