Capítulo 4

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''Hacer el amor implica una conexión con el amor que no se da todo el tiempo, ni siquiera entre dos personas que se aman''. -Jorge Bucay

El segundo día que nos vimos con Tomás fue... intenso. Creo que no hay otra palabra para definirlo.

Nos juntamos en un centro comercial. Él llegó un poco tarde, pero llegó con su sonrisa que me encantaba. El plan era ir juntos al cine a ver Deadpool 2. 

-Hola Alessa.    -me dice, robándome un tierno y corto beso en los labios. Mi corazón, obvio, empezó a ir a mil por hora. Si sigue sorprendiéndome así me daría un paro cardíaco. 

-Hola, Tomás.    -sonrío, porque con él no puedo evitar sonreír. 

-¿Cómo estás?    -pregunta. Estas preguntas son un poco tontas, porque ya habíamos hablado durante todo el día, sabíamos como estábamos. Quizás aún existían nervios entre ambos. Cuando alguien te atrae así los nervios son inevitables al principio. 

-Muy bien, ¿y tú?

-Bien. Perdona por demorarme, tuve que bajar caminando. ¿Vamos?

-No importa. ¡Vamos! 

Era un día casi de invierno, por lo que hacía mucho frío. Al entrar al centro comercial, más que por hacer conversación que por otra cosa, le comento:

-¡Tengo las manos muy heladas! Siempre me pasa lo mismo, y me duelen. Amo el frío, lo juro. Pero esta parte no me gusta.    -digo, riendo un poco-

-¿En serio? Mira, así mejor.    -me dice, tomándome sorpresivamente de la mano, y haciendo cariño con su pulgar en el dorso de ésta.

Su acción obviamente no la esperaba, pero al igual que el beso que me robó, me gustó. 

Seguimos caminando y llegamos al cine. No entramos, porque la próxima función era en casi dos horas más, un poco menos. Decidimos que íbamos a volver a comprar las entradas cuando se acercara la hora de la función. Como quedaba harto, nos fuimos a una plaza, cerquita del centro comercial. Hacía frío, y habían perros jugando. Conversamos mucho, de muchos temas diferentes: la universidad, la época de colegio, la infancia, etc. Seguía sintiendo que podíamos hablar de lo que fuera. Sentía que no me iba a juzgar, y escuchaba atentamente. Mientras él hablaba, lo miraba y mis ojos se desviaban sin querer a sus labios. ¿Mencioné que tiene una sonrisa hermosa? 

Estábamos sentados en el pasto, y en un momento que no decíamos nada ninguno de los dos, me miró fijamente, y me volvió a besar. Sus labios eran suaves, y el beso era lento y pausado. Mi corazón latía muy fuerte. Pasé mis manos por su cuello, acercándolo más. Siguió el beso y me tomó de la cintura. El beso comenzó a subir de intensidad, más rápido, menos tierno. A pesar de que estábamos muy cerca, aún parecía que no estábamos lo suficientemente cerca el uno del otro. Después de muchos besos, y sonrisas de por medio, nos dimos cuenta que se había hecho tarde, y que el frío había empeorado. Aún no oscurecía, pero definitivamente el día se había hecho más oscuro por las nubes y el frío. En el medio de un beso, me dice:

-¿Quieres ir a mi casa, y comemos algo? Nos podemos tomar un té y nos abrigamos.

Mire la hora, pensé por un segundo pero casi inmediatamente le respondí con una sonrisa:  Bueno. 

Nos pusimos de pie, y tomados de la mano nos fuimos caminando hacia el centro de la ciudad, para tomar locomoción e irnos a su casa. Al subir, pagamos, y nos sentamos. Me toma de la mano, y sin decir nada me da un beso en la palma de ésta. Nos miramos y sonreímos. Apoyé mi cabeza en su hombro, y nos fuimos así todo el camino. 

Al llegar y bajarnos, comenzamos a caminar rumbo a su casa, y le pregunto:

-¿Vives solo?    -se me había pasado por la cabeza, pero quería confirmarlo-

Nunca dejes de soñar | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora