Flores para el abogado

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Conquístame, te doy permiso para que me envíes flores

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Conquístame, te doy permiso para que me envíes flores. Los hombres también adoramos los chocolates y las rosas en las fuentes del desayuno.

Su corazón latió con fuerza cuando lo vio cruzar la calle, estaba distraído viendo su celular y no se había dado cuenta de que la rubia de escote sobresaliente y piernas largas lo miraba con coquetería, deseando su número o algo más. Él, ese lunes 11 de febrero, vestía de negro, un traje negro, camisa francesa, zapatos bien lustrados y chaleco negro con un reloj colgando del bolsillo. Más de un hombre se había girado para observarlo, algunos ocultaron una sonrisa y otros se observaron a sí mismos, y es que Yetro Barba imponía elegancia en cada paso que daba: su altura, su belleza, su forma de defender a los demás y su forma de vestir. Era un hombre sumamente atractivo que no pasaba desapercibo para nadie, incluso para la muchacha que era dueña de la florería más famosa de la esquina de Chicago.

Gaela Alvarado soltó una risita cuando lo vio pasar muy cerca de su florería, llevaba un café y en la otra mano su maletín negro, directo al bufete de abogados de la esquina. Lo sabía todo de él.

Yetro Alejandro Barba, el hijo mayor del economista Raúl Barba y de Olivia Marie de Barba, repostera y dedicada a sus hijos, el abogado tenía una hermana llamaba Melinda que estaba estudiando medicina, su adoración y por la que daba su vida. Era del signo Capricornio, del 9 de enero, tenía treinta y tres años, defensor de los animales, de las mujeres y de los niños; incluso aceptaba casos donde no tenía ningún ingreso solo por ayudar. No había perdido casos y era muy conocido por ser un lobo en la sala del tribunal, todos lo conocían.

Su ex novia trabajaba con él, una morena de estrecha cintura y ojos marrones ―Laura Burgues―, una mujer tan salvaje como Yetro, la mujer ideal, pero no se sabía por qué habían terminado, o mejor dicho, Gaela no lo sabía.

La muchacha llevaba más de un año enamorada del serio abogado, saludándolo cuando venía por flores para su madre y chocolates para su hermana. La primera vez que lo vio ella lo atendió, no podía olvidar el traje color vino, la sonrisa en los labios y los ojos azules que poseía: intensos, grandes y bellos. Sacó su nombre, lo buscó en redes sociales y páginas donde hablaban de él, se hizo amiga de la secretaria del bufet y averiguó todo sobre el abogado en una semana. El día domingo ya sabía su número de calzado, los lugares que había recorrido y también la marca de perfume que usaba. Sí, era una acosadora, pero seguía soñando con aquel bombón que apenas sabía de su existencia, bombón al cual le enviaba chocolates y frutas firmando siempre como: Valiente.

No se animaba a hablarle, y las veces que lo había intentado siempre sonaba su bendito celular. Él lo sacaba, hacía una mueca y entregaba su tarjeta de crédito para que se cobrara, al final salía sin decir nada más. Sus empleadas le habían dicho que dejara ese amor por el abogado, que había más hombres, pero Gaela ya había hablado en las noches con su corazón, aunque este simplemente no quería soltar al abogado.

Su mejor amiga se echó a reír al ver a su jefa recostada en el mostrador con una sonrisa en los labios, podía comprender su amor hacia el abogado, tenía a todas suspirando y supo que su amiga también formaría parte de la lista. Pero los tipos como Yetro fácilmente no bajaban la cabeza y tenía miedo de que a su amiga le rompieran el corazón. No sería justo para Gaela, era una cosita llena de vida y amor para regalar, se merecía un hombre con un corazón gigante para amarla como merecía.

Cupido me ha dado fuerte ©Where stories live. Discover now