La Ceremonia

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La Ceremonia

Malekith despertó en el mismo calabozo donde había estado confinado Thor. No, en realidad no despertó sino que había llegado al Inframundo por haber fallecido. Lo primero que percibió al recuperar la conciencia fue un dolor intolerable en todo el cuerpo. Lógico, la descarga del Teseracto lo había quemado de pies a cabeza. A duras penas ahogó un grito de dolor e intentó incorporarse pero era tal el padecimiento que apenas se alzó y ya se desplomó nuevamente en el piso pedregoso.

Hela entró y en medio del sufrimiento agónico, Malekith olfateó su aroma pestilente. La diosa se le acercó despacio, la amargura por la derrota y el haber sido embaucada por Loki le quitaban la sonrisa maliciosa.

-Tu ineptitud me impidió triunfar – lo acusó, agria y despiadada -. Te entregué el trono de Asgard en tus propias manos pero dejaste que se descubriera el engaño y saboteaste mi plan. Tampoco conseguiste al niño y por tu culpa, Loki detuvo Ragnarök.

Malekith cerró los ojos, castañeando los dientes. No podía seguir soportando tal dolor. Con sus rayos había quemado a miles de seres y ahora sentía en su carne el padecimiento cruel que les había provocado con el fuego. Pero aun así, entre tanto tormento, tuvo fuerzas para espetarle.

-Tú liberaste a Thor y permitiste que regresara a Asgard – hizo una pausa y respiró profundo mientras su rostro se contraía por la increíble tortura -. No me diste tiempo para conseguir al niño.

-¡Loki escapó primero de tus manos! – exclamó Hela, fuera de sí -. No quiero seguir oyendo tus excusas. Moriste luchando y por ello mereces visitar Valhalla pero también estás unido a mí por el pacto que hiciste y no te permitiré abandonar jamás mis dominios. Desde hoy tú, Malekith, el maldito, te convertirás en una más de mis sombras. Tus emociones, tu odio, tus ambiciones, todo, absolutamente todo, me pertenecerá a mí. Tu vida será un vacío negro e insufrible por toda la eternidad. Pero como tu decepción supera a cualquiera que haya tenido, te condenaré a que el dolor corporal irrefrenable que estás padeciendo te acompañe por siempre. ¡Adelante esclavas mías! Recolectad a vuestro nuevo compañero.

Las tropas de sombras se colaron a través de los muros y con los brazos extendidos cual cuchillas negras, se lanzaron entre aullidos sobre el aterrado prisionero.

Hela recuperó su sonrisa feroz mientras observaba, sádica y victoriosa, como Malekith se consumía entre gemidos escalofriantes.

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-¡No puedo creer que me lo haya perdido! – reclamó Volstagg, mientras masticaba una pata de carnero en el comedor -. Yo, buscando a ese desquiciado, y ustedes dos enfrentando gigantes con la ayuda de las walkirias, y tú, Sif, ayudando a Loki, al nuevo héroe de Asgard, a detener el fin del mundo.

-No te preocupes – le palmeó el hombro Fandral a modo de consuelo y se sentó a su lado-. No fue la última batalla, aunque el temor por Raganrök ya esté lejos.

-Cuéntanos más, Sif – solicitó Hogun, sentándose junto a sus amigos -. ¿Cómo ayudaste a Loki?

-No hay mucho que agregar. Loki me sacó de la celda y me llevó al subsuelo, donde tenía montado su laboratorio de antes de exiliarse. Se sorprendió al notar que Padre de Todos había ordenado que se conservara intacto, aunque puso una cerradura de oro, que Loki tuvo que romper con un hechizo. Adentro estaban sus libros, polvos y material para preparar pócimas. Lo ayudé con los ingredientes y elaboró una fórmula líquida, y la bebió. Después me pidió que lo acompañara a la Cámara de las Armas y al ver a Malekith y a Thor discutiendo, me hizo prometerle que le avisaría a Thor que él y el niño estarían a salvo. Recibió el rayo, yo cumplí mi promesa y acompañé a nuestro amigo al salón del trono con Loki inconsciente en sus brazos.

-¿Y ahora qué ocurrirá con Loki? – cuestionó Hogun.

-Odin le devolverá su título y se le rendirán los honores de un héroe – contestó Volstagg con el último bocado.

-Bien merecido lo tiene – añadió Hogun y sus tres amigos acordaron con él, asintiendo.

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Al día siguiente el salón del trono se vistió de gala. La Corte entera se congregó, aliviada y ansiosa por rendir tributo al príncipe que con su ingenio había detenido el fin del mundo. Los reyes estaban ubicados en sus respectivos tronos y sonreían felices por haber recuperado a su hijo menor. En el momento indicado, Odin golpeó el suelo con su cetro y las puertas se abrieron de par en par para que Thor, el Príncipe Heredero, ingresara escoltando a Loki.

Loki estaba radiante. No por los honores y títulos, sino porque al fin había recuperado a toda su familia. A fin de cuentas, el rencor hacia su padre se había enmendado porque finalmente Odin lo había reconocido y valorado por lo que él era. Se había ganado el afecto y admiración del pueblo de Asgard y podía estar seguro que sin importar la raza, su hijo sería aceptado por la gente. Sin embargo, había dos cuestiones que le provocaban mayor alegría y alivio. Una, que su padre se enorgulleciera de él y dos, saber que Ragnarök no se desataría en un futuro próximo y podría dar a luz en paz y criar a su hijo con su consorte. Su hijo. Loki sentía que lo amaba tanto como a Thor. Por ellos y solo por ellos, había arriesgado su vida. Por amor a ellos se había enfrentado a la mismísima Hela y solo por protegerlos se había atrevido a visitar cada reino del universo para detener la guerra inminente.

Vestido con su traje de guerrero asgardiano, Loki se detuvo junto a la escalinata sin arrodillarse a causa de su vientre. Con una mirada de profundo orgullo, Odin descendió sosteniendo la lanza que su hijo menor usara, con ambas manos y se la depositó en los suyas.

-Como muestra de reconciliación, el pueblo de Asgard encarnado en mi persona, te devuelve tu propia arma, Loki Odinson, para que la utilices sabiamente y defiendas este reino. Que en tus manos no sea un instrumento de guerra sino de paz.

Loki sonrió ligeramente al sentir en sus dedos la lanza que lo había acompañado durante su exilio. Durante tres años había sido su única compañera fiel y muchas memorias pasaron por su mente, oscuras algunas, brillantes otras. Mas no era ocasión de mirar el pasado y alzando los ojos hacia su padre, solo asintió, condescendiente.

Un ujier le acercó al rey una corona de laurel de oro depositada en un cojín, para nombrarlo nuevamente príncipe.

Pero la cúpula de la sala vibró y se resquebrajó como vidrio quebrado. Thor apenas alcanzó a cerrar el puño con fuerza sobre Mjolnir, cuando ocho mujeres bajaron sobre caballos alados y detrás, Brünnhilde en su imponente carro. Eran las walkirias.

Las guerreras aterrizaron junto a Thor y Loki y sólo Brünnhilde bajó. Había dejado atrás su armadura para lucir un vestido blanco y su cabello áureo lucía suelto sobre los hombros, con una diadema de plata. La walkiria saludó a Odin con una inclinación y el rey asintió respetuosamente. Luego se volvió hacia Loki.

-Con valor y astucia detuviste Ragnarök – anunció Brünnhilde solemnemente al joven -. Por haber salvado al mundo de su destrucción, te hemos traído este obsequio. Una espada forjada con los metales que crecen en Valhalla, y esculpida por mis hermanas. No hay arma más poderosa que esta y es solo comparable con Mjolnir. Su filo puede abrir hasta el metal más sólido y su punta puede atravesar cualquier barrera. No habrá enemigo que se resista a su hoja. Lucha con valor para protegernos, Loki. Úsala con sabiduría para seguir manteniendo la paz y construyendo sin destruir.

De su vestido, Brünnhilde sacó una espalda larga con una hoja que brillaba como un espejo luminoso. Su mango era de oro y tenía esculpidas las iniciales de las nueve walkirias y una imagen de Walhalla.

Loki contempló la joya con fascinación y asintió a modo de aceptación y agradecimiento.

Brünnhilde volteó hacia Odin.

-Una vez más mis hermanas y yo sellamos la alianza contigo, Padre de Todos, complacidas con tu gobierno de justicia y rectitud. Mientras Asgard sea regida con sabiduría, no habrá amenazas en ninguno de los nueve reinos.

La walkiria se subió al carro y tras alzar la mano, las demás jalaron las riendas de sus corceles. Las nueve hermanas se alejaron volando y después de atravesar la bóveda, la grieta se cerró por arte de magia.

Apenas pasada la sorpresa por la pomposa visita, los presentes observaron la espada, admirados. Era la primera vez que las famosas guerreras interrumpían una ceremonia para realizar un regalo. Muchos recién entendieron la dimensión de la importancia de lo que Loki había conseguido. Simplemente el joven había salvado al mundo.

Frigga estaba tan emocionada que solo lloraba y Thor sonreía con una mezcla de conmoción y admiración por su consorte.

El único que parecía no haber perdido la compostura era Odin. Alzó la corona de laureles y su hijo menor se quitó el casco y bajó la cabeza. Acto seguido, el rey lo coronó, mientras los presentes exclamaban: "¡Salve, Loki, Príncipe de Asgard!"

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Loki se convirtió en príncipe y héroe de Asgard a la vez. Para una persona acostumbrada a vivir bajo las sombras y la indiferencia, el cambio fue notable. Al principio le costaba asistir a los banquetes y ceremonias, y ser el centro de los cumplidos y las miradas. Se sentía incómodo pero el apoyo y la confianza de Thor, así como los consejos de su madre, le quitaron la timidez y el poco recelo que aún le quedaba. Aprendió a disfrutar de su merecida fama y terminó sintiéndose a gusto.

Se podía decir que toda su vida Loki había buscado la aprobación de su padre y ahora tenía la del reino entero. Odin le dio un lugar preponderante dentro del Alto Consejo y su voz era escuchada junto con la de los nueve nobles. Desde pequeño había tenido la virtud de ver las cosas desde ángulos diferentes y sus opiniones ahora eran tomadas en cuenta con respeto.

Los amigos de Thor lo invitaban a sus reuniones y Loki se volvió asiduo a los encuentros en el salón de banquetes, donde Volstagg devoraba carneros enteros y los demás hacían comentarios jocosos. Antes de su exilio, Loki había participado discretamente de estas reuniones, pero ahora las disfrutaba y terminó formando una amistad profunda con Hogun, tan reservado y observador como él. Solían juntarse los seis al menos una vez a la semana y en varias ocasiones, el mismo Loki prestó sus aposentos para los encuentros.

Una noche regresaban a las habitaciones de Thor y Loki, ya de ocho meses, le pidió detenerse en la terraza que daba al Puente. Era una noche diáfana y las luces de la ciudad, con sus elevadas torres circulares, se mantenían encendidas. El puente multicolor fulguraba bajo las estrellas y el portal sobresalía, inmenso y redondo.

El joven no comprendía por qué deseaba tanto contemplar el paisaje y se mantuvo junto al balcón, mientras que Thor, pacientemente, le apretaba la mano con cariño. Loki se sentía tranquilo y feliz. El niño pataleó con ganas y se apoyó la mano sobre el vientre. Los sanadores y la misma Frigga, le habían asegurado que sería un bebé sano y fuerte. Loki tenía sentimientos encontrados con él, por un lado ansiaba conocerlo, fuera niña o niño, pero por el otro, después de nueve meses, le producía cierto dolor que abandonara su seno. Sentía que lo extrañaría y aunque después del parto pudiera sostenerlo en brazos, ya no sería lo mismo. Por el contrario Thor, que sólo podía sentir a su hijo a través de los movimientos dentro de su esposo y del crecimiento de su vientre, contaba las horas que faltaban para que naciera. Los sanadores les habían asegurado que no podía retrasarse más de dos semanas.

Ahora Loki contaba con una familia y un hogar en Asgard. La gente confiaba por primera vez en él y el universo entero le debía la paz. ¿Qué más podía desear? Sintió que ahora sus anhelos de grandeza del pasado le parecían ilusiones pasajeras comparadas con lo que había conseguido.

-Tu sonrisa es maravillosa, no me canso de observarla – opinó Thor y Loki recién se dio cuenta de que efectivamente estaba sonriendo.

Thor le presionó afectuoso la mano. Permanecieron algunos minutos más contemplando el paisaje sin hablar. Una estrella fugaz dibujó su estela en el cielo.

-En Midgard existe la costumbre de pedir tres deseos cuando aparece una – explicó Thor.

-¿Qué más puedo pedir que lo que ya tengo? – cuestionó Loki.

Thor sonrió y le regaló un beso suave. Entonces, Loki sintió una molestia ligera y se llevó la mano a la parte baja del vientre.

-¿Estás bien? – preguntó su esposo.

Loki cerró los ojos y se presionó el estómago con una contracción dolorosa.

-Ya es hora – avisó con calma.

Thor lo tomó de los hombros para acompañarlo a los aposentos y por el camino ordenó a unos guardias que llamaran a los guardias y a los sanadores.

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Fuego Helado (Thorki)Where stories live. Discover now