capítulo diecisiete

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Después de que se tomen de la mano, gracias al nerviosismo de Sean, Jules no lo soltó en ningún momento. Se arrebujó en las mantas y durmió con un brazo extendido, tomando la mano de Sean. A veces, Sean apretaba su mano cuando había turbulencia. Él se quedó mirando sus manos unidas y la calidez que emanaba de éstas. El simple toque hacía el ambiente más estático, como si estuvieran envueltos en una burbuja de electricidad, y era totalmente consciente de aquello. Trató de ignorarlo escuchando música o mirando alguna película. Le pidió a la azafata un vaso de whiskey con hielo para calmar sus nervios, o aligerar la nube que los rodeaba, que parecía irrompible.

Cuando la chica se levantó, ya estaba descansada, y faltaba media hora para abordar. Nadie creyó que podía dormir tanto en un viaje de seis horas. Ninguno de los dos comió nada, Sean porque sentiría que iba a vomitar en cualquier momento, y Jules porque ni siquiera estuvo consciente cuando ofrecieron el menú. Se había perdido en la suave mano de Sean, que emanaba calor de ella. Cuando se levantó, tan tranquila, le hubiera gustado permanecer un rato más durmiendo. Miró un cuarto de la pálida cara de Sean, que intentaba concentrarse en una película que pasaba el avión, sin ningún éxito. Llamó su atención apretando su mano. Él la apretó de vuelta, tratando de enfocarse en la película, como si ella lo hubiera hecho inconscientemente. Le dio dos apretones ésta vez, ahí consiguió que se dé vuelta, mirándola.

—¿Qué pasa? —Preguntó enfocando su atención en ella. Pausó la película rápidamente.

—¿Quieres contarme un poco de tu familia? Digo, todavía no sé muy bien cómo tratarlos cuando llegue. —Contestó. A él le pareció muy maduro de su parte. Hasta pensó que su pregunta fue inusual, viniendo de una persona que acostumbraba un lenguaje agresivo. Aunque ahora no estaba tan seguro. Se dio vuelta completamente, sin soltar su mano. El avión hizo un ruido. Instintivamente se encogió, dándole otro apretón a su mano de dedos largos y con unas pequeñas cicatrices. Cortadas, advirtió Sean con el contacto. Se concentró en los finos y suaves relieves de éstas heridas sanadas, pasó un dedo por el dorso de su mano, sintiendo la seca textura, y preguntándose qué había pasado en cada una de las pequeñas marcas que adornaban su piel.

—Debes tener cuidado con mi madre, es muy celosa. Mi padre es un idiota, no te sorprendas si no está ahí. Y ten mucho cuidado con mi hermano. Charlie es un poco molesta, pero te la ganarás fácilmente. Es la menor. Oh, y no sé si mi tía abuela Maude estará ahí. Probablemente. No hace falta que escuches lo que dice.

—Okay. Tengo que prepararme. Después de buscar las maletas iré al baño a cambiarme. —Avisó.

Charlaron hasta que el avión aterrizó, más que nada porque Sean estaba nervioso y quería distraerlo un poco. Cuando empezaron a sentir que descendían, él estaba pálido, había sufrido el vuelo como la peor montaña rusa. Ahí, Jules entendió su miedo por las alturas. A ella no le importaba si caía de un helicóptero, o de un precipicio. A veces lo deseaba, lo sentía como si todo este tiempo hubiera estado caminando por un gran desierto y caer sea solo un paso más a la completa calma de acostarse en el agua y parar indefinidamente. Sean tomaba su mano firmemente, hasta que entrelazó sus dedos en el peor tramo: el aterrizaje. Lo odiaba, sentía que ni él ni el cinturón de su asiento lo podían sostener ante semejante caída. Cerró los ojos mientras se sumergía en el más profundo horror. Sólo podía sentir el tacto de una mano, la cual era suave, pero las yemas y los nudillos eran ásperos y secos.

Cuando lo peor pasó, Sean sacó su mano de la de Jules. Pasó las suyas por sus ojos, limpiando las lágrimas que se habían agazapado en sus ojos. Ella actuó como si el abandono su tacto y su calor no le hubiera provocado una súbita melancolía incontrolable. Le recordaba un límite entre lo que había pasado y lo que pasa ahora, en ese mismo momento. Nada es lo mismo ahora como lo era hace dos años. Nunca iba a reconocerse a sí misma como una persona normal, conocer el amor, la redención; sin importar cuanto lo anhele. Sentía que todos sus sentimientos se limitaran a melancolía, tristeza y soledad. Tragó las lágrimas mientras salían por el pasillo.

break out © [español]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora