El Inframundo

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El Inframundo

Un rayo estalló e iluminó la cámara oscura del trono. Cuando el fulgor se evaporó, Loki apareció junto a las antorchas encendidas, vestido con un traje de guerrero asgardiano, la carpa verde, el yelmo con cuernos y una lanza. Observó a Mjolnir incrustada en el piso y notó el olor pestilente y las paredes húmedas de donde fluía un líquido viscoso. Al respirar, de su nariz brotaba vapor por el ambiente helado.

-Así que esto es el Inframundo – comentó el joven con sorna.

Recorrió el espacio reducido, pausadamente, observando cada detalle con curiosidad. Había leído y estudiado ilustraciones en libros antiguos y desde niño lo había fascinado este mundo al que solo accedían los cobardes que no morían en una batalla. Con este concepto, él mismo se consideraba uno porque el enfrentamiento cuerpo a cuerpo no lo había atraído nunca. Prefería armar intrigas, estratagemas perfectamente elaboradas y tender una red alrededor de sus enemigos antes que luchar de frente. Su estilo era lo opuesto al de Thor, que elegía la pelea frontal.

-Te jactas de ser diplomático pero visitas mi reino vestido como un guerrero.

Loki volteó hacia el trono de huesos y vio a Hela, sentada soberbia, repulsiva y hermosa a la vez, tal cual la describían los textos milenarios.

-Mis más sinceras disculpas, Vuestra Majestad – se inclinó levemente el joven, con una mano sobre el corazón, y tal era su gracia que la diosa no supo si se estaba burlando o hablaba en serio.

Loki se pasó el brazo a través del cuerpo y al instante, su apariencia de soldado mutó en una túnica verde, calzas y botas oscuras, y una capa negra. Su casco se esfumó y su cabello surgió recogido en una coleta baja. La lanza desapareció y ahora, con ambas manos unidas, volvió a saludarla, asintiendo.

La diosa arqueó una de sus cejas verdes.

-Aunque conozco tus intenciones te lo preguntaré, Loki de Asgard. ¿A qué has venido?

-Vine a proponeros un trato.

Hela sonrió, burlona, y con la punta del índice se rascó la comisura de los labios. Loki era divertido, un simple príncipe bastardo devenido en incubadora de los hijos de un futuro rey, buscando cerrar tratos con ella. En otro momento, hubiera enviado a sus esclavos fantasmas para que le absorbieran las ganas y energía pero con Ragnarök pronto a desatarse, prefirió entretenerse y seguirle el juego.

-¿Qué tienes para ofrecerme a cambio de Thor, hijo de Odin? No ofrezcas a tu hijo porque ya es mío.

-¿Tuyo? – sonrió Loki, bromista, ya tutéandola, y se acarició el vientre -. ¿No deberías decir nuestro? ¿Acaso no le prometiste a Malekith, el maldito, que entre los dos desatarían Ragnarök y reinarían juntos? ¿Qué pasó? ¿Te ganó el egoísmo?

Furiosa, Hela se levantó del trono y las sombras, atraídas por su cólera, se colaron de entre los muros y deambularon por el techo.

-¿Quién te crees, hijo no reconocido de un rey, para dirigirte a mí en ese tono? Te advierto, Loki, que mi paciencia tiene un límite.

-No he venido de ninguna manera a ofrecer a mi hijo – contestó el joven, bajando el tono y fingiendo respeto -. Ya es vuestro. Deseo ofrecerme yo mismo a cambio de la vida de mi esposo. Os ofrezco mi cabeza, Vuestra Majestad.

-¡No necesito tu cabeza! – exclamó la diosa, enojada, y se sentó de cuenta nueva.

-Claro que sí, Majestad – desafió Loki. Las sombras amenazaron con acercársele, pero él las miró con tanto desprecio, que se mantuvieron alejadas -. Sin mi cabeza moriré y como no pienso oponer resistencia, permaneceré en este mundo. Necesitáis un esclavo con mi capacidad, bella Hela – observó a los fantasmas -. Sería una sombra útil a la que podríais enviar a cerrar tratos ventajosos o tender trampas a los enemigos. No soy bueno atacando, lo mío es el razonamiento y la palabra, y puedo convencer hasta al ser más díscolo. Pensad si alguna de vuestras almas esclavas posee alguno de mis talentos.

-Eres divertido e ingenioso – se mofó la diosa, soltando una carcajada -. Pero tan ingenuo como tu consorte. Observa, Loki – y con un parpadeo de sus ojos violáceos, se corporizó una pantalla gigante en uno de los muros.

Como si se tratara de un ventanal, se proyectaron distintas imágenes de los Nueve Reinos. Se veía en Midgard a los Vengadores peleando contra los duendes oscuros, en Asgard a Malekith sosteniendo el cetro de Odin, en Jotunheim a los gigantes de hielo preparados para invadir Asgard, en Svartalfheim a más elfos aprestados para pelear en Midgard, y los demás mundos, cada uno, alistándose para una guerra.

-El Universo está preparado para parir Raganrök – explicó Hela y se levantó para bajar los escalones. Se dirigió hacia Loki, que no se movió de su sitio, y al llegar hasta él, posó la mirada violeta en su vientre abultado -. Solo espera a que tú des a luz. ¿De qué me serviría tu cabeza cuando tendré la de millares gracias a la destrucción del mundo?

-Las utilidades son infinitas – replicó Loki, sin una pizca de amedrentamiento. Enfrentar a la diosa del Inframundo era una de las tantas aventuras peligrosas a las que había aprendido a someterse desde su exilio -. Podríais usarla como un balón, podríais entregarla a vuestros esclavos para que se diviertan, podríais usarla para el respaldo de vuestro trono, o podríais utilizar la inteligencia y astucia que posee para conservar y aumentar el mundo que conquistaréis.

-Es extraño que el olor pestífero que desprendo no te repela – añadió la diosa, observándolo intensamente -. Tu consorte lo soportó menos de lo que hubiera esperado. En cambio tú eres diferente, pareciera que hubieras nacido para venir a mi reino.

Loki inclinó la cabeza respetuosamente, tomando el comentario como un cumplido.

-Mi cabeza es vuestra si la aceptáis, Su Majestad.

Hela alzó el mentón del joven con la punta de su uña más crecida y lo observó.

-Tienes una cabeza bonita. Pero no la necesito.

-¿Qué pensáis hacer con Thor de Asgard, si lo puedo saber? – arremetió Loki, sin darse por vencido -. Sería una carga mantenerlo prisionero vivo y si osáis asesinarlo, él lucharía y moriría en combate. Por favor, pensad en mi oferta, Vuestra Majestad. Ofrezco mi cabeza con mi intelecto, lo mejor que poseo, a cambio de un prisionero que se está volviendo molesto para vos.

Hela lo liberó.

-¿Crees que no te conozco lo suficiente, Príncipe del Engaño? – preguntó con tono altanero -. Buscas siempre sacar provecho y estafar a tus adversarios. ¿Qué ventajas obtendrías tú si te diera a Thor y renunciaras a tu cabeza?

Loki le regaló su mirada de inocencia más pura y, con ojos acuosos, contestó.

-Thor y mi hijo me importan más que nadie. En estos meses aprendí a renunciar a mí mismo y reconocí que por ellos daría mi propia vida. Estuve estudiándolos a vos y Ragnarök y llegué a la conclusión de que es imposible deteneros. Queréis a mi hijo y yo no podré hacer nada para que me lo quiten – hizo una pausa porque el llanto le ganaba. Hela bufó con fastidio -. Me lo quitaréis y con su sangre iniciaréis el fin del mundo. Sin embargo, el tiempo que pasé en el exilio me hizo fuerte y aprendí a desprenderme de lo que más quiero. No puedo hacer nada por mi pequeño niño. Pero no necesitáis a mi consorte. Por eso apelo por él y como sé que hay que pagar un alto precio, os ofrezco mi cabeza, ¡oh reina del Inframundo!

-¿Cómo el amor pudo ensombrecer una mente tan brillante como la tuya? – se preguntó la diosa con desprecio -. Te pondrás a mi servicio para que Thor regrese a Asgard – subió los escalones, dándole despectivamente la espalda, y fue a sentarse en su trono -. Tu sacrificio no tiene sentido alguno porque durante Ragnarök, tu consorte morirá de todos modos. De acuerdo, tú pierdes, Loki, hijo bastardo de Laufey. Tu cabeza a cambio de la libertad de Thor de Asgard.

Loki encorvó los labios con una sonrisa astuta y genuina.

-Gracias, Majestad – replicó con otra reverencia.

Hela indicó a las sombras que condujeran a su flamante esclavo a la celda de Thor.

-Después te cortaré la cabeza – anticipó con satisfacción -. Y arrancaré al niño de tus entrañas.

Loki asintió, totalmente de acuerdo.

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Entre gemidos y sonidos sibilantes, las sombras guiaron a Loki hacia la mazmorra. Los pasillos oscuros, además de húmedos y malolientes, estaban cargados de una energía soporífera. El joven recordó haber leído en alguna parte que estaba compuesta del dolor y martirio de las almas esclavas y que si uno permanecía un cierto tiempo inhalándola, podía perder la salud y hasta la vida.

"No debo preocuparme. Él estará bien," se repetía una y otra vez. Thor llevaba un tiempo preso pero era fuerte y ya iba a sacarlo de allí.

Llegaron finalmente a la entrada de la celda. Las sombras entregaron a Loki una llave y aunque pudo destrabar la puerta de hierro macizo, le costó con su preñez avanzada, moverla. Las sombras tuvieron que abrirla por él.

Loki ni se molestó en agradecerles porque apenas pudo ver el interior, se topó con Thor inconsciente, boca abajo en el piso pedregoso.

Desesperado, se le acercó y con dificultad por el peso del vientre, se inclinó para sentarse a su lado.

Las sombras silbaban sin parecer satisfechas o deprimidas con el espectáculo. Ya no tenían emociones y sus almas le pertenecían enteramente a Hela.

Loki rodó a su consorte en el piso. Thor estaba pálido, con los labios azules y los ojos cerrados. Hasta su cabello de oro había perdido brillo y debajo de los párpados, se veían cuencas grises de cansancio. Primero, Loki lo sacudió con vehemencia, después recitó una serie de sortilegios y trazó runas protectoras en las piedras del suelo. Pero nada funcionaba.

Hela entró en la celda con su espada, filosa y larga, y aunque estaba de espaldas a ella, el joven la percibió por su aroma.

-Cumplí mi parte del trato, Loki de Asgard. Te entregué a Thor. Nunca estipulamos su estado, nunca me lo reclamaste sano y salvo.

Loki no la escuchaba, tan angustiado estaba por hacerlo reaccionar. Le apoyó el oído sobre el pecho y pudo oír latidos tenues, pero latidos al fin. Al menos sabía que vivía.

Hela caminó en círculos alrededor de la pareja. En su rostro se dibujaba la sonrisa de socarrona victoria.

-Continúa intentándolo, querido – se mofó -. Cuando te canses, aquí traje mi espada para decapitarte como lo acordamos.

Angustiado, Loki ahora quería llorar de impotencia pero no le daría esa satisfacción a la diosa. Tampoco el llorar despertaría a su esposo ni lo sanaría. Pensó en lo que habían vivido juntos en los últimos meses y en lo que Thor se había esforzado para que él recuperara su confianza y se sintiera amado. La vida era una contradicción constante, como su madre le había dicho. Una contradicción y un calvario. Cuando al fin había conseguido una familia, se veía obligado a perderla.

-La vida es una contradicción constante – repitió la frase, lleno de impotencia, angustia y dolor, mientras alzaba apenas la cabeza del príncipe para contemplarlo. Tenía la voz trémula y luchaba desesperado para detener las lágrimas -. Durante años te envidié en secreto y hasta intenté destruirte. Hoy quiero salvarte porque – quedó en suspenso sorprendido de lo que iba a confesar -, porque te amo.

Loki sintió que el corazón se le inflamaba, primero por la declaración y luego porque la conexión que tenían se encendía otra vez. Observó a Thor, que extraordinariamente recuperaba el color en las mejillas. El amor era la respuesta, entendió Loki. El amor era lo que le había devuelto la esperanza y la alegría de una familia. El amor era, además, el lazo que los unía a través del enlace sagrado. Y el amor estaba curando a Thor.

Finalmente el príncipe, que antes no podía moverse, comenzó a ladear la cabeza y abrió los ojos.

-Loki – murmuró Thor con un hilo de voz -. ¿Qué haces aquí?

-Vine a rescatarte, damisela en apuros – bromeó.

Thor cerró los ojos. Las imágenes de sombras aullando, deambulando a su alrededor y abalanzándose sobre él, iban y venían como fragmentos de una pesadilla que no podía recordar enteramente. Veía el rostro atractivo de Hela en contraste con sus piernas cadavéricas. También estaba Malekith. . . Malekith, el maldito, robándole la apariencia para engañar a Loki. . .

-Quisieron engañarte – murmuró el príncipe, cansino.

-Pero no lo consiguieron – respondió Loki -. Es imposible engañarme a mí, al Príncipe del Engaño.

En medio del agotamiento, Thor sonrió con orgullo y alivio.

-Sabía que lo descubrirías.

Sujetándole el rostro con ambas manos, Loki lo besó.

-Todo está bien – susurró para tranquilizarlo.

-¿Y nuestro hijo?

-Perfectamente bien – sonrió el joven -. Será fuerte como tú.

Hela se impacientó.

-Tienes a tu consorte – le recordó, ansiosa -. Ahora es mi turno. Acércate, Loki, hijo bastardo de Laufey.

-¿Qué ocurre, Loki? – preguntó Thor, desconcertado. Alzó a duras penas la cabeza y se encontró con la diosa -. Hela – murmuró, con bronca.

La diosa levantó la espada para que el príncipe la viera.

-Tu consorte hizo un trato conmigo para libertarte. Su cabeza a cambio de tu libertad. Ya eres libre, Thor, hijo de Odin. Ahora me toca a mí reclamar mi parte.

Con desesperación, Thor intentó incorporarse, pero estaba demasiado débil. Loki trató de tranquilizarlo, pero el príncipe alzó el brazo derecho y con un clamor de sus pulmones, llamó a Mjolnir.

En la cámara del trono, el martillo comenzó a temblar y la tierra se resquebrajó a su alrededor. Impulsado por una fuerza invisible, el mango se estiró hacia arriba hasta que la cabeza salió. Veloz y poderosa, el arma voló hasta la mano de su amo.

Loki se alejó a tiempo para no recibir los rayos que cayeron sobre Thor, devolviéndole la salud y la energía. Con la fiereza estampada en el rostro, el dios del trueno se irguió, furioso y arrogante.

-Atrévete a tocar a mi consorte y descubrirás el peso de Mjolnir, Hela – amenazó a la mismísima diosa de la muerte.

Loki intervino.

-No, Thor. Hela tiene razón en reclamar mi cabeza, fue parte del trato y yo di mi palabra.

-¡Pero Loki! – se horrorizó el príncipe.

Loki le hizo un gesto para que se calmara y se acercó a la diosa, caminando con la cabeza gacha.

-Aquí estoy, Majestad – se presentó con mansedumbre -. Mi cabeza es toda vuestra, pero debo recordaos que mi cuello no fue parte del acuerdo.

-¿Qué estás diciendo? – cuestionó Hela, interrogante, mientras pasaba los dedos a través del filo de la hoja.

Loki le sonrió taimadamente.

-Entregué mi cabeza como prenda para cerrar el trato pero no dije nada de mi nuca hacia abajo. Debéis quitarme la cabeza sin derramar una sola gota de mi cuello.

-¡Pero eso es imposible! – reconoció Hela, furiosa.

Loki se encogió de hombros.

-Lo siento, Majestad.

La diosa esgrimió la espada, mientras que las sombras se alineaban alrededor de la pareja, encendidas por su ira. Thor abrazó a esposo posesivamente con Mjolnir en alto, y Loki aprovechó para transformar su mansa apariencia en la de un guerrero asgardiano.

-¡No permitiré que abandonen mi reino! – aseguró Hela, fuera de sí -. ¡Los torturaré, los someteré pero no los mataré! ¡Permanecerán eternamente en el Inframundo y jamás entrarán en Valhalla!

Thor lanzó Mjolnir directo hacia ella. La diosa lo sorteó y el martillo fue a dar contra la pared. Su amo lo llamó nuevamente y el arma regresó a su mano. Loki soltó rayos con su lanza para mantener a las sombras alejadas pero eran demasiadas y no podría resistir mucho tiempo.

El príncipe cargó el martillo con energía y fue entonces, cuando a Loki se le ocurrió utilizar el Teseracto, que había dejado a su disposición en casa. Como no podía irrumpir con Thor en la cámara de las armas en su reino, porque Malekith y el ejército asgardiano lo estarían esperando, pronunció el hechizo con el que estaba controlando el Teseracto y desde Asgard, su energía hizo desparecer a los dos, él y Thor, y los corporizó junto a la entrada del Inframundo.

-No me mires así – ordenó Loki a su esposo, al ver su mirada interrogante -. Te lo explicaré luego. Debemos entrar en Asgard por medio del Puente y convencer a Heimdall de que eres tú el verdadero Thor. ¿Tienes algún secreto de tu niñez, que ni a mí me hayas contado para que el Guardián te reconozca?

-Tengo uno, sí – confió Thor después de pensar un momento.

Satisfecho, Loki se preparó para conjurar otra vez el hechizo que los llevaría a Bifrost porque los aullidos de las sombras y los gritos de Hela se escuchaban cada vez más cercanos.

-Aguarda – lo detuvo el príncipe, tomándolo del brazo -. ¿De qué nos servirá detener a Malekith? Raganrök se iniciará sí o sí con el nacimiento del niño.

-También lo he pensado y ya tengo la solución.

-¿Cómo piensas impedir Ragnarök? – quiso saber Thor.

-Destruyendo alianzas – contestó Loki, confiado.

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Hola: Ya están de regreso a Asgard. El trato de Loki entregando su cabeza y después estafando no es de mi invención, sino que está sacado de la mitología nórdica. Así se burla de dos enanos, Sindri y Brock, a los que les había pedido que le construyeran regalos para los dioses.

Fuego Helado (Thorki)Where stories live. Discover now