Concubina Mu: Feng Xin en el Reino AiNi III

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Feng Xin sabía que el cambio se había dado de forma lenta. Dando pequeños pasos en una escalinata, que comenzó quizás desde aquella importante conversación con Mu Xian y el segundo paso fue probablemente durante la noche de bodas.

El tercer paso en la cuesta fue probablemente el que más lo impulsó a avanzar, viendo que Mu Qing no era verdaderamente del todo egoísta como había pensado. El Dios Marcial del Sureste había sido también humano. Cometía errores. Se equivocaba. Muy seguramente se comenzó a ver que dentro de la frialdad de Mu Qing también existía pequeños gestos de calidez y era por eso que ahora podía expresarse de esa manera. Como si hubiera comenzado a pelar una cascara y solo hasta ahora pudiera saborear la dulzura del néctar.

Aun así no estaba seguro de querer poner un nombre o etiqueta a lo que había comenzado a sentir.

Mientras el mundo seguía avanzando con naturalidad Mu Qing mantenía una guerra secreta consigo mismo.

Sólo una vez en la vida había estado tan conflictuado. Y desde esa única vez ya nunca había elegido ser del todo egoísta, no completamente al menos frente a las personas que más le importaban. 

Por entonces supo lo que era correcto moralmente. Mentiría si se dijera a sí mismo que no pensó en aquello como una traición a todas luces: que era darle la espalda a alguien que en más de una ocasión lo salvó. Incluso calculó las posibles reacciones de parte de ambos camaradas y el como podría acabar todo para él. 

Aún así entonces había tomado una decisión difícil.

Mu Qing lo supo en el momento, después de eso algo se iba a romper. Lo sabía y aún así, arrastrado por una necesidad mayor, lo hizo. Hizo lo que tenía que hacer porque a diferencia de otros alguien tenía que ensuciarse las manos para saldar cuentas con el destino y escalar una montaña invisible de vuelta a la ascensión. 

Ése era Mu Qing. Alguien que tomaba decisiones egoístas aún midiendo las posibles reacciones emocionales de aquellos que le rodeaban y admitiendo que en la mayoría de los casos estas no le afectarían. O al menos... a Mu Qing le gustaba pensar que no le afectarían. 

Por un lado el deber. Sentía que necesitaba a toda costa encontrar una salida de aquel espejismo, debían acabar con el enemigo, reportar los avances de la misión y continuar con sus deberes como Dioses Marciales. Las preocupaciones sobre las plegarias no eran el mayor de los problemas, Mu Qing confiaba enteramente en la diligencia de Mu Xian y en la fuerza de Ye Yuming para protegerla sin dejar de lado los deberes propios del palacio Nan Yang.

Por otro lado, estar atrapados en un lugar tan recóndito donde estaba seguro jamás encontrarían a ningún otro del cielo; donde estaba obligado a compartir una habitación con Feng Xin porque no habían más disponibles y "casualmente" había olvidado preguntar de nuevo; donde todo parecía simplemente encajar... no parecía tan malo. No parecía absolutamente malo.

Que Feng Xin haya mantenido cierta aura divina era una cosa pero que aún estuviera atado a la regulaciones y limitaciones naturales de aquel ambiente mágico e imaginativo era otra. Al menos esa era la teoría de Mu Qing. Las semanas habían transcurrido muy rápidamente... Pero aunque el tiempo pasara ridículamente rápido, la herida de Feng Xin no terminaba de cerrar, lo cual de alguna forma se traducía en pasar mucho tiempo juntos sin posibilidad de avanzar demasiado en la investigación y ser dependientes uno del otro. Más bien Feng Xin de Mu Qing.

Este ritmo de vida iba a acabar con la poca fuerza de voluntad que quedaba en él y esto solamente se debía a dos cosas.

La primera: desde que Feng Xin estaba siendo buscado hasta por debajo de las piedras, él estaba atado a aquella posada donde ambos debían mantener la guardia a todas horas. El posadero parecía saber exactamente quién era la otra persona que acompañaba al hombre gato pero no parecía muy interesado en revelar ninguna información en absoluto a menos que fuera necesario. Aún así Mu Qing debía permanecer en la posada la mayoría del tiempo para asegurarse de cuidar de Feng Xin que aún no estaba del todo recuperado.

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