2

3.1K 399 124
                                    

No podía evitar mirarle de reojo cada dos segundos.

Me incomodaba el hecho de que una persona cualquiera estuviese sentada sobre el preciado cuero de los asientos de mi Mustang.
Acababa de tener un momento de lucidez, como si estuviese sobrio por un segundo, y apreté mi agarre en el volante cuando pensé en que había metido a saber quién en mi coche. Sin embargo, el momento duró poco, y sonreí inconscientemente al pensar en una tontería aleatoria.

–¿Tienes algo de beber? Tengo la garganta seca.

Le miré y pensé por unos segundos.

–Sólo eso –señalé con un movimiento de cabeza al reposavasos que se encontraba al lado de la radio, en el que había un café a medio beber– He comprado más pero está en el maletero.

–Me vale.

Cogió el vaso y se lo llevó a los labios para dar un largo trago antes de dejarlo en su sitio. Definitivamente no iba a volver a beber de ese recipiente.

Tras unos minutos más de camino y de que mis ojos comenzaran a cerrarse, un sonoro suspiro me mantuvo despierto.

–¿Adónde vamoooos? –alargó la vocal.

Le miré un poco mal.

–¿No era que no te importaba adonde fuera?

Pareció meditar su respuesta.

–Mmm... sí. Pero, no sé, creo que necesitas dormir. Si no quieres que nos matemos, vaya.

Se incorporó hacia delante y miró el paisaje a través del cristal. Probablemente, si hubiera habido luz, habríamos visto lo que nos rodeaba, pero en estas circunstancias todo era oscuro y todo daba lo mismo. Había pocas luces en el pueblo en el que acabábamos de entrar y la carretera era estrecha.

–Para aquí. Podemos dormir en este sitio y cuando mañana se te pase la borrachera me cuentas tus... planes. Si es que tienes.

No hacía falta que me dijera nada, iba a parar en este pueblo de todas maneras. Después de todo, había llegado a mi destino aunque él no lo supiera.

Aparqué dejando el coche un tanto torcido en el primer lugar libre que vi. El rubio bajó del auto y después bajé yo, intentando ordenar mis pensamientos sin éxito. Sólo quería dormir.
Tropecé con el escalón de la acera y el tal Wooyoung impidió mi desastrosa caída agarrándome de los hombros. Le di un manotazo para quitar sus manos de mí.

–Estoy perfectamente bien –dije, pronunciando mis palabras con fuerza– ¿Ves? Hemos llegado sanos y salvos.

Nos señalé con las manos de arriba a abajo, demostrándole nuestro bienestar. Wooyoung esbozó una media sonrisa irónica que no supe cómo tomarme. O quizás no me apetecía tomármelo de ninguna manera.

Miré a mi alrededor.

–Había... un hotel. Eh... –comencé a decir. Saqué el móvil para mirar en Internet la dirección del hotel de aquel sitio, pero luego me di cuenta de que no me acordaba del nombre del pueblo.

Levanté la vista del móvil sin saber qué hacer ahora, y me encontré con que el rubio ya no seguía a mi lado. Había comenzado a andar.
Troté un poco detrás de él y le seguí. No sabía adónde iba pero parecía conocer el pueblo, así que me fié.

Caminamos un rato que me pareció interminable hasta que el chico frenó en seco y yo choqué contra su espalda. Levanté la vista del suelo y observé una pequeña edificación con un letrero que rezaba "Hotel" en color azul marino. Miré a Wooyoung, confundido.

–¿Cómo...?

–Había un cartel que ponía "hotel" en mayúsculas donde nos bajamos. Con unas indicaciones.

INCIPIENTE - woosanWhere stories live. Discover now