El Vorágine De La Casa Baratheon

Capítulo 14: Mares Sangrientos

Han pasado varios meses desde la boda real. Los Guardianes, los Altos Señores y todos los invitados que no residen en Desembarco del Rey regresaron a sus respetados reinos. Una cosa que cambió fue una carta enojada del Príncipe Doran a su hermano menor Oberyn y el Rey. Básicamente, la carta decía a ambos hombres que el gobernante de la Casa Martell no estaba contento con la legitimación de los cuatro (entre muchos) bastardos de su hermano, ya que había un acuerdo entre los hermanos sobre este tema. Naruto le había explicado a Doran en una carta que el Príncipe Oberyn había hecho mucho por él mientras servía en el Pequeño Consejo. Cómo sintió el Rey que el Príncipe Oberyn merecía que al menos algunos de sus hijos fueran legitimados y reconocidos como miembros de la Casa Martell.

Doran todavía no estaba contento con eso. Si bien el Jefe de la Casa Martell estaba realmente agradecido por el Rey al vengar con éxito la muerte de su querida hermana y sus hijos, Doran no era de los que creía que le daba al Rey suficiente margen para hacerlo. El príncipe Doran amaba mucho a su hermano, pero Oberyn no se tomaba las cosas lo suficientemente en serio. Hasta que lo hizo, Doran había dejado en claro que ninguno de los muchos hijos bastardos engendrados por Oberyn se llamaría Martell.

Solo para descubrir que Oberyn había acudido a una autoridad mucho más alta en el tema y lo había hecho oficial a los ojos de Dioses y Hombres.

El Rey había declarado que decidir si los hijos del Príncipe Oberyn debían ser legítimos no era algo que el propio Doran tuviera la última palabra. Fue decisión de Oberyn ya que eran sus hijos, no los de Doran. Como tal, si Oberyn quería que sus hijos fueran legitimados, fue su decisión acudir al Rey por ello después de que el Príncipe estaba seguro, sin lugar a dudas, de que estos hijos ilegítimos eran de hecho suyos.

Doran, sin embargo, no fue disuadido por esto, e incluso amenazó con cancelar el matrimonio que se arregló para su hijo y Myrcella. El Rey había respondido diciendo que si bien ese final sería desafortunado, la culpa recaería directamente en Doran. Naruto era muy consciente de que Myrcella realmente estaba feliz con su futuro esposo gracias a la información proporcionada por Oberyn y al propio Spider por si acaso. Si el matrimonio nunca sucediera, Naruto le aseguró a Doran que todos sabrían que fue por sus acciones al controlar las acciones de su hermano. El Rey también agregó que si el hombre hubiera dejado de estar atascado en su propia visión estrecha de las cosas, entendería por qué había una creciente aversión a la regla del Príncipe. Naruto incluso se ofreció a que Qyburn examinara su gota,

Lo que quedaba del orgullo de Doran como Señor de sus tierras se negó. Algo que Naruto esperaba y pensaba era increíblemente tonto. El hombre tal vez sea un diplomático nato, pero ¿de qué sirve cuando te revolcas en la autocompasión y la deprimente sensación de vivir? Naruto había tratado de apaciguar al hombre para que no se enojara con su hermano, pero Doran no escuchaba la razón.

Afortunadamente, para Myrcella, de todos modos, Doran no terminó el matrimonio como había amenazado con hacerlo. Principalmente porque su hijo se enteró y estaba furioso con su padre por sugerir que el matrimonio se suspendió. Trystane había llegado a amar a Myrcella durante su tiempo aquí en Dorne, descubriendo que su belleza era algo realmente asombroso, y aún tenía que detenerse. Había escuchado historias sobre el nacimiento cuestionable de Myrcella entre su madre y el hermano gemelo de su madre, Jamie. Cómo eran verdad. Pero a Trystane no le importaban esas cosas. Myrcella era inteligente, hermosa, amable y realmente actuaba como una princesa a su manera. Ella no era como su madre en ser el monstruo manipulador y engañoso que Cersei Lannister había sido cuando la Reina de los Siete Reinos.

Trystane podría decir honestamente que estaba enamorado de Myrcella. Tanto que el joven amenazó con dejar a Dorne con Myrcella si se cancelaba el matrimonio y ella tenía que irse.