Capítulo X

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“Llovizna”.

Ambos se habían distanciado bruscamente. La mujer miraba por la ventana y él la evitaba. Ella tampoco se esforzaba por arreglar las cosas, era solo cuestión de tiempo para que su esposo acepte que ya llegó su hora, la hora de ella. Tras aquella grave discusión, pasaron meses y literalmente no se hablaban, al principio Spinel intentaba hablar con él pero las únicas veces donde podían hablar con sinceridad era cuando el morocho llegaba tomado. Tambaleándose y sollozando.

Esa noche no era la excepción.

Ella se encontraba tejiendo, había empezado a tener ese hábito para ignorar los problemas que poseía la pareja, pero aunque no funcionaba, se esforzaba. El muchacho llegó caminando, arrastrando los pies y se tiró a la cama, dejando la botella de lado.

—Llegaste tarde, Steven —habló cuidadosa ella. Al contrario de otros hombres, el menor pocas veces se ponía violento, se limitaba a llorar y a lamentarse. —Más tarde que otros días.

—¿Eso crees? —sus ojos tambalearon. Ella dejó de tejer y se levantó, yendo a su esposo y apoyando la cabeza ajena en su regazo. Acarició los rulos ajenos.

—Sí —susurró con cuidado. —Cielo, Steven... ¿Lo intentaste de nuevo? —su voz tembló. —Sabes cuánto me costó impedir... —se detuvo.

—¿Que quebrara mi gema? —ella suspiró, cerrando sus ojos.

—Fue inquietante... Que el me mirara —prosiguió —me dio miedo. Demasiado —apretó los puños —realmente creí que era mi culpa. Estaba callado pero susurraba cosas...

—Intentaba romperlo, siempre me retraso —ella abrió sus ojos y levantó el rostro del chico.

—Por favor, deja de hacerlo. Ya parece un hábito encontrarnos —el muchacho levantó su camiseta y acarició su gema.

—¿Es mi culpa?

—Nunca será tu culpa, Steven... —abrazó su cabeza nuevamente —... Nunca lo será.

—Entonces... —el hombre cerró los ojos —... Quiero intentarlo —ella suavizó su mirada y observó al somnoliento mitad orgánico. Ella rió y dejó caer las lágrimas.

—Entonces terminaré de tejer zapatitos de bebé... Y lo intentamos —sonrió cautivada por el rostro sereno.

...

Él dejó de lado el álbum de fotos y se levantó, rebuscando entre las cajas que estaban en aquel león rosado. Observó el paisaje calmado y prosiguió, hasta que algo captó su atención.

—¿Acaso es...? —susurró y lo agarró rápidamente para luego salir del león. Respiró bocanadas y subió corriendo, comprobando que Loto esté durmiendo. Sacó del sobre una ecografía, sonriendo como un idiota al ver las dos siluetas teñidas de azul. —Son hermosas... ¿No crees, Spinel? —miró a Loto y se paró, acercándose. Acarició su cabello y suspiró. —¿Acaso ella también debe conocer esa parte de mí? —tragó saliva —será divertido, ¿no? Aunque la última vez tuve otras intenciones —se sentó en un sillón al lado de la cama y se levantó la camiseta, observando su gema. —Ella está en buenas manos cualquier cosa... —acercó su mano a su gema con otras intenciones —... Puedo solamente aplastarla y... —se detuvo, soltando las ecografías. —¡No! Detente —suspiró y se levantó, yendo al baño. Agarró el frasco de antidepresivos y tomó algunas. —Estoy mejor —murmuró —estoy mejor. Estamos mejor.

Irónicamente Loto estaba despierta.

She's GONE | StevnelWhere stories live. Discover now