Capítulo 2

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Narra Enrique

Volver a Perú fue una decisión, en un principio, un poco precipitada... en especial porque iba a dejar a mi novia, a quien por cierto le iba a pedir que se case conmigo pasado el invierno. Pero a las finales terminé volviendo al país de mi madre por el mismo motivo.

Gemma, mi novia de la secundaria, la que me esperó hasta cuando volví a España, mi novia de toda la vida... había quedado embarazada de otro hombre, y justo me lo contó cuando yo le iba a decir mis planes respecto a lo nuestro. 

Ese día salí del departamento que compartíamos juntos y caminé sin rumbo hasta que llegué a un bar que destacaba porque estaba casi vacío, entré al lugar y me senté junto a una jovencita que aparentaba recién haber cumplido la mayoría de edad.

La joven tenía un mojito en su mano derecha y un cigarrillo en su mano izquierda, miraba a la nada y parecía estar inmersa en sus pensamientos. Viéndola de cerca tuve un Deja vú , se parecía muchísimo a mi vecina, o bueno, la vecina de mi abuela allá en Perú.

El bartender me saludó y yo pedí una cerveza alemana, cuando se fue, seguí mirando a la jovencita. Su cabello era negrísimo como el de ella, contrastando con su piel tan blanca y pura, sus cejas y pestañas espesas se rizaban hasta tocar su párpado, idénticas a la de ella, su nariz era una curva perfecta y sus labios eran rojo carmín, no muy gruesos, pero era de boca chica... era idéntica a ella pero no del todo ¿Será porque la había dejado siendo una niña todavía?

Yo tenía veintidós años cuando dejé Trujillo, y ella empezaba a ser una adolescente con apenas casi trece años, la pubertad había jugado a su favor, su carita tierna con la que la conocí había cambiado muchísimo, poniéndose guapa de a pocos, sin contar que Benny me comentó que era la capitana del equipo de basquetbol del colegio y el ejercicio se notaba en su cuerpo.

Ella siempre había sido como una hermana menor para mi, era tan dulce y mandona que me hacía reír cada vez que nos veíamos. Noté que yo le gustaba, sin embargo nunca le dije algo al respecto, ni a ella ni a nadie. ¡Era una niña! 

Pero la vida era tan cruel conmigo, que me había puesto a una chica idéntica a ella en versión ya adulta ¡Pero joder! La pequeña Luna seguro ya era una señorita...

-¿Se te perdió una igual a mi?- preguntó aquella desconocida, que ahora ya tenía su cuerpo girado hacia mi- ¿O buscas una igual a mi?

Metió el cigarro de nuevo a su boca y me quedé helado, no porque fumara siendo tan pequeña, si no por como estaba vestida: Traía puestos unos pantalones que le llegaban hasta un poco más abajo de la rodilla- estaban arremangados- éste le llegaba hasta la cintura, tenía una camiseta con blonda en el pecho fajada al pantalón, una camiseta a cuadros que en vez de dejarla suelta le había hecho un nudo en su cintura, unos zapatitos rojos de tacón pequeño adornaban sus pies ¡Y traía medias de blonda!

Joder, que la vida si me estaba dando una señal y de esas que te caen como balde de agua fría. Su cabello estaba echo ondas muy bien definidas, traía una bandana puesta y en la parte delantera tenía unos espirales hechos con su propio cabello.

-Creo que se me perdió una igual a ti- respondí seguro mientras el joven que atendía me daba la cerveza- pero era una niña... ¿Tú eres una niña?

Ella no pareció molestarse, pero si darse cuenta de mi tono juguetón en la respuesta.

-Pues... Si consideras niña a alguien de veinte años, quizá seas mi padre- hablaba muy segura.

-No tengo ni la mitad de la edad que debe tener tu padre- tomé un trago de mi bebida- Te llevo siete años.

Pareció sorprendida, siempre era así, decían que me veía como de veintitrés.

Eres tú, mi serDonde viven las historias. Descúbrelo ahora