capítulo veinte

3 0 0
                                    

Estaba adormecida. Le dolían los labios, la garganta, el vientre y la cabeza. Se olvidó de dónde estaba. Sean yacía a su lado, durmiendo profundamente. Miró el despertador, que marcaba las seis y media de la mañana. Suspiró, no tenía sueño. Tampoco quería levantarse, hacía demasiado frío en la habitación y salir de la cama, tan cálida y suave le daba pereza. Escrutó las bellas facciones de Sean. ¿Debería estar enojada con él por lo de la noche anterior? No sabía cómo sentirse, pues tenía que seguir con la farsa de que estaban comprometidos y tocar el violín esa misma noche. Se insultó por haber sido tan débil, también por haber llorado al acordarse de su familia muerta que todo lo que hizo fue lastimarla. Estúpido, simplemente estúpido.

Las negras pestañas de Sean hacían una pequeña sombra con la escasa luz que entraba por la abertura que la cortina no pudo tapar. Su nariz era respingada en la punta. Sus labios eran del tamaño perfecto: ni muy rellenos, ni muy estrechos. Había una ligera sombra de barba en su mandíbula. El pensamiento de acariciar su mejilla pasó por su mente. Levantó una mano, y cuando estuvo a escasos centímetros de su piel, la apartó lentamente. Se supone que debería estar enojada, ¿No es así?. La sola necesidad de acariciar su mejilla se hizo más y más absurda. Dio media vuelta, quedando de espaldas a él. Mirando el cielo raso de la habitación y después la sombra de las puertas del balcón.

Estuvo así por unos minutos hasta que sintió la cama moverse. Imaginó que era Sean soñando, pero lo sintió apoyar los codos en el colchón. Cerró los ojos rápidamente. Temió que la hubiera visto acercar una mano a su cara y retirarla con cobardía. Aunque ya estaba confundida con sus sentimientos hacia Sean, le confundió aún más cuando él pasó sus piernas fuera del edredón y salió de la cama bostezando. Tal vez no se había dado cuenta que estaba a punto de acariciar su mejilla. Estaba acostumbrada a esperar lo peor, pero le sorprendía cuando rara vez las cosas salían bien para ella. Decidió desperezarse en unos segundos, pero abrió un ojo curioso y lo vió a Sean desaparecer por la puerta del baño. Realmente no quería despertar, sentía que si se levantaba volvería a estar en el colchón sucio de esa habitación en el galpón de subastas. Cerró los ojos y se volteó mientras las ramas del sueño crecían y se la llevaban a un mundo calmo, aunque con el riesgo de caer en un pozo de pesadillas.

Volvió a abrir los ojos lo que le pareció treinta minutos después. A excepción de ella, la habitación estaba vacía. Por un momento deseó no despertar sola, pero le pareció una tontería inmediatamente después de pensarlo. Aunque podría retractarse, volviendo a negar y terminando en un espiral de indesición que no la llevaría a ninguna parte. Se sentó en la cama, preguntándose cuántas horas había dormido. El reloj de la mesa de luz que estaba del lado de Sean marcaba las 8:54. Le molestó ver los números enseguida. No se había levantado a la hora ideal en la que le gustaba levantarse, pero tampoco había puesto esfuerzo en intentarlo.

Siguió en la misma posición mirando su alrededor. El olor de la habitación —a pesar de que sentía olor a casa ajena— era ligeramente distinto cuando se asomó a ver el despertador. El olor fresco a jabón provenía de la almohada y la parte de la sábana en la que Sean se había acostado. Olía a hierbas suaves y un muy sutil olor a limón. Inmediatamente se dió cuenta qué estaba haciendo, y automáticamente pensó en él. Nunca nadie la había tratado así: con calma, cuidado. Como si fuera una persona normal. Aunque todavía tenía sus sospechas si realmente la estaba usando para aprovecharse de algo. Lo de tocar el violín para su hermano podía justificarlo, se lo pidió después de su demostración con la famosa canción clásica.

Pero realmente no sabía. La situación le parecía rara, muy rara. Lo analizó una y otra vez desde otra perspectiva: Una chica inconsciente entra al auto de un extraño y él la lleva a su casa. Le pide que sea su cocinera a cambio de pagarle una universidad —que seguramente costará mucho dinero—, comida, un lugar para dormir más los gastos que conlleva. ¿A cambio de qué? ¿Lástima? No podría creer que la gente de dinero sintiera lástima por ella. Más increíble porque ella era una de esas personas con dinero.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Feb 10, 2022 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

break out © [español]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora