Capítulo 9

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''A veces uno sabe que se va a estrellar, y acelera.'' 

Pasaron aproximadamente dos semanas en que todo iba bien entre los dos. Todo era risas, salir, besos, sexo, pasarla bien. Yo iba a comer con su familia, el venía a comer con la mía. Conocí a sus tíos y su primo. Él conoció a mi mamá y mi cuñada. 

Teníamos una complicidad que me hacía quererlo cada día más y más. Me sentía como si nos conociéramos hace años, podíamos hablar de lo que fuera, tenía confianza con él como nunca tuve con nadie. 

Entonces, comenzaron los problemas. Problemas con los que nunca supe bien como lidiar. Él no era mucho aporte con buscar una solución e intentar sobrellevarlos. Nunca lo fue. 

Primero, tuvimos que retomar las clases y no podíamos vernos tan seguido. Jamás le exigí que nos viéramos todos los días. Siempre entendí que cada uno tenía su espacio y sus cosas que hacer. Sólo a veces le pedía que nos juntáramos en alguna parte de la universidad que quedara cerca de sus clases, en un recreo o break, así vernos un par de minutos. Nuestros campus quedan a menos de 5 minutos de distancia. Por eso, sólo quería darle un beso, decirle te quiero, e irme. No estaba pidiendo mucho, ¿cierto? Pero él nunca estuvo de acuerdo. 

-Amor, ¿tienes 5 minutos para vernos hoy? ¡Te echo de menos!

-Lo siento amor, pero tengo clases hoy hasta las 8. No puedo. También te echo de menos :(

-Pero puedo yo ir a verte en la hora de almuerzo así te veo un ratito, ¿te parece?

-No... no es buena idea. No puedo...

-Pero, ¿por qué? Si ambos tenemos libre en los almuerzos...

-Sí, pero creo que es ridículo verte 5 minutos. Nada que ver. 

-Pero es mejor 5 minutos a no vernos nada, ¿no crees? 

-No voy a verte 5 minutos, Alessa. No. 

Me dolía que, teniendo tiempo, me negara que nos viéramos. Para mi mandarse mensajes no era suficiente, por mucho que estuviéramos con clases. Lo extrañaba, sólo verlo un ratito es todo lo que necesitaba para despejarme o quitarme un poco el estrés...

Tomás solía molestarse conmigo cuando le respondía ''cortante'' o ''indiferente'' en mensajes. Habían días en que simplemente no estaba tan amorosa como siempre, lo normal. Nunca entendí por qué para él era de tanta relevancia eso. Traté de entenderlo, sin embargo. De todas maneras, no era eso lo que ocasionaba el problema. Él, en vez de decirme claramente: ''Me molesta tal cosa...'', optaba por ignorarme. No me respondía más. En una ocasión pasaron incluso un par de días, y no hablamos. No nos veíamos en la universidad -obvio, si normalmente ''no tenía tiempo'', enojado menos- ni tampoco nos topábamos por los campus. El tema que más me dolía era que era yo la que lo buscaba. Siempre fui yo la que le hablaba para juntarnos, arreglar lo que podía estar molestándonos. Yo era la que dejaba su orgullo de lado. SIEMPRE. Esto ocurrió varias veces. Y a pesar de que yo le decía que no era bueno guardarse las cosas, que lo vital era la comunicación, que yo no era adivina como para saber siempre qué le había molestado, parecía no entender...

Pasaron algunos días, y entre que solucionábamos los problemas y teníamos pequeñas discusiones, llegó el día en que cumplimos un mes juntos. 

6 de julio. 

Tomás me dijo que saliéramos a comer, pero no me quiso decir donde. Estaba emocionada porque al fin pasaríamos tiempo de calidad juntos. Era un día sábado, y ya el frío era intenso. Me pasó a buscar en la noche. 

-¡Hola amor! Te ves hermosa.   -dice con esa sonrisa que tanto me gustaba, dándome un tierno beso-

-¡Hola! ¡Tú también! Me encanta como te ves con camisas.  -le digo, tomándolo del cuello y acercándolo a mi para darle otro beso- 

Nos separamos y comenzamos camino hacia donde tenía planeado llevarme. Mi parte favorita de que él manejara su auto y nos moviéramos por la ciudad era mirarlo estar concentrado en el camino. Normalmente poníamos la música que cualquiera de los dos quisiera -casi siempre su música- y cantábamos. Me encantaba mirarlo manejar, concentrado, mientras yo con mi mano izquierda le acariciaba el cuello y jugaba con su pelo. Eso parecía relajarlo. Él intercambiaba su mano entre la palanca de cambios y mi muslo. Le gustaba hacer cariños en mi muslo izquierdo. También me relajaba. 

-Hey.   -rompe el silencio cómodo entre los dos-

-¿Si?

-¿Por qué me miras tanto?   -dice, mirándome brevemente para luego fijar su vista en el camino-

-No... por nada...   -digo, poniéndome roja como tomate de haber sido pillada en el acto-

-Te quiero.   -me dice, apretándome el muslo y sonriendo- 

-Uf, yo también te quiero. Mucho. 

Llegamos al local. Para mi sorpresa, era el mismo local en donde comimos sushi por primera vez. Si, ese con la vista tan linda de la ciudad. 

-Supuse que era bonito traerte a donde nos conocimos por primera vez.

-Supusiste bien. Me encanta. -digo, sonriendo- 

Repetimos casi lo que hicimos esa vez. Subimos al segundo piso, y nos sentamos en la misma mesa. Esta vez si, nos sentamos uno al lado del otro, para estar más cerca. Pedimos, comenzamos a comer, y entre risas, anécdotas y sonrisas tontas nos comimos todo. El sushi estaba muy bueno. La noche estaba siendo muy especial. Cuando, de pronto, se para de la mesa.

-Voy un momento al baño, ya vuelvo.

Me quedo sola y aprovecho para tomar mi celular, y le mando un mensaje a mi familia diciéndoles que estaba bien y dónde estábamos, algo que todos acostumbramos a hacer. Estaba concentrada mandando el mensaje cuando siento pasos cerca de mi. Quito la mirada del celular y lo veo. Traía en sus manos un ramo de flores enorme. 

-Amor, esto es para ti. 

Lo miro sorprendida. Esos pequeños pero hermosos detalles me encantan. Me encantan los hombres tiernos, de verdad. Que el me sorprendiera así hacía mi corazón palpitar más aún. Me entrega las flores. 

-No puedo creerlo. Amor, ¡son hermosas! Eres tan tierno... muchas gracias, por todo.  -lo acerco a mi y planto un beso en sus labios.-

-De nada. -rie- Te quiero Alessa.

-Te quiero Tomás. 


Nunca dejes de soñar | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora