𝗻𝗶𝗻𝗲. 𝗿𝗶𝘃𝗮𝗹𝗿𝘆

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Septiembre 1994

Si había algo que Aquila sabía era que las apariencias engañan. Al verla rodeada de gente en los pasillos o en el Gran Comedor, los demás alumnos podrían llegar a pensar que tenía multitud de amigos, pero nada más lejos de la realidad.

Quienes se acercaban a ella solían hacerlo por pura conveniencia. Los sangre limpia debían mantener ese perfil, pretender que se llevaban bien entre ellos, que se hablaban de forma educada como en las reuniones que se celebraban en sus mansiones. Nada era tan bonito como parecía.

Nadie enseñaba a sus hijos a hacer amigos, les impulsaban a sacar mejores notas que el resto de sus compañeros, mejores pretendientes con los que casarse. Aquila estaba acostumbrada a vivir en rivalidad con los demás en el colegio.

Tenía la suerte de poder decir que contaba con una amiga. Camille Avery, una chica alta, rubia y de ojos cristalinos. Traía locos a casi todos los chicos de la escuela y lo sabía, pero era simplemente perfecta. O eso era lo que aparentaba. En la habitación, Camille se tiraba eructos que habrían espantado a su padre, se paseaba en ropa interior aunque entrasen otras chicas y no se molestaba en peinarse.

—¿Piensas presentarte o no?

Aquila giró la cara hacia Camille, quien había preguntado. Hablaba, por supuesto, del Torneo de los Tres Magos, que tendría lugar aquel año en el colegio. Aquila había estado pensando seriamente si apuntarse o no.

Durante el verano su padre le había mencionado el Torneo y había dejado caer el orgullo que traería a la familia si ganara. Al principio no le había gustado la idea, porque quería dejar de hacer cosas solo por complacer a los demás. Pero, tras reflexionar, apuntarse no parecía algo tan espantoso.

Le llamaba la atención el poder probar a todo el mundo que era capaz de valérselas por su cuenta.

—No lo sé, Cami. Quiero intentarlo, y mis padres me llevan insistiendo para que participe desde el verano...

—Y por esa razón te quieres echar atrás.

—No me conoces tanto.

—No te hagas la serpiente conmigo. Llevamos compartiendo habitación más de cinco años, como para que me vengas con esas.

Aquila suspiró y echó su espalda sobre el respaldo del sofá, con pesadez, cruzándose de brazos.

—Eres una Slytherin, así que ármate de valor y preséntate si de verdad quieres. Si no, te maldeciré. Sabes que soy capaz.

—¿Me estás amenazando?

—Sí. Así que ve y cuéntale a ese noviecito tuyo sobre el Torneo. Deberías saber qué opina, ¿no?

Aquila asintió, se levantó del sofá y salió de la Sala Común.

Encontró a Cedric en la biblioteca, sentado y haciendo tarea con sus amigos, con total tranquilidad.

—Cedric, ¿podemos hablar?

Se había acercado a él, y sus amigos sonreían con burla, como cada vez que los veían juntos. Pero la mirada de Cedric se tornó confundida, y Aquila pronto se dio cuenta de cómo había sonado la frase.

—Por Salazar, no es eso, Diggory. No es el tenemos que hablar, voy a romper contigo. Solo quiero tener una conversación.

Su semblante se relajó al instante, y agarró su mano para salir juntos del lugar.

—Yo también quería comentarte algo —confesó el chico, mientras caminaban cogidos de la mano por los pasillos.

—Yo primero.

—Por supuesto. —Cedric le sonrió de forma gentil, y a Aquila se le encogió el corazón, porque su sonrisa era lo más bonito que había visto.

—Llevo mucho tiempo cavilando sobre el tema y... Quiero presentarme al Torneo de los Tres Magos. Dumbledore dijo que estaba abierto para todos los estudiantes que tuvieran los diecisiete antes de Halloween, y mi cumpleaños es ese día... Así que, sí, me voy a apuntar.

El chico se mordió el labio, pensativo. Aquila frenó el paso para observar a su novio, quien parecía debatir algo consigo mismo. Cedric se pasó una mano por el flequillo, apartándose el pelo de los ojos para centrar en Aquila su completa atención.

—He de confesar, Aquila, que serás una buena rival a vencer —comenzó a hablar, con una media sonrisa—. Porque yo también voy a presentarme al Torneo.

—Que gane el mejor.

Aquila extendió su mano libre para que él la apretara, en señal de acuerdo. Cuando él la aceptó, no les quedaba ya ninguna mano libre, ya que estaban ocupadas con las del otro, cruzadas entre medio de los dos. Aquila acercó su rostro y pegó sus narices, viendo con claridad cómo Cedric tragaba saliva.

—Estoy seguro de que así será.

Cedric habría querido que aquel momento fuera para siempre, que aquella noche fuese eterna. Mientras se besaban, sabía que no le importaba ganar o perder el puesto de campeón. Todo lo que deseaba lo tenía delante, y lo estaba teniendo en esos instantes.

Ella siempre le había provocado esos sentimientos, desde que empezó a conocer lo que era que alguien le gustara, Aquila había estado ahí. Y se sentía afortunado por ello.

Aunque ese momento no fuera a durar eternamente, Cedric se sentía feliz, pensando que se tendrían el uno al otro por un largo tiempo.

FINDING OUR STARS², cedric diggoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora