Amor de alquiler

12 1 0
                                    

―No puedo creer que haré esto ―musité vacilante―, es una locura, no

Oops! Questa immagine non segue le nostre linee guida sui contenuti. Per continuare la pubblicazione, provare a rimuoverlo o caricare un altro.

―No puedo creer que haré esto ―musité vacilante―, es una locura, no... Creo que lo mejor será rechazar la invitación ―proferí, cerrando la laptop.

Una mano me detuvo.

―Sabrina, por todos los cielos. ¿Quieres dejar ya eso? Has hecho esto varias veces. Decídete ―recriminó Corina.

Mi mejor amiga, con vivía hace más de año y medio, me lanzó una de sus miradas de advertencia. Ya la tenía cansada con las mil vueltas que daba respecto a "eso." Sin embargo, ¿cómo no?, estaba a punto de entrar a un sitio web llamado: Amores de alquiler.

Lugar al cuál llegué por recomendación de ella.

El sitio básicamente constaba en contratar el servicio de acompañante ―fuera hombre o mujer―, por X cantidad de días u horas. Aclarando en la página que solo era para acompañar, no incluía sexo ni compromiso, nada semejante.

―Como si fuera tan fácil, Rina ―murmuré algo avergonzada―, jamás he hecho algo parecido... Ni siquiera salgo con conocidos, ¿cómo haré esto con alguien que ni siquiera sé si tiene todos los dedos de sus manos? ―Okay, tal vez exageraba un poco, después de todo era cosa mía el querer ir, pero, ¿era esa una buena idea? Lo dudaba.

―Escucha, ¿hace cuánto somos amigas?, ¿siete años? Nunca, en todo éste tiempo, ni siquiera te he conocido un amante. ―Rodé los ojos, eso sí había sido exagerado―, y todo debido al idiota ese de Fran y todos los demás. Destruyeron tu autoestima, tus ilusiones... Te volviste insegura e incapaz de dar más o de creer que puedes tener algo mejor. Entonces lo que debes hacer es ir y demostrarte que son el pasado. ¡Muéstrales lo lejos que has llegado! ―zanjó con decisión.

―No lo sé, creo que hacer esto es darles demasiada importancia. Además, si llegan a saberlo... sería la comidilla de esos buitres de por vida ―declaré molesta.

―No tendrán forma de saber, si confías en ti. Ya te lo he dicho, el servicio funciona, y lo bueno es que no vuelves a saber de esa persona ―dijo guiñándome, animada.

Terminé sonriendo por sus gestos.

No sé en qué momento fue, pero me había convencido.

Salí de mi turno en el hospital, justo a tiempo para llegar a la cita. Jugaba ansiosa con el cierre de mi bolso mientras esperaba sentada dentro en la cafetería que acordamos. Pensaba en "el capitán" y mis manos sudaban. Así se hacía llamar mi futuro acompañante en su perfil. Intenté mantener la compostura y la seriedad, a pesar de los nervios que me desbordaban.

Miré distraída hacia la acera. Y fruncí el ceño cuando vi una moto de gran cilindrada estacionarse, preguntándome si podría ser qué... y fue cuando se quitó el casco que lo reconocí.

Era él.

Cabello negro, desordenado y ligeramente ondulado. Su físico era proporcionado, lo justo; perfecto. Y su rostro... Era inaudito su atractivo. Ilegal.

Cupido me ha dado fuerte ©Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora