Deseo

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Me estire en la cama y puse una mano sobre mi cabeza, una sonrisita apareció en mi rostro al recordar el beso que me dio Daiana, a veces parecía tan inocente...

Desde la primera vez que la vi, supe que mi vida había cambiado, casi no tuve fuerzas para alejarme de su lado, pero estaba tan confuso... incluso llegue a pensar que era imposible que hubiese encontrado a mi pareja, pero era ella, Daiana es mía, me pertenece y por mucho que se resista no conseguirá nada pues fue mía en el momento en el que sus ojos conectaron con los míos por primera vez, en el momento en el que su olor entro en mi haciéndome perder el sentido, yo pensé que jamás iba a encontrar a mi loba, fue pura casualidad yo solo iba a hablar con el director de la escuela para advertirle de los ataques que habíamos sufrido, fue tan inesperado, que no supe cómo reaccionar, pero cuando fui a buscarla y vi a ese estúpido acercándose tanto a ella no me quedo ninguna duda de que era mía, casi no pude controlar mis ganas de matar a ese maldito lobo, solo con pensarlo mi cuerpo se endurecía de rabia. Desde ese momento la imagen de Daiana no sale de mi cabeza, intento no pensar en ella pero es imposible, su rostro, su mirada, sus labios se aparecen constantemente en mi mente, no puedo comportarme como un estúpido nenaza me repito una y mil veces, una mujer no puede hacer que este todo el día distraído, pero así es como estoy, no se si es mejor no haberla encontrado ya que ella no me quiere y yo no se lo que sentir por ella, yo no sé amar, los lobos guerreros jamás se enamoran, eso lo tenía claro, lo que me pasaba se llamaba deseo, deseaba a Daiana con todas mis fuerzas, pero esa niñita no se dejaba dominar, me exasperaba hablar con ella, me desafiaba en todo momento, en el poco tiempo que la conocía me había hablado de forma que ni el más valiente de los hombres se hubiese atrevido, si no hubiese sido ella ya estaría muerta, pero si ella muere mi alma quedaría condenada o eso decían las leyendas aunque yo sabía que eran ciertas pues había visto casos, como el padre de la sanadora que murió de pena poco después de que su pareja falleciera, pero ellos estaban muy enamorados se podía oler su amor de lejos, yo no lo estaba ni lo estaría, Daiana y yo nos llevábamos como el gato y el perro, aunque eso no significaba que no la quisiera a mi lado, ella me pertenecía ¡Maldita sea! Me sentía tan contrariado, eran las ganas de follarmela las que hacían que no pensara con claridad, yo no soy un hombre dulce ni cursi ni atento. En cuanto Daiana se recuperase la sometería, yo soy el que manda en este lugar y ella es mía, sé que me desea pues lo veo en sus ojos cada vez que la toco, así que en cuanto esté bien del todo la hare mía, cuando la folle le hare gozar tanto que se enamorara de mí, pensé excitándome, yo quería que Daiana me amase aunque yo a ella no lo hiciera.

Pensé en momento en el que le había quitado la ropa, no aproveche para mirarla pues no soy ningún degenerado, aunque ella es mía y podría haberlo hecho si hubiese querido, mientras la sanadora curaba su herida, yo me sentía tan preocupado...no me hubiese perdonado jamás que ella hubiese muerto estando bajo mi protección. Daiana era tan bella, tenía que reconocer que sus ojos me hacían ponerme un poco nervioso, eran dos grandes esmeraldas brillantes que me desafiaban y me excitaban como nadie había echo, ella no era como las chicas con las que había estado antes, jamás había sentido tanto deseo por una mujer. Mi miembro empezaba a endurecerse con el pensamiento de tener a Daiana entre mis brazos, quería que gritara mi nombre una y otra vez, quería ver su cuerpo desnudo y marcarla en los lugares más escondidos de su piel, su piel era tan perfecta... la pocas veces que la había tocado había sentido lo suave que era, empecé a tocarme la polla pensando en la suavidad de su piel, tenía tantas ganas de follar, yo no solía hacer esto pues no me hacía falta, pero desde que había conocido a Daiana ninguna chica me atraía y ella no me correspondía, recordé todas las veces que me había masturbado la noche que fui a su habitación, estaba seguro de que su cuerpo pedía a gritos que me introdujese en él, pero ella me rechazo, podría ser que en realidad yo no le gustase, pensé moviendo mi mano más rápido y más duro sobre mi verga, pero entonces por qué podía oler su excitación esa noche, porque sus pezones habían reaccionado cuando pose mis manos en su preciosa barriguita, recordarla me hizo gemir, dios era tan sexy que me podría correr solo pensando en su vientre .Ella se veía tan avergonzada cuando sus pezones se endurecieron para mí y yo tenía tantas ganas de chuparlos y jugar con ellos, a veces parecía que no tenía mucha experiencia pero otras era tan valiente y desafiante que me extrañaba que no hubiese estado con hombres, eso era imposible, ella era tan bonita que algún estúpido le habría conseguido conquistar, solo con imaginármelo me entrababan ganas de golpear la pared de la rabia, intente no pensar en eso, mi mente regreso al momento en el que beso mi mejilla, se veía tan dulce, en ese momento me hubiese gustado ponerla contra la pared y besarla de arriba abajo para devolverle aquel tímido beso y después empujar con fuerza dentro de ella hasta que nos corriésemos, en ese momento empecé a sentir las punzadas del orgasmo, estaba llegando al límite imaginando todas las cosas que haría con Daiana cuando estuviese en mi cama, seguí así hasta que me corrí sobre mi mano emitiendo un sordo gemido por mi garganta al imaginarme a Daiana montada sobre mí, moviendo sus caderas y mirándome con aquellos preciosos ojos de excitación mientras sus pechos se movían de un lado a otro.


My dominant wolfWhere stories live. Discover now