Más allá de todo

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Ocho años

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Ocho años. Miles de sueños. Recuerdos indelebles. Besos arrolladores. Caricias eternas. Pero en ocasiones hasta el amor más fuerte y el corazón más entregado se cansa.



Eduard


Veo al otro lado de la calle como muchos jóvenes de mi edad, hasta mayores, no paran de entrar a la institución. Definitivamente cursar el primer año y ser nuevo debería ser un pecado, los nervios son tantos que no termino de encontrar el valor para entrar.


Si todos odian el primer día de clases, imagínense siendo nuevo.


Tomo una bocanada de aire y me dirijo hacia la entrada antes de que me arrepienta, al estar cerca, el portero de piel clara y cabello platinado se me queda mirando.


―Ajá, ¿por qué te quedaste allá? ―pregunta con seriedad, pero no le respondo, solo levanto mis hombros en señal de indiferencia y me adentro a la edificación.


El timbre que anuncia la entrada a clases suena en la cancha y todos comienzan a ponerse de pie para ir hacia su respectiva fila, pero al ser nuevo no sé hacia donde caminar. Me dejo llevar y me coloco en la primera fila que encuentro, veo demasiadas caras desconocidas, tanto hombres como mujeres. No me pongo a detallar mucho, escucho la voz del hombre que dice ser el subdirector a lo lejos, pero mi mente está perdida en la nebulosa.


Poco a poco cada sección con su respectivo profesor de turno se adentran en las aulas, la fila en la que estoy es la última. Como un autómata camino detrás de los que serán mis compañeros, pero no es sino hasta que estamos cerca de la puerta, que toda mi atención se centra en una persona, sin embargo la pierdo de vista. Trato de apresurar el paso para entrar, cuando lo logro busco a la chica entre las casi treinta personas que hay en la habitación. No hay casi puestos, por lo que tomo asiento casi al final, rápidamente doy con ella, a unos pupitres a mi izquierda.


Toda mi atención se posa en esa chica menuda de ojos avellanados y cabello oscuro como la noche, parece hasta de un tono azul. Su sonrisa es preciosa, pero lo que me atrae más es el tono de su piel morena, se adivina suave con el simple hecho de detallarla.


En toda la clase, que por lo poco que he escuchado solo nos están dando la bienvenida, no paro de observarla, de apreciarla desde lejos. Me tiene cautivado su sencilla belleza.


Ana


Su corazón acelerado retumba debajo de mi oído y sinceramente ese es mi sonido favorito desde hace ocho años. Sus manos acarician mi cuerpo sudoroso por la faena reciente. Con mis manos acaricio su pecho lampiño, mis ojos aún permanecen cerrados luego de aquel brutal orgasmo que me azotó. Siento la presión de sus labios en mi coronilla al dejar un casto beso, sonrío sin poder evitarlo por la ternura que me transmite ese pequeño gesto.

Cupido me ha dado fuerte ©Onde as histórias ganham vida. Descobre agora