~Capítulo 8~

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Addie nunca en su vida había subido a un carruaje hasta ese momento, había subido a una gran variedad de autos gracias a que su madre conocía a un numeral de personas a las cuales contactar en caso de que su trabajo le impidiera cumplir con ella a...

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Addie nunca en su vida había subido a un carruaje hasta ese momento, había subido a una gran variedad de autos gracias a que su madre conocía a un numeral de personas a las cuales contactar en caso de que su trabajo le impidiera cumplir con ella algún compromiso, ya fuera como sus clases extra de danza por la tarde o que la madre de Sam no tuviera la oportunidad de llevarla a la escuela. Así que había subido a tantos diferentes autos, tales como: Algún Nissan Versa, Jeep, Toyota, Smart, Mercedes-Benz y más. Incluso le daba cierto placer poder reconocer algunos. También había subido a camiones, camionetas y una vez a un avión, e incluso la carreta se había unido recientemente.

Pero los carruajes no figuraban en su lista de transportes a los que había acudido.

Seguramente se habría sentido fascinada y maravillada de haber sido circunstancias normales, unas donde su madre y ella estaban a bordo de un espléndido carruaje que habían rentado, o quizá que era parte de una exhibición.

Y sin embargo, no era así. Y Addie se sentía fatal y no sentía ninguna clase de admiración por aquel carruaje. Tal vez las decoraciones oscuras que lo cubrían tenían que ver también con ello; como los cojines de los asientos —era un poco irónico que a pesar de que estaban supuestamente bajo arresto, aun así obtuvieran algo de comodidad en ese viaje— que eran tan oscuros como el color externo e interno del armazón y de los mismos caballos.

Addie soltó un suspiro lleno de aflicción y melancolía. Escudriñó con la mirada al hombre frente a ellas, parecía imperturbable y adusto, más sin embargo, siendo que su rostro era invisible tras esa caja de metal, no podía estar realmente segura que así era. Tomó como un pequeño consuelo el pensamiento de que tal vez detrás de esa armadura se hallaba un hombre que las miraba con arrepentimiento e indecisión.

Aunque si lo hubo, no existieron señales de él.

Era la primera vez que la suave sacudida de algún transporte no la arrullaba o la relajaba. Sino por el contrario, esa sensación ansiosa y temerosa que habitaba en la boca de su estómago no la abandonaba, y no dejaba de mirarla cada pequeña sacudida hacia Kasla, preguntándose si al igual que ella estaba muriendo de terror.

Su rostro no mostraba signos de esto. Su semblante estaba decaído y miraba con expresión vacía hacia el frente, con los párpados no muy abiertos y casi como si estuviera a punto de caer dormida.

Addie pensó en darle un diminuto empujón y pedirle que no se durmiera, pero una pregunta atacó su mente y la privó de decir algo en voz alta: ¿Hace cuánto que la chica no dormía? Sabía que a menos que hubiera dormido en el viaje del carruaje —cosa que dudaba, pues cuando la despertó, ella se veía muy activa y nada somnolienta —no lo había hecho en toda la noche.

Recordó fugazmente que Kasla le había contado que algunos no vivían cerca de ahí, ¿ella dónde viviría? Era una lástima pensar que ya no lo descubriría.

Addie miró hacia su jirafa de peluche, con expresión cansina y una mueca formada en sus labios.

No supo en qué momento el carruaje se detuvo, pues el tiempo comenzó a hacerse un poco más ameno y ya no tan pesado, hasta dejar de tener noción sobre él.

Addie Bagler Y La Maldición Del Sueño © #1 [COMPLETA]जहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें