CENIZA

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Jung Wooyoung

-¿A dónde vamos? -pregunté.

Aquella pregunta me trajo tantos recuerdos, que me hizo sonreír al recordarlos.

-Hacia ninguna parte en especial -rió.

Después de eso nos sumimos en un cómodo silencio, cada uno pensando en nuestras cosas, y a medida que íbamos llegando a nuestro destino, el entorno se me hacía más familiar.

Paró el coche. Habíamos llegado a la gasolinera.

-Wow -expresé- me siento raro aquí de nuevo.

Nos quedamos quietos sin hacer nada durante un buen rato. Tan solo admirando la tienda veinticuatro horas, y asumiendo nuestro destino, lo que tenía que ser. Emití un sonoro suspiro que sacó a San de sus pensamientos.

-Ya entiendo. Sé lo que quieres hacer ahora. Es... lo mejor -dije. Y le miré con los ojos brillantes, pero a pesar de eso estaba sonriendo.

Abrí la puerta del coche para salir y él hizo lo mismo, quedando de pie, frente a frente, en aquella solitaria gasolinera donde todo comenzó.

-Oh, espera -dijo repentinamente. Abrió una de las puertas traseras del coche e introdujo medio cuerpo buscando algo. Palpó los asientos sin éxito, hasta que al fin pareció recoger algo del suelo del Mustang. Hizo una mueca extraña al ver lo que sea que fuese, y rápidamente lo escondió tras su espalda antes de que yo pudiera verlo.

-¿Qué es eso? -dije, cuando se incorporó aún con las manos ocultas.

-Si algo aprendí de ti, es que los chicos también lloran. Y que los chicos también quieren flores.

Dejó su mano derecha al descubierto, cediéndome el objeto en cuestión con expresión avergonzada. Exhalé una risa son poder creérmelo al ver lo que era y después los dos comenzamos a reír como idiotas. Lo cogí con cuidado, mis dedos rozando los suyos.

Agarré el ramo de flores descuidadas con ternura. Algunas de ellas estaban marchitas, otras secas o estropeadas, con alguna superviviente entre ellas. Pero así, de esa manera, era lo más bonito que había visto nunca. Observé el pequeño ramo con detalle. Eran las flores del patio interior de la organización.

Me aguanté las lágrimas, y me acerqué a él despacio, para poner una mano en su nuca como acostumbraba él a hacer conmigo. Deposité mis labios sobre su frente. Besando su existencia. Cuando me separé, sonrió. Con esa vista de sus labios mordí los míos. Y es que, joder, hay bocas inevitables.

Éramos dos personas tóxicas. Tan jodidamente semejantes, que juntos dábamos puro pánico. Y por eso sabía que nunca podríamos estar juntos como dos chicos normales, porque no lo éramos.

-Gracias por dejar que me fundiese en la locura junto a ti, y por enseñarme a salir de ella contigo -dije.

-Gracias por dejarme besar tu caos.

Reímos ligeramente, nos separamos unos pasos más y nos dirigimos la última mirada. La cual quedó grabada a cuchillo en el borde de mi alma.

Choi San

Aunque duela, llega el momento donde se debe dejar que todo siga su curso. Donde es mejor que todo vuelva a su lugar. Donde se tiene que entender que aunque lo desees con todas tus fuerzas,  hay cosas que sencillamente jamás serán.

El movimiento de sus labios al hablar quedó incrustado en mis pupilas.

-¿Socios?

-Socios.

Jung Wooyoung

Y chocamos el puño amistosamente con una sonrisa, antes de darnos la espalda y perdernos entre los escombros que nuestro amor dejó.

No sé cuándo ni cómo. No sé dónde ni mediante qué circunstancias.
No sé si será mañana.
No sé si será el mes que viene.
No sé si será dentro de cuatro años.
No sé si seremos nosotros. No sé si podré reconocer tus ojos de cazador. No sé si estarás bien o si yo ya no estaré, si me seguirás queriendo o te estaré odiando, si mi corazón volverá a palpitar fuerte al tenerte cerca o si para entonces el tuyo ya está bajo tierra.

Pero lo que sí sé es que nunca olvidé el brillo de las llantas de tu coche. Tus suspiros en mi cuello y los anillos de tus manos.

La delicadeza en lo obsceno.

La lascivia en el caos.

Y los restos de nuestra locura, quemados, convertidos en...

ceniza.

FIN

INCIPIENTE - woosanWhere stories live. Discover now