capítulo diez

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—Sólo pregúntame. Trataré de decir solamente la verdad. —Probablemente había pasado la cena más entretenida de su vida. Vieron una de las películas favoritas de Sean durante toda la comida, opinando de lo que pasaba en cada escena, sin pánico o temor. Casi habría olvidado quién era. No sabía que le podría gustar tanto aquello. Le entristeció que terminara la diversión, pero le había dicho que le iba a decir todo. Suspiró pesadamente, sabiendo la montaña de ansiedad y angustia que se iba a venir sobre ella. Después de todo, lo prometido era deuda.

—Oh, si. —Otra vez lo había sorprendido con la guardia baja. —Eh... ¿Qué hacías tú ahí? ¿Qué rol cumplías en... todo eso? —Preguntó atropelladamente, acordándose de la pregunta pendiente. Estaba nervioso por la respuesta.

—Era como... una guardaespaldas, por así decirlo. Hacía entregas, me encargaba de deudas, unas especies de "misiones" y cuidar de que no quieran matar a mi padre. —Sentía algo muy raro al mencionarlo. Le daba escalofríos. Estaba aliviada de que su padre estaba muerto, así no podría alcanzarla. Igualmente lo seguía haciendo, de una manera que hacía que sus nervios se retorcieran.

—¿Ma-mataste a alguien alguna vez? —Jules lo miró. Estaba nervioso. Pensó lo peor, pensó que si se lo decía iba a correr, a acusarla, a gritarle, iba a llamar a la policía o chantajearla. Aunque realmente era pura curiosidad de Sean. Y tal vez él temía por su vida. Tembló.

—Si. —Afirmó, teniendo por ella, sin mirarlo a los ojos de la vergüenza. —¿V-vas a d-decirle a la policía? —Preocupación y debilidad la inundaba. No se permitió correr hasta que lo supiera. Tan solo un segundo bastaba para poner su vida en un caos otra vez. Sabía que no iba a encontrar estabilidad en ninguna parte.

—¿Enserio piensas que lo haría? —Preguntó curioso. —No. Yo también estaría en prisión por ser tu cómplice. O peor. —Respondió, pensando en voz alta.

—Puedes salir de ello, con un abogado. Hasta puedes decir que me encontraste en la calle. No tengo nada de distinto a un mafioso. —Admitió. —¿Por qué no lo haces?

—No lo sé. Tal vez porque no creo que seas una mala persona, tal vez porque de verdad quiero ayudarte. En verdad no lo sé. Lo único que sé es que no pienso en mentirme a mí mismo y quedarme con la culpa, me mataría. —Dejó la frase en el aire.

—Oh. —Se desconcertó. —Eh... Otra pregunta.

—¿Sabes el número de personas que mataste? —Preguntó suavemente.

—No. Trataba de no pensar en aquello, pero siempre fueron como fantasmas persiguiéndome. Siempre están allí. —Dijo con una voz queda y atormentada.

—¿Mataste a personas inocentes? —Se alarmó.

—No. Me entrenaron para matar de una forma sigilosa. No veo por qué, si no se enteraba nadie. A mí padre no le importaba si mataba una persona o una familia entera, pero siempre se inclinaba por la segunda opción, para estar seguro. Nunca pude hacerlo.

—¿Te acuerdas de las personas que...?

—No. No todas. En algunos momentos, ni siquiera estaba consciente. Una vez estaba durmiendo en un callejón, aquella vez me había desmayado, no podía más del cansancio, el hambre y el dolor. Un h-hombre me había llevado hasta un pequeño cuarto, unos meses después de que mataran a mi familia. T-trató de ab... —Hizo una pausa. No se había dado cuenta de que sus lágrimas caían por sus mejillas. Sean la miraba con atención. —De a-abusar de mí. Yo p-pude levantarme. Nunca había estado tan asustada, no sabía qué iba a ser de mí si no me movía. Iba a terminar como mi madre, y no tenía idea de qué hacer y dónde estaba. Apenas encontré un cristal en mi bolsillo hice lo más rápido que pude para matarlo. Y sé que si era más de una persona, iba a morir, iba a... —Sollozó. Su cuerpo entero temblaba. Escalofríos recorrían todo su cuerpo. Su alma estaba despedazada. Se trató de abrazar a sí misma. Estaba paralizada en su propia miseria.

break out © [español]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora