ESCOMBRO

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Guié a Wooyoung hasta el interior de la sede, pasando por una puerta trasera la cual nadie sabía que existía excepto unos pocos que llevábamos allí varios años. Acabamos en mitad de un pasillo un poco desorientados. El olor a metal hizo que me sintiera como en casa, y más aún el lejano griterío de los integrantes.

Anduvimos en silencio hasta que me detuve a mitad de camino y posé la mano sobre el pomo de la puerta que buscaba. Miré hacia atrás para toparme con sus ojos, los cuales me dieron la afirmación que necesitaba para seguir.

Abrí y nos adentramos en la vacía habitación. No había absolutamente nada ahí dentro. Tan sólo unas cortinas que tapaban un gran ventanal luminoso. Respiramos hondo casi a la vez y nos apoyamos cada uno en una de las paredes, quedando frente a frente. El chico rubio sacó una cajetilla de tabaco del bolsillo trasero, sujetando un cigarro entre los labios y guardándola en su sitio de nuevo.

Observé todos sus movimientos en completo silencio, como apreciando un cuadro en un museo. Palpó esta vez los bolsillos delanteros, encontrando un mechero de pintura desgastada con el que prendió el cigarrillo.

No me gustaba admitir que se veía condenadamente sexy fumando, porque a la vez odiaba que lo hiciera. Me moví de mi lugar para abrir un poco una de las ventanas. Wooyoung dio un par de caladas y me cedió su móvil.

-Toma. Sé que rompiste el tuyo cuando lo del vídeo -esbozó media sonrisa. Me alivió el hecho de que no le doliese recordarlo. Al fin y al cabo, mi chico era fuerte.

Cogí su móvil y me metí en el chat grupal de la organización. Intenté escribir el mensaje dos veces, pero los dedos me temblaron.

-¿Estás nervioso? -dijo exhalando el humo. Cuando levanté la vista una nebulosa cubría su rostro.

-No -negué, intentando aparentar seguridad, tragando saliva.

-No me mientas. Y tranquilízate, no siempre tienes que ser el duro.

-Es solo que casi me he criado viendo estas paredes. Al principio no vivía aquí, sólo venía por las tardes y cuando era necesario, pero con el tiempo casi acabé viendo a Song Mingi como un padre.

Me ofreció un apretón en el hombro en señal de apoyo. Y acto seguido, dio una larga calada para acabar tirando el cigarro al suelo y pisarlo. Sin esperarlo, alzó la mano hacia el exterior de la ventana y dejó caer el paquete de tabaco.

-¿Qué haces? -pregunté confuso.

-No sirve para nada.

-Haces bien.

Restregué mi rostro con ambas manos, estresado, y Wooyoung me agarró ambas muñecas para que dejase de hacerlo.

-¿Cómo puedo tranquilizarte? -me miró con ojos inocentes y los labios entreabiertos. Huí de su mirada y sacudí el agarre de sus manos. Estaba casi seguro de que hacía ese tipo de cosas aposta.

-Vamos ya. Mandaré el mensaje cuando estemos allí -dije, recobrando mi seriedad y seguridad.

Salimos de la habitación, a la que tan sólo habíamos entrado para respirar tranquilos un segundo antes de que todo se resumiese en un amargo recuerdo.

Anduvimos, siendo cuidadosos con nuestras pisadas, hasta un pequeño pasillo parecido a un callejón. Lo atravesamos y llegamos hasta el final. Hasta nuestro objetivo. La salida estaba bloqueada por un gran rectángulo de cristal. Dicho rectángulo tenía dentro una repisa con un simple botón rojo.

-No me lo imaginaba así -habló Wooyoung.

-Cualquiera puede volar el edificio pulsando este botón. Lo que pasa es que tienes que saber encontrarle, y además, nadie querría hacer algo así.

INCIPIENTE - woosanWhere stories live. Discover now