~Capítulo 10~

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Los sedantes y somníferos explicaban la sencilla razón por la cual el enorme castillo se hallaba en un silencio de penumbra, en el cual se oía hasta la más ligera respiración y el más suave suspiro que salía de entre los labios de cada uno de los ...

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Los sedantes y somníferos explicaban la sencilla razón por la cual el enorme castillo se hallaba en un silencio de penumbra, en el cual se oía hasta la más ligera respiración y el más suave suspiro que salía de entre los labios de cada uno de los integrantes del grupo.

Todos se apresuraron para moverse de ahí, y Addie se quedó sin más opción y alternativa que tener que seguirlos a donde fuera que decidieran ir, que bien podría ser el mismo fin del mundo —aunque tan sólo se encaminaban hacia la puerta de enmedio—. Y Addie los seguiría, porque no conocía algo mejor por hacer y porque ellos le habían contado que era la solución para romper la maldición que había comprometido su vida, la de muchos más y la definición de normalidad. Lo había aceptado lo suficiente para dejar de lamentar su situación y para tener el firme pensamiento que debía hacer cualquier cosa para terminar de una vez por todas esa loca aventura.

Se pegó hacia Kasla con un semblante serio y el entrecejo ligeramente arrugado, quien no la rechazó y pasó un brazo por sus hombros de manera protectora, los cuales estaban muy por debajo de su altura, aunque igualmente esto no representó problema alguno.

—¿Cómo ayudaré? —preguntó Addie con el nivel de su voz considerablemente bajo, pues hasta ese momento había caído en la cuenta del incómodo e inevitable eco que resonaba en las paredes.

Sin embargo, no obtuvo ninguna respuesta. A Addie este hecho no le agradó en lo más mínimo, sintió los vellos de su nuca erizarse y formarse un nudo en su garganta. Alzó la barbilla con la intención de repetir su pregunta, pero al hacerlo, observó que los ojos de Kasla estaban fijos en el frente, con los labios curvados en una ligera mueca y sin prestarle nada de atención.

Addie sin poderlo evitar soltó un leve suspiro de frustración, del cual se arrepintió de inmediato. Quizá tan solo no podían contarle hasta que estuvieran en el lugar indicado, ¿no? Quizá estaban siendo precavidos o algo similar. Sopesó esa posibilidad y cerró su boca.

Dirigió su mirada a su alrededor, manteniendo su lúgubre silencio y admirando las decoraciones que la rodeaban. Habían estado caminando —o más bien dicho, casi trotando, pues todos ellos se deslizaban con un deje de rapidez y apremio, al cual Addie debía seguir con más dificultad gracias a su corta estatura y por lo tanto su corta zancada— por el centro de lo que era el comedor. Una gran y larga mesa de madera pulida se encontraba cubriendo casi toda la habitación, con unas cuantas sillas del mismo material con cojines de seda rojos a su alrededor.

También habían cuadros de pintura colgando de las paredes de personas que no alcanzaba a reconocer ni de asomo, además de que, por supuesto, la única iluminación provenía de los grandes ventanales cubiertos por polvosas cortinas negras, así que no se veía lo suficiente para ver algo fuera de semblantes serios y fondos oscuros. Addie apartó su mirada de ellos y la enfocó de nuevo en Kasla, quien seguía sin mirarla.

Y sin embargo; ella decidió por fin responder.

—Lo siento —Apartó la mirada del camino y la miró con una cálida sonrisa extendiéndose por sus labios—, es decir, por ignorarte, es sólo que el asunto de Hyrod me tiene realmente preocupada. Y no es que no quiera decirte en qué consiste tu ayuda, es sólo que —Hizo un gesto con su mano señalando a su alrededor— siento que podría no ser lo ideal.

Addie Bagler Y La Maldición Del Sueño © #1 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora